martes, 6 de diciembre de 2016

Palos de ciego

Ha dado tantos que ha terminado rompiendo su bastón y ahora depende únicamente de su fiel lazarillo.
Se pierde entre las sombras y si no tiene cuidado, volverá a caerse y a destrozarse el cuerpo contra el suelo.
Es cierto lo que dicen, la vida pasa y pesa, pero pesa mucho más no atreverse a vivir. Ahora le toca ser valiente y poner un pie detrás del otro, sin saber si pisará sobre seguro, aunque los ladridos de su lazarillo le guían y le previenen del peligro.
Hubo un tiempo en el que no necesitaba más guia que su instinto y la fama de su valor le precedía. Hubo un tiempo en el que le echó un pulso al destino. Pero en su soberbía terminó perdiendo y aún le despierta en medio de la noche la herida de su maltrecho brazo, roto en la lucha contra el fatum. 
A veces llora, a veces se desespera y a veces se deja deslumbrar, confundido por la luz que irradia el fuego, pero termina quemándose.
Se terminó el vivir con miedo, si ha de caer, caerá y si debe quemarse se quemará sonriendo.
La luz de la estrella que quiere alcanzar, brilla muy lejos y no le deslumbra, simplemente le guia y en su ceguera, es la garantía de que cuando llegue hasta ella, volverá a ver. Necesita llegar hasta ella, necesita saber que no es un espejismo ni un producto de su imaginación. Necesita creer en algo porque todo se ha venido abajo y con la ilusión, perdió la vista y se convirtió en el cobarde que es ahora, en el niño rubio que llora y que se queda escondidito en un rincón. Pero eso se ha terminado.
Él vale, vale mucho. Es fuerte y es muy capaz de conseguir lo que se proponga. Está despertando de su pesadilla existencial y está volviendo a coger el toro por los cuernos.
¿Quien dijo miedo? Él, constantemente como en una letanía pero ha decidido cambiar su discurso y dejarse de lamentos.
Hasta aquí hemos llegado, piensa y respirando profundamente emprende el camino. Llegará. Llegará si se lo propone y se lo ha propuesto. Volverá a ser el que era. Volverá a correr por la playa, jugando con su fiel compañero canino y despreocupándose de lo que realmente no merece la pena.
Ya está en el camino y aunque a veces se enganche con las ramas desnudas de los siniestros árboles que crecen junto al sendero, no va a detenerse.
Está convirtiendo el tenebroso bosque, en el sitio de su recreo. Y empieza a gustarle.

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