lunes, 23 de enero de 2017

Combustión interna.


Corazón calcinado. Así lo certificó el médico forense, que examinó el cadáver que la policía municipal le llevó al depósito, después de que el juez hubiese ordenado su levantamiento. Ese era su dictamen para la causa de la muerte del hombre, al que el rigor mortis había petrificado en el rostro una sonrisa tan inmensa como ilógica y sorprendente, dadas las circunstancias.
La combustión espontánea era algo que por lo asombroso e inexplicable, siempre había suscitado controversias y duros debates entre la comunidad científica. Tras estudiar con extremo detenimiento el cadáver al realizar la autopsía, no había ninguna otra explicación posible. Aquel hombre murió cuando su corazón combustionó de pronto y sin motivo aparente. Se habían analizado exaustivamente la piel de su pecho y la camisa que lo cubría y, las evidencias no dejaban lugar a dudas, había comenzado a arder desde dentro.
Lo que aquel doctor de bata blanca y gruesas gafas de pasta no era capaz de comprender, es que a veces se llegaba a sentir un amor de tal intensidad que el fuego del sentimiento se volvía incontrolable y terminaba quemando el corazón del amante.  Quema el fuego del corazón y eso es tan real como la vida misma, no solo parte de la letra de una canción de Macaco.
El doctor Lovaina, se sentó en una banqueta junto al cuerpo desnudo, seco y en su mitad hendido por un bisturí, que aún permanecía sobre la mesa del laboratorio donde se había realizado la autopsía. 
Sabedor de que ya no quedaba nadie en las instalaciones, encendió un cigarrillo y lo apuró mirando fijamente la expresión del cadáver. ¿Cómo era posible que hubiese sonreído así durante sus últimos segundos de vida?.  El aroma del tabaco rubio se mezcló con el de los desinfectantes con los que se limpiaba el mobiliario, el suelo del complejo  y el material quirurjico, dotando a la atmósfera de la sala de un olor poco habitual. Lo que aquel sorprendido y desorientado galeno relacionó con la repentina defunción, es que al recibir la llamada del compañero de piso del difunto, los agentes que acudieron al domicilio encontraron sobre la mesa del comedor un hermoso centro floral, que había recibido el desafortunado escritor poco antes de fallecer. Al leer la tarjeta que acompañaba el natural y bello detalle, no le quedó duda alguna sobre lo que que había podido llevar su corazón hasta la combustión espontánea. Leer aquellas pocas palabras, cargadas de ternura y de amor, podrían haber combustionado su propio corazón, si hubiesen estado escritas para él. La romántica autora de aquellas frases, mencionaba la "lumbre de la esperanza". Al parecer las llamas se comunican y se atraen entre si.
Lovaina sabía que aquel hombre había muerto de amor. Y en el fondo, envidió su poético final.

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