viernes, 10 de marzo de 2017

Tu lo has querido.

El relato que cuelgo hoy aquí, es el producto de una propuesta que hice en mi nueva página de Facebook, "Juan Pizarro New" una página que he abierto como escritor y para compartir tan solo temas literarios. Las fotos de mi gato y mis tonterías varías, las dejo para el perfil del caralibro de toda la vida.
He tratado de utilizar todas las propuestas que han dejado las personas que han secundado mi iniciativa y a ellas está dedicado este relato que espero que os guste. Me encanta jugar.



Corre el año del señor de mil ochocientos noventa y dos, finalizando ya el sigo diecinueve.
El doctor Jeremías  Lincon, aprovecha que  ha encendido la caldera de su laboratorio, para arrojar al fuego los restos de la última prostituta que le vendió un buen rato de placer, antes de ser estrangulada y posteriormente descuartizada. Al tumbarla, completamente desnuda y aún caliente, sobre la mesa de trabajo del laboratorio donde realiza sus experimentos,no pudo evitar recordar los momentos de éxtasis carnal que había compartido con ella apenas quince minutos antes y dudó seriamente entre tratar de devolverle a la vida utilizando la nueva máquina fruto de su infatigable trabajo de años, o hacerle el amor a su cadáver. Al contemplar sus pechos redondos, turgentes y deliciosos, su labios carnosos y su pubis aún húmedo del encontronazo sexual, la erección le alcanzó con la sierra de huesos en la mano y apoyada sobre la cintura de la joven. 
Controlando sus instintos más bajos, procedió a cortar a la mujer en varios pedazos que quemar rápidamente, no fuese que apareciera alguien a incordiar y comenzase a hacer preguntas.
Con esta son ya una docena las prostitutas que habían ardido en su caldera y Jeremías, comenzó a plantearse si tendría algún tipo de fijación con eso de los estrangulamientos post coito.
Aprovechó el fuego para quemar también la ropa y el bolso de la ramera y una vez hubo hecho desaparecer todas las evidencias de su crimen, se vistió con un traje de ante y unas botas cómodas, preparó una mochila con útiles, algunas joyas de gran valor  y provisiones por si sucedía algún percance durante su viaje, comprobó que el revolver que introdujo en el interior de su bota izquierda, estuviese cargado correctamente y se dirigió al interior de su maquina.
La maquina para viajar en el tiempo, había sido el resultado final de su búsqueda de algo tan fantástico como improbable y condenado pro la comunidad científica y la iglesia, el poder sobre el tiempo. 
Jeremías siempre había sido uno de esos científicos que se enfrentaba a los prejuicios académicos y religiosos y aunque eso le había hecho no resultarle simpático a ningún miembro de su comunidad, francamente, le importaba muy poco, por no decir nada.
Accionó con cuidado y precisión quirúrjica los controles para introducir las coordenadas espacio temporales. La semana anterior, durante su último viaje, había caído en medio del océano y de no ser por la impresionante desertización que asoló el Índico durante el siglo diecinueve, habría muerto ahogado. 
Esta vez viajaría al siglo veintidós, a ver que había sucedido para entonces con el planeta Tierra.
El hecho de llevar el arma cargada, era una medida de precaución para enfrentarse a lo desconocido pues aunque solía llevar un gran y afiladísimo bisturí oculto en la manga de la chaqueta, ya había visto la facilidad con la que el ser humano desarrollaba admirables inventos para matarse, a ser posible, de lejos y sin jugarse el tipo en un enfrentamiento directo.
La bomba atómica, esa poderosa arma de esdrújula denominación y devastadores efectos, le había sorprendido al ser la confirmación de su teoría sobre la fusión del núcleo pero claro, a él no se le hubiese ocurrido nunca utilizar uranio empobrecido.
Lo más gracioso fue descubrir inventos como los ordenadores y algo que jamás habría imaginado siquiera, el Internet.
Gracias a un ordenador conectado a esa arácnida red gigantesca en la que millones de personas pasaban las horas atrapados como inmóviles presas, encontró a un personaje que le llamó poderosamente la atención. Un escritorcillo con ínfulas de gran literato que se había quedado en eterna promesa y que pese a sus casi cuarenta y tres años, aún se comportaba como un niño. Siempre contando estupideces en sus canales de comunicación, haciéndole fotos a su gato y otorgándole poderes sobre humanos. Sin embargo, al avanzar hasta el año dos mil dieciocho, se encontró con que ese afortunado tipejo de prosa afilada como una navaja, había conseguido engatusar a los suficientes lectores como para hacerse un nombre en el panorama cultural, conocer a la presidenta de Alemania, seducirla, casarse con ella y controlar en la sombra las decisiones de la fracasada unión Europea.
El lujurioso y carismático escritorcillo, había jugado sus cartas con tal acierto, que inundó los mercados alemanes de pepinos españoles, anteriormente denostados por su esposa, la presidenta , hizo que el gato común se convirtiese en objeto de culto e incluso de adoración y, anuló las fronteras entre los países de Europa, lo que derivó en una crisis militar de tal calibre que a punto estuvo de terminar en la tercera guerra mundial.
Pero su mayor aportación a la historia y por lo que le seguía la pista desde el día en que topó casualmente con él, fue el escribir un relato sobre un científico  psicópata que dominaba los viajes en el tiempo, encriptando entre las frases del texto, las palabras clave para formular científicamente la ecuación que abriría a la humanidad la puerta de los viajes en el tiempo.
El destino es caprichoso.

No hay comentarios: