lunes, 22 de enero de 2018

Turno de oficio

En esta imagen puede verse al presunto culpable de haber desaprovechado todas las oportunidades que le ofreció la vida, en compañía de sus abogados: su padre y su hermana Alejandra.
Estos formidables y concienciudos letrados han conseguido evitar una y otra vez que el jurado popular reunido por el tribunal eterno, emitiese un veredicto de culpabilidad, sostenido por las evidencias presentadas por el ministerio fiscal que además de aportar pruebas de todo tipo, consiguió el testimonio de muchos y muy variados testigos presenciales.
La defensa que preparó su padre como letrado con más experiencia en la abogacía y el derecho paternal, se fundamentaba no solo en la extensa jurisprudencia a la que agarrarse, también en todos y cada uno de los eximentes que si no eran suficientes para exonerar de toda culpa a su cliente e hijo, si al menos conseguirían ablandar los corazones de los miembros del jurado.
Este ha sido el último pleito que llevó y ganó su padre, tras haber rebatido y desmontado los argumentos y las pruebas de la fiscalía y además, haber presentado un alegato final digno del más soberbio y hábil leguleyo. Tras la sentencia del divino tribunal en el que se ponía en libertad al reo, condenándolo no obstante a la realización de trabajos para la comunidad, su padre apenas pudo disfrutar de la victoria pues  reclamaron su presencia en las más altas instancias y lo nombraron asesor de la sala número uno del tribunal apocalíptico, final y universal.
Antes de presentarse en su nuevo puesto, desde donde abogar e interceder por cuanto inocente solicitase  ayuda, se ocupó de transmitir a su pupila e hija los conocimientos adquiridos en su larga vida llevando la toga y su templanza, su saber estar y sus adecuados e intraicionables valores morales, su ética profesional y personal y su código deontológico grabado en el alma con letras capitales.
El ya liberado del implacable peso de la justicia, a la que todos tendremos que rendir cuentas en algún momento, sabe que puede respirar tranquilo, pues en su hermana y abogada, reconoce incluso con los ojos cerrados, la dulce paciencia de su padre y encuentra en ella la seguridad que tanto ansia para llevar una vida digna y libre de sobresaltos, demandas y pleitos.
Juicios tengas y los ganes, dice la maldición popular.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues mi sentencia es absolutoria:
Le declaro Absuelto de toda pena...

;-))

Zeroide

lacantudo dijo...

Muchas gracias. Ahora solo queda esperar que el resto del tribunal secunde tu sentencia y me conceda el perdón. Y de paso que me lo conceda yo, que a veces no puedo evitar se duro conmigo mismo porque soy consciente de todo el daño que me he hecho y me cuesta un poco perdonarme.
De mmento a aprender de los errores y a no volver a cometerlos. Lo demás llegará por sus pasos.

Un besote, su señoría.