domingo, 29 de octubre de 2017

Si la vida es sueño, mi vida es soñarte.

Puede que lo prudente sería darle a esta entrada forma de relato, de cuento, o de fábula y escribirla en tercera persona poniendo mis palabras en boca de un personaje creado para tal fin pero ahora mismo estoy en un momento vital en el que soy capaz de enfrentar los temores, dominar los deseos y acariciar lo imposible a cara descubierta y sin esconderme ni agacharme ante nadie ni ante nada.
Soñar contigo es algo que pido a diario en mis oraciones antes de acostarme pero el inconsciente no entiende de fe y tan solo he tenido la suerte de que mi cerebro programase la tan ansiada película en una ocasión. Pero eso si, a pantalla completa y en tecnicolor.
Y es que no me conformo tan solo con lo que me provocas. No puedo hacerlo. Me provocas tanto y tan bonito que quisiera pasarme el resto de mis vidas soñando contigo. Soñar es gratis y no compromete a nada por lo que no debes preocuparte.Y en mis sueños podré amarte tanto como lo hago despierto pero allí es posible que tu también me ames a mi y eso cerrará el círculo de la felicidad absoluta. Porque no creo que llegue a alcanzarla jamas, lejos de ti.
A veces me encuentro con canciones como la que encabeza este texto,y que en el acto me acercan aún más a tu imagen.
Ahora sé por fin lo que es el amor y eso es lo que despiertas en mi. Sé que lo que realmente amo es tu esencia y tu idiosincrasia, tu pureza de espíritu y tu alma noble. Por descontado ese hermoso recipiente de carne y hueso que contiene algo tan bonito, es también adorable pero más allá de desear tu cuerpo, el roce de tu piel, el sabor de tus labios y el placer de tu carne, deseo compartir tu tiempo, tu risa, tus lágrimas, tus anhelos, tus miedos y cada uno de los latidos de tu corazón.
Zenet ha sabido darle forma de canción. Yo algún día sabré escribirlo. Aún no estoy a la altura de lo que siento, ni como escritor ni como persona. Pero todo termina llegando, incluso lo bueno. Todo terminará sucediendo entre nosotros. No me importa que sea en un mundo real o en el onírico. Algún día podré darte todo lo que quiero darte.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Con todo mi cariño, que es mucho.

Puede que fuese el alcohol, o simplemente la siempre presente sensación de no haber obrado bien que le inculcó su religión (una religión que trasladó a la sociedad a la que pertenece el concepto judeo cristiano de culpa) pero tras el último wuisky escocés con cola light y mucho hielo, siempre en copa de balón, decidió irse a casa y escribir una disculpa general y compartirla en sus canales on line para que las personas a las que iba dirigida, pudieran leerla.
Besó a sus amigas, abrazó a sus amigos y pago la última consumición al camarero de enormes biceps que le había servido la copa con desgana y algo de antipatía. Le dejó la vuelta de propina con cierta mala leche y, abandonó el local en busca de un taxi que lo devolviese sano y salvo a su casa.
Al llegar al pequeño apartamento en una zona residencial de las afueras de la ciudad, saludó a su gato, encendió el ordenador, puso música en el estereo del salón y se sentó frente al teclado. Una vez más se decidió por Bunbury, que casi siempre tenía la canción oportuna para cada texto que le brotaba del alma. Dejó que sonase un poco el primer tema del compacto y encendió un cigarrillo dispuesto a escribir del tirón, como acostumbraba a hacer cuando sentía que un nuevo texto trataba de escaparse del interior de su pecho, golpeando la caja torácica al ritmo frenético de los latidos de un corazón que regía todos su actos.
Antes de escribir la primera palabra, cerró un momento los ojos, expulsó el humo del cigarrillo por la nariz y trató de relajarse.
Queridas mías,
vosotras no tenéis la culpa de todo esto. Vosotras no sois cómplices del intento de asesinato que ha sufrido Cupido en mi cerebro. ni del robo de las pocas reservas de amor que guardaba en la caja de seguridad oculta tras mis costillas. Vosotras fuisteis lo mejor que me ha pasado. Todas y cada una de vosotras me enseñasteis como se juega a esto. Me ayudasteis a comprender las reglas de la partida más difícil que un hombre puede jugar con las cartas que le repartió el destino y me ayudastéis a saborear el éxito de una buena mano. Pero no me hablasteis de la posibilidad de abandonar la mesa sin previo aviso y me dejasteis esperando la suerte en la siguiente mano, una suerte que es caprichosa y efímera y que nunca quiso quedarse mucho tiempo a mi lado. En su lugar, ocuparon  su puesto diversos súcubos que me despojaron de las ganacias con sus tretas de tahúras de la carne.
No os guardo rencor, al contrario. Os estaré eternamente agradecido por cada noche que me regalasteis. Por cada beso con los que me hicisteis creer que lo ansiado era posible y por cada te quiero que se os escapó entre gemidos, aunque tuviesen fecha de caducidad.
Cada minuto que pasé a vuestro lado me ayudó a crecer y me hizo convertirme en lo que soy ahora. Cada caricia con que definisteis mi camino , me sirvió de guia y las recordaré durante el resto de mis vidas. A esas otras, tramposas y miserables que nada tuvieron que ver con vosotras, las maldeciré eternamente y las condenaré a vivir para siempre en el pozo de mi desprecio. Pero a vosotras siempre os guardaré una copia de la llave que  abre la cerradura de mi ser y que enciende el motor que hace vibrar mis sentidos. Y fuisteis diferentes entre vosotras, pero tan maravillosas en vuestras diferencias y tan semejantes en lo que despertasteis en mi.
Os juro que siempre fui sincero cuando os dije que os quería y que erais la mujer de mi vida. Porque mi vida erais vosotras, cada una en el momento en el que permitisteis que os quisiera y decidistéis quererme. No os reprocho que os marcharáis cuando ya habías amado. No os reprocho que abandonaseis los sueños y los proyectos de futuro cuando el futuro llegaba de repente y se convertía en rutina. No os culpo de mis males porque simplemente se nos rompió el amor,de tanto usarlo, como dice la canción. Con vuestro amor comprendí el concepto de obsolescencia programada. Ahora tan solo quiero encontrar un amor perenne, un amor que se auto regenere en el propio amor y al que pueda alimentar sin necesidad de dejarme la vida al hacerlo. Pero sé que es muy difícil  de encontrar. Tan solo el que busca halla y soy el eterno buscador.
Os deseo la mayor de las felicidades posibles en las mejores vidas que podáis vivir, aunque no sea conmigo. Os deseo todo lo que quise daros y no supe, todo lo que quise compartir y no pude y todo lo que  siempre soñé y no llegué a conseguir.
Si leéis estas lineas, no dudéis que os quise como a nadie. A todas vosotras.
            Siempre vuestro

Tras releer las lineas que escribió con una suerte de escritura sintomática, en la que el músculo que tanto le había dolido con cada una de sus despedidas le inspiró, se levantó y se sirvió otro whisky escocés. Esta vez solo. Si iba a beber solo, lo haría con todas las consecuencias.

domingo, 22 de octubre de 2017

Fuera de mi

Y no es solo el que no hayas sabido quererme ni el que me hayas querido así de mal. Es culpa mía porque no he sido capaz de arrancarte de mi cabeza y de mi corazón y además te resistes a irte y, de vez en cuando te manifiestas como un espíritu burlón, para que no consiga conciliar el sueño o me despierte sobresaltado al tenerte revolviéndolo todo en el interior de mi mente.
Fui tan gilipollas de enamorarme de ti. De enamorarme de lo que habilmente dejaste que entreviera y de las pequeñas dosis de amor de escasa pureza cortado con cualquier cosa, con las que me enganchaste gratuitamente al principio pero que con el tiempo y al saberme ya un adicto, comenzaste a cobrarme a un precio desorbitado. Hubiera matado por quitarme el mono, habría hecho cualquier cosa por saciarme de ti una vez más. Que lista fuiste, que bien lo hiciste. Que cruel y que ambiciosa.
Ya me he quitado, ya he conseguido desengancharme y limpiarme de tu recuerdo, el recuerdo que corría por mis venas al ser bombeado constantemente por ese músculo absurdo y problemático que es el corazón. 
Con cada chute que me inyectaba con tu lengua y tus caderas, viajaba por un universo paralelo donde tu y yo éramos felices y nos queríamos. Pero aquello era solo el producto de un alma envenenada por la droga más salvaje: tu cuerpo.
Es una verdadera putada esto de ser un politoxicómano con propensión a sucumbir a cualquier adicción con una sonrisa como la tuya, unos pechos tan bonitos  y una boca tan hábil. Soy carne de polígono. Soy un caso típico de asalto a las farmacias y puntos de venta de amor por prescripción facultativa y puede que carne de terminar muerto por una sobredosis inesperada, el día que por fin consiga inyectarme amor de gran pureza, amor sin adulterar.
Me convertiste en un yonki de ti. Me hiciste renunciar a todo lo que fui y lo que es peor, renegué de todo lo que quería ser. Pero ahora, cuando estaba apunto de ir a buscarte a la zona donde acostumbras a menudear, me han podido detener a tiempo. Me deslumbró una luz y pensé que eran los maderos en una de sus redadas preventivas en busca de quien los lleve hasta el origen de esta melancólica epidemia.Pero no eran ellos, Era un alma afín y  anónima que habiendo conseguido salir de una adicción similar, se apiadó de mi estado y se ofreció a ayudarme a dejar esta mierda que me ha envenenado el espíritu. Y muy poco a poco, me está sacando.
Lo que más me duele es que no volveré a gozar de uno de esos viajes tan increíbles, que como han descrito algunos heroinómanos, son como besar a Dios en los labios. Ahora sé que si volviera a besar tu boca, seguramente estaría disfrutando del placer del estertor final y vendiendo mi alma al peor de los demonios. 
Ya no quiero tu querer.

jueves, 19 de octubre de 2017

Regreso al parque (Bancos de piedra 2)

Ilustración de Estela Labajo Duque para el relato Bancos de piedra de Historias para según qué días.

Pensó que jamás volvería a pasar por allí porque se le rompería el alma al recordar aquella despedida pero de un tiempo a esta parte, al encontrar la luz del faro que alumbraba el camino correcto, había decidido eliminar "jamás" de su vocabulario y sustituirlo por "cuando quiera". Y hoy quiso.
Al llegar al banco donde la vio por última vez, sentada y mirándolo con los ojos empapados en lágrimas, se sentó en él y encendió un cigarrillo. Pese a que desde aquella tarde había temido pasear por ese parque al pensar que al hacerlo sentiría una pena horrorosa, no sintió otra cosa que felicidad plena al darse cuenta de todo lo que había ganado con aquella pérdida. Y es que en la vida hay perdidas necesarias que aunque en el momento parezca que van a dejar un enorme vacío, con el tiempo descubres que lo que han hecho ha sido dejar espacio en el corazón para que lo llenes con lo que quieras.
Hoy brilla el sol que se refleja en las otoñales hojas que alfombran el suelo, tal y como recuerda que lo hicieron otras hojas de otro otoño en aquella ocasión. Esta vez la piedra del banco se le antojó acogedora y durante un buen rato fumó un cigarrillo tras otro con la sonrisa en la boca y la esperanza en el corazón.
Qué de cosas han pasado desde entonces. Cuanto ha vivido en estos últimos seis años. Mucho más de lo que creía ser capaz de soportar. pero lo soportó y descubrió que todo lo vivido lejos de robarle vitalidad y ganas de avanzar, lo ha enriquecido en experiencias y ha contribuido a que nunca más vuelva a sentirse pequeñito y sobre todo a no permitir que nadie vuelva a convencerlo de que hay que tragar la hiel y el vinagre que determinadas personas regalan con sus palabras y con sus actos. Gracias a haber encontrado la luz que le ilumina el camino, supo que no volvería a  permitir que se le restase. Lo que no le aporte, lejos.
Hay una máxima del teatro que dice: en escena lo que no suma, resta. Ahora ha descubierto que esa máxima se puede aplicar perfectamente a muchas personas de las que se rodeó en el pasado y que lejos de sumar, restaron. Y ya no está para que se le reste. Desde luego sabe que no todo van a ser victorias y que volverá a perder las veces que haga falta pero lo que desde luego no va a hacer, es agachar la cabeza y permitir que le abran otro agujero en el pecho como el que ella le hizo en aquella ocasión para robarle todo lo bueno que tuvo y que fue un día. Al fin lo ha recuperado todo a fuerza de pelear, sufrir, caer y volver a levantarse. 
Esto es vivir y la vida puede ser tan maravillosa como el quiera, si aprende a  agradecer cada mañana que ha vuelto a despertarse.
Se subió los cuellos del gabán, como hizo aquella vez pero hoy el frío que le lleva a realizar ese gesto, viene del gélido viento que sopla en su ciudad y no del que nace con el adiós, congelando el alma.
Sacó su teléfono móvil al recibir la notificación de que alguien lo había enviado un enlace y al comprobar lo que le habían enviado, picado por la curiosidad y sabedor de que de aquella remitente solo podían llegar cosas buenas, se encontró con la muy acertada canción de Rozalen y Estopa "Vivir". Al escuchar la letra de la canción, se reafirmó en su deseo de vivir y hacer de su vida algo realmente bueno. Al llegar a su casa acaricio al gato, se sentó frente al ordenador, puso música en el equipo del salón, encendió un cigarrillo y comenzó a escribir en el blog.

domingo, 15 de octubre de 2017

Después de la calma, tu luz.

"Porque tu y yo somos un mástil y una vela. la vida es el viento que nos lleva." 
El moderno equipo de la cabina de mando, que se regaló como capricho para hacer más llevaderas las solitarias jornadas en alta mar, hizo sonar a todo volumen la lista de reproducción con canciones que de alguna manera, configuraban la B.S.O de su vida.  El barcelonés Macaco, participaba muy activamente en la selección y aportaba su particular voz y su estilo deliciosamente inclasificable a los temas con los que más identificado se sentía. 
Había estado muy perdido, mucho. 
La tormenta que hacía demasiado poco tiempo sacudió su nave como si fuese un barquito de papel, desenarbolando el velero y destrozando el timón, había estado a punto de enviarlo a pique y, durante unos minutos, nadie hubiese dado un euro por su vida pues se vio a merced de unos elementos que no tuvieron la más mínima consideración con sus ansías de vivir. Tan solo lo salvó algo que está mucho más allá de lo que los marinos pueden entender. Desde los principios de la historia, se trató de ponerle nombre a quien decidía entre la vida y la muerte en el océano. Poseidón, Neptuno, Proteo..,el ser humano necesitaba alguien a quien culpar de sus desgracias y a quien agradecer sus logros.Pero él, como verdadero marino, como uno de esos hombres que hacían del mar su hogar, sabía que lo que realmente podría llevar su nave a puerto con total seguridad, lo que haría que quisiera volver a salir a navegar sintiendo que hay posibilidad de regresar a casa, no era otra cosa que la oportuna y siempre ansiada luz del faro. Esa luz le guiaría en medio de la peor de las tempestades y más allá de radar, sonar, gps y geolocalizadores, él descubrió que la verdadera oportunidad de triunfo radicaba en saber encontrar el haz luminoso entre los negros nubarrones y las olas de más diez metros que engullían vidas sin el menor sentimiento de culpa.
Después de la tempestad, llegó la calma y fue esa calma lo que más le preocupó. Desde que volvió del fondo marino, contra todo pronóstico, salía a la mar asustado, nervioso y excesivamente cauto.En esta última salida, en la que el pequeño velero se resintió de las secuelas de averías mal reparadas, aún no había conseguido localizar el faro de las costas hacía las que dirigir el rumbo y, sabía que sino daba con el faro lo antes posible, volvería a adentrarse en una de esas tormentas que no permiten la huida. Ya había tenido la inmensa fortuna de escapar de la peor de todas pero no era imbécil y sabía que los dados no suelen repetir las jugadas en tiradas consecutivas.
Entonces, cuando más preocupado y asustado estaba, cuando había decidido resignarse y no ofrecer resistencia, encontró la luz. Aquel faro destacó en lontananza cuando menos lo esperaba sorprendiéndolo por la fuerza de su brillo y por lo increíblemente oportuno de su aparición y ofreciendo la posibilidad de llegar sano y salvo a una vida que sería como él fuera capaz de diseñarla, pese a todo.
Dejó que la corriente lo arrastrase hacia la costa y guiado por el faro salvador pero con mucho esfuerzo, pericia y habilidad marinera que creía perdida, consiguió dirigir la nave hacia la luz, salvando los escollos. Cuando ya se supo a salvo de los peligros que hasta que identificó el faro no quiso enfrentar, cerró los ojos y respiró profundamente, prometiéndose a si mismo que siempre le estaría agradecido a aquella necesaria garantía de los hombres del mar. Y desde entonces, cada día que pasa, da gracias a los hados por haber cruzado su torpe y errático camino, con la hermosa y necesitada luz de aquel faro.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Para Rove

Mi padre me enseñó la importancia de la palabra empeñada y ayer te prometí que te escribiría esto. 
Los dos únicos tesoros que tenemos los pobres, son la madre y la palabra y tanto mi madre como mi palabra, son sagradas para mi. 
Espero que te guste. Amo la poesía pero para mi desgracia, no se me bendijo con ese don. Naci para la prosa, para perseguir sueños inalcanzables y para plasmarlos en un relato o en una novela.


Viniste hasta mi con amor luminoso,
encontré mi camino a los pies de tu faro,
rompí con aquello viví temeroso,
oquedad en mi pecho que por fin has sanado.
Navegaré como Ulises sorteando peligros,
instantes de vida que son remolinos,
compartire nuevas sendas que marcan los siglos,
aliviado bendigo lo que ya comprendimos.
A tu lado el camino parece seguro,
consciente de la suerte que tuve al conocerte,
impides que me rinda, que choque contra el muro,
no hay muro que me impida escapar de la muerte.
Olas, mareas, corrientes y vientos,
restos de algas que ensucian mi nave,
el camino es difícil pero en estos momentos,
viviré  agradeciendo que tu fuerza me ampare.

lunes, 9 de octubre de 2017

La leyenda de la princesa farera




 No hace mucho, mucho tiempo y en un país nada lejano, nació una niña que serviría de instrumento al destino y fue marcada con el estigma de la comprensión . Eso la convirtió en una princesa entre las de su especie. Creció, vivió mil experiencias y la preciosa mujer que llegó a ser habitó entre nosotros. Parecía no ser plenamente consciente de la misión que le encomendaron los hados pero todo fue tomando forma y comenzó a darse cuenta de que eran muchos los que de alguna manera, identificaban su luz y se acercaban a ella escapando de las sombras y de los peligros de este inmenso y profundo océano que es vivir.
Al principio no entendía el efecto que causaban sus palabras pero todo cobró sentido cuando descubrió su vocación y se instaló en el hermoso faro en que convirtió su cuerpo.  Desde él y con el potente haz luminoso de sus sentencias siempre oportunas, ayudaba a los marineros perdidos a salvar los escollos y a escapar de un naufragio seguro, guiándolos hacia tierra firme.
Un día, se encontró con un capitán de navío que desolado y atemorizado, reparó en su luz y tras atarse al timón decidido a hundirse con su barco, se acercó hasta ella.  Con extrema delicadeza pero con la firmeza que le confería el ser  una garantía de seguridad, lo recibió con cariño y no dudó en indicarle el camino a seguir para esquivar los arrecifes y sortear los inmensos remolinos que podrían engullir su nave. El camino que trazó, debería recorrerlo el solo, pues aunque el en otro tiempo audaz marino, le pidió que le acompañase en su viaje, el cometido que le habían encomendado quienes deciden el destino de los hombres, no era más que iluminar la ruta más segura. y guiar así a los corazones perdidos hasta la tierra firme de una existencia feliz.
El angustiado marino, apretó los puños, sonrió a la farera emocional y se decidió a emprender el camino que ella le había marcado, sabedor de que no solo sería un buen camino, sino el mejor camino. El único y el necesario desde la posición a donde había llevado la goleta, al haber confundido la latitud en sus cartas de navegación y haber perdido la brújula como consecuencia de un golpe de mar. Al comenzar a seguir la luz que emanaba de la brillante comprensión y complicidad de la princesa farera vio sorprendido como se abrían los cielos en  las horas más oscuras de su vida y como una inmensa sonrisa descendió de las alturas de unos labios celestiales y se posó en el mascarón de proa. Aquello solo podía ser un buen augurio. Bendijo la causalidad por haberle llevado hasta ella y se prometió a si mismo, ser capaz de volver a tomar el rumbo adecuado que lo condujese a la felicidad que aquella radiante luz llena de verdad, sinceridad y conocimiento, le había descubierto. 
La princesa supo al ver la decisión en los ojos y en los gestos de aquel hombre perdido que estuvo tan cerca del naufragio, que siempre compartiría su luz y cada una de las almas que hubiese ayudado a escapar de los innumerables peligros que entraña una navegación confusa y errática le reportaría la mayor de las satisfacciones.
Y como no podía ser de otra forma, fue muy feliz y se pego un festín de perdices, maridado con un delicioso gintonic cortesía de aquel marino que siempre haría sonar la campana cuando navegara frente a su faro en señal de reconocimeinto, eterno agradecimiento y auténtica adoración.



domingo, 8 de octubre de 2017

Buen camino

Se encendieron los pitillos con una metáfora necesaria, en la que ella prendió el pitillo de él y él prendió el de ella. 
-Si tu no enciendes el mio-dijo ella -yo no podré fumar pero tranquilo. Yo encenderé el tuyo. Si solo te miras el ombligo y te preocupas de vigilar que la llama de mi mechero alcance tu cigarrillo en lugar de que la del tuyo de fuego a mi cigarro, no vivirás el abrazo y el mutuo cuidado que esconde este gesto-
Él había pasado tanto tiempo perdido, buscándose en una nueva realidad que no alcanzó a comprender que por dos ocasiones, solo se preocupó de poder aspirar el humo de su cigarrillo encendido pero a la tercera, entendió y asimiló el término real y el irreal de la hermosa metáfora y se preocupó de que ambos pudiesen fumar, sabedor de que ella no dejaría que diese una calada vacía de humo de tabaco.
Y así fue como sin saberlo, acababa de pedirle, de rogarle, de implorarle que pasase al interior de su pecho, se hiciera un hueco y se pusiera cómoda. Porque la quería siempre junto a él, aunque fuese en la distancia.
Desde que la vio entre el grupo de personas que habían acudido a aquella fiesta, notó sobre ella un aura especial, algo que no alcanzaba a comprender pero que lo atraía con la fuerza de un tornado. Él había hecho un esfuerzo acudiendo a la fiesta. De un tiempo a esta parte, solía declinar todas las invitaciones y solo aceptaba las que consideraba que no podrían generarle ningún tipo de problema (o  de momento incómodo) y dada la naturaleza de aquel evento(la celebración de cumpleaños de un ser querido) sacó del armario una de las sonrisas apolilladas, la lustró y se la puso con cuidado de no romperla. 
Cuando la encontró entre un pequeño grupo en el jardín del chalet de la homenajeada, la sonrisa que aún le quedaba excesivamente justa y le tiraba un poco de las comisuras de los labios creció y se adaptó sin esfuerzo a su melancólico semblante. Al principio y como le acostumbraba a suceder desde ciertas catastróficas desdichas sufridas tres años antes; tuvo que hacer un verdadero esfuerzo mental para asociar su rostro y su nombre y ubicarla entre los desordenados recuerdos del pasado pero en cuanto intercambiaron los dos besos de rigor y comenzaron a hablar, todo fue recolocándose por si mismo y afloraron algunas vivencias comunes, algunos momentos alegres y sobre todo y por encima de todo, una conexión tan salvaje que sintió incluso un pequeño mareo cuando leyó en sus ojos que aquello era real y estaba sucediendo.
A lo largo de la noche, entre artesanales gintonics maridados con cariño, canciones oportunas al ritmo de buenos deseos y conversaciones intensas, profundas y necesarias, él fue capaz de rescatar del armario de su alma, la completa colección de sonrisas que pasaron de las más cálidas (por lo sentidas) de la temporada otoño-invierno a las más amplias y frescas (por lo espontáneo) de las de la temporada primavera-verano.
Intercambiaron mucha sinceridad, mucha información existencial y un par de abrazos tan agradables como reconfortantes. 
Al despedirse de ella, supo que volverían a verse antes de que se borrasen las ondas que la piedra que lanzó con su conversación,crearon en el profundo estanque de su alma. Y supo también que pensaría mucho en su mirada, en la fuerza de sus palabras, en la sinceridad de sus sentencias y en el calor de su contacto.
Decidió entonces que ya que iba a dedicarle mucho de su tiempo y muchas de sus emociones, lo haría en el entorno adecuado con la disposición adecuada y con el objetivo adecuado. Se organizaría para volver a caminar con dirección a Santiago de Compostela como hizo una vez en el pasado pero en esta ocasión, no llevaría otra compañía que la del recuerdo de su voz, del olor de su cabello y de la perfección de sus caderas.
Esta vez caminaría consigo mismo y con lo que esperaba de la vida, con lo hermoso de algunos reencuentros y, con la necesidad de conocer la respuesta a las preguntas que desde hacía tres años no le dejaban dormir. 
Sabía que gracias a ella, viviría un buen camino.

viernes, 6 de octubre de 2017

Preferencias

Descorrió por completo la cortina que ocultaba el enorme ventanal junto a la mesa, subió la persiana y la luz de la mañana entró en la sala iluminándolo todo, incluso su corazón, tan confuso aquel día.
Mecánicamente encendió un cigarrillo, se sentó frente a los folios en blanco, bebió un sorbo del café con leche que se había preparado como único dopaje para la dura prueba emocional a la que iba a enfrentarse, comprobó la carga de la estilográfica y comenzó a escribir. 
"Buenos días, princesa". El director italiano, Roberto  Benigni, había monopolizado el saludo que eligió para el inicio de la carta al convertirlo en el leit motiv más reconocible de su película "La vida es bella" pero aún a pesar de que su amada lo tachase de poco original, no quiso renunciar a comenzar así la misiva. 
Una vez rompió el hielo y escribió las primeras palabras, llegó lo verdaderamente difícil, es decir, darle forma a todo lo demás. ¿Cómo decirle que sentía una necesidad imperiosa de comunicarse con ella? ¿Cómo explicarle que prefería hacerlo así, mediante una carta escrita de su puño y letra y no de forma más ágil, como a través de un whats app o de un correo electrónico? Una vez, leyó que el difunto escritor portugués, José Saramago, había escrito que las lágrimas nunca podrían borrar la tinta de un email. En cualquier caso, cuando media hora antes de comenzar a escribir se había levantado de la cama, Laertes supo que no reuniría el valor suficiente para descolgar el smartphone y llamarla. No sabría que decirle. Él, que siempre se preciaba de tener la garganta cargada con  palabras oportunas y del calibre adecuado. Desde luego, se descubría ante ella por ser la única mujer que le había conseguido hacer enmudecer. Y no era la única mujer que le amedrentaba, ni mucho menos. Laertes es un tipo valiente y se enfrentó sin miedo a todas las situaciones que se le presentaron a lo largo de una vida excesívamente compleja y difusa pero a lo único que temía enfrentarse, era a una mujer a la que concediese una mayor claridad de pensamientos y emociones de la que él pudiese llegar a conseguir. Si a eso le sumaba todo lo que lo atraia de ella, su indiscutible atractivo físico, la seguridad de su tono de voz y la rotundidad de sus palabras; la comunicación epistolar, era la forma más viable de contacto.
"Sé que es posible que no quieras saber nada de mi, e incluso que no llegues a leer esta carta pero me veo moralmente obligado a escribirte porque he sido tan estúpido para permitir que abandonases mi vida y que  me condenases al olvido, que para mi ha sido el más duro de los destierros. Prefiero que rompas la carta sin llegar a abrirla a no  franquearla por cobardía."
Repasó una y otra vez aquel pequeño párrafo que le salió de forma inconsciente y veloz, como si se tratase de la escritura sintomática de un médium en una sesión espiritista o de un poseído de Albacete escribiendo en arameo. Sonrió al hacer esa mental analogía porque en efecto, estaba poseído. Poseído por completo por un sentimiento de tal magnitud, que sus actos y sus pensamientos ya no le pertenecían solo a él. ¿Cómo abrir la espita de su pecho para que manase el caudal de emociones y llegase hasta ella en forma de torrente cristalino? Prefería hacerlo por escrito. 
El cenicero se iba llenando de colillas a medida que la pluma estilográfica recorría un folio tras otro y ates de que se diese cuenta, ya había emborronadodo media docena de ellos con la declaración de amor más sincera y más honesta que se hubiese escrito nunca. Pero al darse cuenta de que nunca había apuntado sus señas, casi se desmayó de rabia. Y había llegado a dormir con ella, allí, en su casa, aunque como el no condujo aquella  noche al delegar la responsabilidad en un taxista al que ella indicó el camino de forma escueta y precisa, no reparó en interiorizar la dirección.
O quizás no. Quizás no había llegado a dormir con ella más allá de su imaginación y aquella noche de pasión y placer había sido solo producto de sus sueños y por eso no conseguía recordar lo que escribir en el anverso del sobre. Sabía que su casa estaba en una pequeña población de su provincia pero para su desgracia, disponía de muy pocos datos para realizar el envío. Solo su nombre. Lo escribió con caligrafía de concienzudo y artístico amanuense y tras terminar de hacerlo, se sirvió una salvadora  medida de whisky en la ya vacía taza del café. Mientras bebió aquel néctar de malta escocesa, pensó en su sonrisa y en sus increibles curvas y se sintió renacer. Había encontrado la solución: encontraría sus señas en internet a través de las redes sociales. Bendito progreso. Benditos  modernos mentideros públicos y púlpitos virtuales donde la gente sube a lanzar sus soflamas y proclamas desde la supuesta impunidad de la pantalla del ordenador .
Antes de ducharse y vestirse para salir a la calle a sellar su destino, Laertes encendió un último cigarro y disfrutó como nunca de la dosis de muerte, americana y baja en nicotina.

lunes, 2 de octubre de 2017

Cuando tu mundo se acaba

"Tanto vagar para no conservar, nunca nada"
Tarareando una muy apropiada canción de la banda que de jovencito le descubrió lo que esconden las guitarras eléctricas, los pantalones de cuero,las letras soberbías y la pose de artista maldito, caminó con las manos en los bolsillos, el afilado cuchillo en el interior de la bota izquierda y la sonrisa en los labios.
Su vida se ha convertido en una farsa tan grande, que fantasea con sufrir un repentino, misericordioso e indoloro ataque al corazón, o con que desde un tejado samaritano, caiga una teja salvadora que destroce su cráneo y le produzca una muerte instantánea. Cualquiera de esas cosas que suceden a diario a lo largo del planeta y que todos consideran como producto de la mala suerte pero él ve como la solución a todos sus problemas. Benditas cáscaras de plátano sobre el asfalto que conceden a unos pocos elegidos el alivio del descanso eterno.
Hasta hace poco consideraba la vida como un jardín privado, en el que tumbarse a disfrutar del canto de los pájaros y el olor de las rosas pero hoy, ni siquiera encuentra agradable la imagen de una flor de loto; algo tan exótico y relajante, tan simbólico y enigmático que en muchas culturas representa el no va más de la conexión con la energía que todo lo mueve. Por descontado ha aprendido a repudiar el graznido de las aves que lo sobrevuelan picotenado las migajas que le caen de la boca, deseosas de que tropiece y deje de respirar y  moverse para darse un festín con sus entrañas y sus globos oculares.
Ha pasado de vivir en un mundo mágico y lleno de color a deambular por una existencia tenebrosa y en blanco y negro. 
Y él nunca ha sido así. Siempre se lo veía sonriente, rodeado de gente, adorado por todos. Siempre dispuesto a repartir abrazos, besos y caricias, sazonado todo ello con la mejor de sus sonrisas y con las palabras adecuadas y oportunas, elegidas con esmero. Pero por fin ha madurado y ha descubierto el secreto de todo y las respuestas a los grandes enigmas que componen eso a lo que llamamos vida. Puede que el conocer las respuestas sea lo que lo  ha llevado a  perder la fe. Puede que conocer la verdadera naturaleza del ser humano le haya hecho desesperar y renunciar a sentimientos que creía inmortales, como el amor, la amistad y la gratitud. Ahora conoce las reglas del juego. Al fin ha reunido el valor suficiente para leer la letra pequeña y saber que pase lo que pase y le pese a quien le pese, él no aceptará el código establecido y abandonará la partida si con cada tirada, los dados se llevarán por delante todo lo que encuentre sobre el tablero de su alma. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, incluso a él mismo, está dispuesto a perder una y otra vez. Tantas como juegue. Y ya no quiere jugar más. Por eso lleva un cuchillo. Sabe que alguien vendrá a reclamar su puesto en la casilla de salida y esta listo para canjearlo por el comodín de la sangre, que todo lo puede.
Matar o morir son caras de la misma moneda y él sabe que la suya nunca caerá de canto.
Nació supuestamente puro y conservó la candidez y la inocencia hasta bien avanzado el juego, pero como todo en esta vida, lo que tiene que suceder terminará sucediendo y si, esa es una gran verdad,todo termina llegando, hasta lo bueno. Pero en su caso lo bueno llegó y pasó de largo y tuvo que contentarse con lo menos malo hasta que comprendió también que lo menos malo se transformó en el paradigma de una falsa felicidad. 
Y saberse falsamente feliz le hace desgraciado. Y saber que nadie entiende su desgracia le lleva a recluirse cada vez más en la carcasa  que lo identifica como varón caucásico de mediana edad. Y está realmente harto de que además se lo considere afortunado entre los de su especie, por haber caído en la casilla de la vida extra y haberse convertido en un privilegiado sin merecerlo ni haberlo pedido. Aquello no fue más que una buena tirada en la que los dados se dieron la vuelta en el último momento al rebotar con la ficha de un jugador que merecía mucho más que él caer en aquella casilla y sin embargo, fue eliminado.
Nada es justo. Nada.
"¿Querrás tu rectificar, las lineas de  mis manos?
Aún a punto de conseguir dejar el tablero, algo dentro de su pecho le obliga a agarrarse al juego con uñas y dientes. Algo que siempre ha disfrazado de cuerpo de mujer y no es más que el deseo de hallar un alma gemela que sepa comprenderlo, que comparta sus inquietudes y sus miedos y que seque sus lágrimas cada noche abrazado a su imperiosa necesidad de descifrar el dibujo de los posos del café.