domingo, 13 de noviembre de 2016

A ningún buzón.

Cansado de perseguir el recuerdo de la más bella historia de amor que tuvo y cree que jamás tendrá, decidió poner fin a tanto sufrimiento.
No hay nada más bello que lo que nunca ha tenido y nunca conseguirá. Lo sabe. Está convencido de que no hay nada más amado que lo que perdió, y eso le destroza el alma.
Nunca fue sabio en amores, no llego a ser ni bello ni bueno, al menos no tan bello y tan bueno como a ella le hubiera gustado.
Sus recuerdos han pasado de ser cada día más dulces a convertirse en la hiel que le amarga las entrañas, corroyéndole por dentro y haciéndole retorcerse de dolor.
Por eso ha decidido buscar un sueño eterno ausente de ella. Está cansado de construir castillos de arena que desaparecen cada vez que sube la marea de la nostalgia. El olvido no se ha llevado ni la mitad de las noches que compartió con ella y, ahora tan solo comparte cama con su sombra y la oscuridad se convierte en algo demasiado tentador. 
Una pareja que pasea con su perro por la montaña, repara en él. Por unos segundos se preguntan que estará haciendo allí  ese tipo de ojos tristes, apurando un pitillo tras otro y hablando solo.
Al comenzar a llover,llaman al perro con un fuerte silbido y aprietan el paso para ponerse a cubierto bajo las ramas de los árboles vecinos. No tardan en olvidar al hombre del chaquetón negro que fumaba sentado en el borde del precipicio.
La lluvia comienza a caer con fuerza y se levanta un viento gélido muy desagradable, que le hace abrocharse el chaquetón y subirse los cuellos. Aquello le lleva a pensar en lo bien que se estaba enredado en su pelo y en su cuerpo, y lo frío, triste y solo que está sin ella.
Se descubre muy enfadado consigo mismo, por haberse convertido en el eterno hombre en pena que suplica a la vida una oportunidad tras otra. Él, que ha sido el tipo más alegre del mundo y ahora tiene que esforzarse para conseguir una mueca parecida a una sonrisa. 
Saca la libreta que lleva siempre en uno de los bolsillos traseros del pantalón y comienza a escribir una carta de amor, para que vuele hasta ella acompañándolo en su caída. Una carta que rubrica, sabiendo que nunca se enviará a ninguna parte, a ningún buzón.
Al arrancar las páginas de la libreta donde ha escrito su carta, encuentra por casualidad unas frases que escribió unos días antes. Es el comienzo de un relato sobre el hada del destino.  Pensar en el hada y en  lo que ha comenzado a escribir sobre ella, le lleva a sacar el plateado mechero de gasolina del bolsillo y a pegarle fuego a esa absurda carta, escrita con mano temblorosa. Las llamas crecen al abrigo de unas piedras, que evitan que la lluvia arruine el atávico ritual en el que está quemando los restos de dolor y la desesperación, que casi le hacen cerrar los ojos y coger impulso en busca del ansiado descanso. 
Corre hacía los árboles buscando resguardarse de la lluvia y sin poder frenar a tiempo, se da de bruces con la personificación del hada de su relato inconcluso.No es producto de una enajenación mental, existe y casi la derriba al chocar contra ella. Sabe que es un hada, por lo dulce de su sonrisa y de la expresión de la mirada que le dedica al aceptar sus torpes excusas .
La vida comienza de nuevo. 
Saca el paquete de tabaco,se lleva un pitillo a la boca y disculpando su falta de educación, le ofrece un cigarrillo que ella acepta con una enorme y preciosa sonrisa. Puede que este sea el principio de una hermosa amistad. Reza para que ese hada nunca se vaya de su vida, intentará ser todo lo bello y bueno que pueda ser. Conocerla ha despertado sus ganas de ser la mejor persona posible. Ya no quiere morirse. Quiere vivir y escribir para y por ella. Y por y para él.




 

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