domingo, 20 de noviembre de 2016

La bestia



Dentro de él, sigue habitando la bestia. El problema es que ha estado demasiado tiempo adormecida con dardos tranquilizantes camuflados en pastillas blancas; que como los emanems, se deshacen en tu boca, no en tu mano.
Por fin despertó y se alimentó de carroña de discoteca.
Para deleite y solaz regocijo de quienes soñaban con ocupar su puesto, se había convertido en un tipo entrañable; en lo más parecido a un osito de peluche, siempre con el gesto amable y la palabra más tierna con la que dirigirse a todo el mundo. Le perdieron el respeto al convertirse en la sombra de quien fue.
De un tiempo a esta parte, todo le asustaba, todo. Su bestia interior, empachada de tranquilizantes, se entretenía con ovillos de lana y presas de juguete.
Apuró el whisky con hielo de un trago y tras sopesar la situación, reventó con fuerza el vaso vacío en el pómulo derecho del chaval más cercano, que sorprendido por  la reacción de quien consideraba un pusilánime inofensivo, se llevó las manos a la enorme herida del rostro y cayó de rodillas. Al tener a su primera víctima arrodillado frente a él, tomo impulso y le propinó una fuerte patada en la nuez, dejándolo absolutamente fuera de juego. Ahora tocaba el turno de los demás. 
Como sospechó desde un principio, el más chulo de los cuatro macarras que habían ofendido a su amiga, salió corriendo al darse cuenta de que su amigo más grande yacía sin sentido en el suelo, sangrando como un cerdo. Antes de que el que más le preocupaba (un tipo moreno y bajito, de anchas espaldas y mirada turbia) consiguiese sacar la navaja del bolsillo trasero del pantalón vaquero, le propinó un cabezazo en la nariz. Al romperle el tabique, consiguió la reacción física que esperaba. En el acto los lacrimales inundaron de lágrimas el rostro de su oponente, impidiéndole una visión clara y aprovechó para sacudirle con todas sus ganas,un fuerte puñetazo en la sien que lo envió contra la barra de bar, donde uno de los camareros pulsaba frenéticamente el botón de alarma para avisar a los porteros y al personal de seguridad de la sala. Calculando el tiempo que tardarían en llegar "los puertas", cogió uno de los taburetes de la barra y lo rompió en la espalda del último adversario, que se había girado para buscar ayuda entre el público del local. Una vez que lo tuvo en el suelo, saltó sobre su cabeza con los pies juntos, provocándole un severo traumatismo cráneo encefálico.
Misión cumplida. Tres de cuatro. Y un cobarde.
Tomó a su llorosa amiga de la mano y trató de salir corriendo de la oscura discoteca, sorteando a los seguratas aprovechando la histeria colectiva, que hizo que los más de dos centenares de clientes que abarrotaban el local, intentasen de escapar de aquella orgía sangrienta. Pero no fue tan sencillo.
Cuando estaba a punto de conseguir su objetivo, sintió un fuerte golpe en la cabeza y después cayó al suelo. Uno de los seguratas lo había identificado y, sin pensárselo dos veces, le golpeó en la cabeza con un bate de baseball.
Fin de la partida. Acababan de quitarle la vida extra y los bonus por superar la pantalla. Su bestia aún le ayudó a sacar el bolígrafo del bolsillo interior de la chaqueta y cuando el segurata se inclinó a comprobar si aún respiraba, le clavó varias veces el bolígrafo en el cuello con movimientos lo suficientemente rápidos y fuertes que le permitió su estado.
Entonces se hizo la luz y todo desapareció a su alrededor.
Su novia se había despertado y al no encontrarlo en la cama junto a ella, se levantó preocupada y lo encontró en el estudio, sentado ante el teclado, escribiendo y fumando un pitillo tras otro.
-¿Qué haces cielo?- Preguntó tras encender la luz.- ¿Escribiendo otro relato de amor?. Mira que ultimamente estás demasiado ñoño y te van a sacar cantares. Deberías centrarte en esa novela sobre la guerra de secesión que tienes un poco abandonada. - Esto lo dijo con voz dulce, aunque sensiblemente molesta por la ausencia.
-No cariño. No podía dormir y necesitaba poner por escrito todo lo que me atormenta.  Mis personajes  se alimentan de mi personalidad y estoy algo cansado de que todos me tomen por el eterno enamoradizo al que traicionar y romper el alma sin mayor consecuencia. -
-Eres sensible, tesoro. No te avergÜences de ello. El mundo está lleno de tipos duros y en la variedad está la diversión. No pretendas ser lo que no eres y no has sido nunca. -  Le dijo esto mientras le abrazaba por detrás y le basaba en el cuello, cosa que hizo que le recorriese un escalofrío de placer por toda la espalda, pero no pudo disimular su enfado, en el tono de voz al contestarla.
-Soy sensible, mi vida. Pero no soy gilipollas. Ni soy un osito de peluche al que abrazar y rascar la tripita. No soy tan solo el eterno mejor amigo, ni el hombro donde apoyarse para llorar vuestras penas y contarme lo mal que os lo hacen pasar los cabronazos de turno. También soy un hombre. Te quiero con toda mi alma y daría mi vida por ti, pero por favor, no confundas sensibilidad con debilidad. Te aseguro que no soy débil.- 
Terminó la frase mientras se levantó para estrecharla contra su cuerpo. acariciarla con cariño y  deseo. Súbitamente excitado, jadeó al ver que ella se humedeció rápidamente y también le acarició con pasión, finalizando el viaje por el pecho y el vientre en el sexo, que ya se había endurecido antes de recibir el contacto de la delicada y habilidosa mano.
La transportó en brazos hasta la cama y una vez allí, le hizo el amor con tanta pasión y tanto sentimiento, que al alcanzar el orgasmo los dos al tiempo, no pudo evitar que se le escapase un "te quiero" entre suspiros. Se levantó a encender un pitillo en el estudio, ya que al no ser ella fumadora, intentaba no fumar en el dormitorio, para no contaminar la zona de descanso. Aprovechando que estaba junto al ordenador,accedió al documento de texto que acababa de escribir y borró el relato de la pelea en la discoteca, renunciando en el acto  a su bestia interior. No quiere volver a saber nada de esa bestia.No la necesita. Solo la necesita a ella, solo quiere amarla y ser amado por ella. Todo lo demás, no importa.

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