miércoles, 9 de agosto de 2017

Pirómano practicante

Necesito un pecho ignífugo para albergar este condenado músculo  incandescente, que no cesa de acumular grados centígrados y de quemar lo que me queda de alma. Estoy harto de vivir abrasando el entorno con la lava de mis lágrimas y cubriendo de cenizas los recuerdos de viejas historias de amor, de mujeres que me juré no olvidar nunca y de noches de pasión que se convirtieron en una noche más.
Siento algo dentro que me quema y me da miedo pero no es ninguna amante de fuego; es este puto corazón defectuoso, que experimenta la más salvaje combustión espontánea, cada vez que una mujer me susurra al oído que me quiere, mientras me acaricia la nuca o el pecho.
Y lo peor de todo es cuando siento que ya no hace calor dentro de mi. Cuando ni tan siquiera necesito quitarme la chupa de cuero al reconocer su rostro entre la muchedumbre, cuando todas las sonrisas con las que me cruzo me dejan helado. Está claro que de alguna manera, necesito que el volcán de mis sentimientos entre en erupción y sufrir lo indecible y sonreir al ver como la piel se va llenando de ampollas y de quemaduras de amor de tercer grado.
Igual es que soy algo más que un apasionado de lo vivido contigo. Igual soy algún tipo de enfermo o de monstruo que necesita, disfruta y se alimenta de las llamas.
En cualquier caso no lo entiendo, no me entiendo, no  lo entienden, no me entienden.
¿Y ahora qué? Ahora volveré a llenar folios con versos y textos altamente inflamables y  potencialmente peligrosos.
No sé porqué coño tuviste que mostrarme lo que era esto. Porqué tuviste que descubrirme lo que se experimenta al amar de verdad y al sentirse amado. No sé porqué al tomarte por primera vez, sentí que besaba a Dios en los labios, convirtiéndome en un adepto a tu doctrina y a tus enseñanzas, en un devoto de tu cuerpo desnudo, en un convencido creyente de la única verdad que le daba sentido a mi vida.  No sé porqué coño me bautizaste en tus húmedos recovecos, para luego marcharte y hacerme renegar de ti.
Pero te me apareces una y otra vez en el cuerpo y en la boca de otras mujeres, devolviéndome la fe.
Te amo y te odio. Te echo de menos y no quiero volver a verte nunca. 
Añoro tu magma. Añoro alcanzar el punto de ebullición y convertirme en vapor de ti mientras te desnudo.
Por favor, no dejes que se me congele el pecho.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Aisss por faaavorrrr es que me derrito.
Yo no sé si es un relato ficticio o va por alguién por quién aún suspiras... En todo caso me remueve por dentro, mi alma que enseguida se despierta...

Bueno, me despido por un tiempo, estaré desconectada, me voy de vacas!!!! A la vuelta me tendré que poner al día!! Me encantas!!!!
Zeroide,

lacantudo dijo...

En primer lugar, difruta muchísimo de tus vacaciones. Mi neuróloga me dijo que el cerebro necesita de reseteos ocasionales (siestas, vacaciones, fines de semana, ratos de relax y ocio) para recargar batería y funcionar a pleno rendimiento.
En segundo lugar, me hace mucha ilusión saber que con mis textos, despierto sensaciones en los lectores, remuevo almas y conciencias y consigo emocionar (hay diferentes tipos de emociones y aunque sea generando asco, rechazo o repulsa, también se emociona a alguien)
Al escribir este texto, no lo hice pensando en nadie en particular,solo en lo que me retoría el espíritu, aunque durante el ratito que estuve al teclado, desfilaron por mi mente los rostros de aquellas mujeres que me han marcado el alma a fuego, pues las quise y sé que al menos durante un tiempo, me quisieron. Se nos rompió el amor de tanto usarlo y creo que esa es mi condena y mi mayor bendición. No sé fingir amor. Cuando me enamoro lo hago hasta el último latido y jamás he dicho un "te quiero" que no sintiese y he dicho muchos. Luego todo se enfria y tengo la espalda desollada por los latigazos que me dieron distintas manos que empuñaban el látigo de la indiferencia y del adios.
Me encanta encantarte. Te reconozco como una persona con una sensibilidad especial y que me digas eso, es un alago.
Pásalo muy bien, desconecta de rutinas y descansa.
Besos.

Anónimo dijo...

Pues no sé si envidiarte o tenerte lástima. A mi también me encanta escribir, no lo hago tan bien como tú ni mucho menos, suelo escribir lo que me sale del condenado músculo ese del que hablas...y revisando mis textos, antes yo escribía como tú, desde el amor, o el desamor, la esperanza del amor, textos muy lindos que a veces me hacen llorar. Pero ahora escribo desde el desencanto, la pérdida de fe en el amor, en un cibermundo que nos arroja en brazos de cualquiera y en el cual yo tampoco he encontrado a quien dejarle mi corazón una sola vez mas...me lo han roto demasiadas veces.
Por eso no se si te envidio por seguir teniendo fe en el amor, o me da pena que te lo vuelvan a romper.
Espero no haberte ofendido...te seguiré siguiendo ;-)

lacantudo dijo...

No me ofendes en absoluto, todo lo contrario, me alegra mucho ver que tras la lectura del texto has tenido el detalle de compartir tus reflexiones sobre lo leido.
Veo que eres una persona que sabe expresarse y que tiene sensibilidad, dos condiciones necesarias para que los textos lleguen al lector por lo que no dudo que tendrás cosas muy tierna e interesantes y que escribirás bien. Yo sigo aprendiendo y sé que aún me queda mucho.
Esto último, lo del aprendizaje, vale tanto para mi inquietud literaria como para mi necesidad de amar y ser amado. Me he llevado muchos palos, demasiados quizás pero no pierdo la esperanza y sé que un día encontraré a la mujer que llevo esperando toda la vida. Aunque he decidido no buscarla más. Si tiene que llegar, llegará cuando menos lo espere.
El corazón es un músculo muy delicado pero como todo, (menos la muerte) tiene arreglo. El cariño de mis amigas y de los amigos sutura todas las heridas y aunque lo tengo lleno de cicatrices, aún queda espacio para un par de costurones más.
No obstante gracias por preocuparte por mi. Encantado de tenerte por aquí. Pasa, hazte un hueco y siéntete en tu casa.