sábado, 29 de octubre de 2016

Herencia cervantina



Como vallisoletano que soy, reconozco parte del legado de don Miguel de Cervantes en la corrección con la que se habla el castellano en mi ciudad, ciudad en la que también residió el “manco de Lepanto”. Los vallisoletanos nos preciamos de hablar el mejor castellano del mundo y sinceramente creo que el haber leído desde niños a Cervantes, ha influido notoriamente en ello.
Don Quijote se me presenta un personaje atemporal. Siempre habrá sitio en la humanidad para los caballeros andantes que influidos por la lectura de pasados actos heroicos, apuesten por enfrentarse a las injusticias que campan a sus anchas por el planeta, aún a riesgo de ser tomados por locos.
La vida me ha llevado a ser armado caballero por mis lectores y a ellos me debo y por ellos pico espuelas con la lanza en ristre, mientras cargo contra una infinidad de gigantes disfrazados de molinos, listas del paro, corrupción, violencia de género y  terrorismo. La brujería los ha permitido adoptar muy diversas formas. Prometo no desfallecer en mi empeño y conseguir rescatar de todo mal a mi Dulcinea del Toboso, que oculta su inmortal belleza y encanto, tras otro nombre más mundano y actual.
Mis textos se sumarán a los de otros muchos caballeros que no temen entrar en combate para desfacer entuertos armados solamente con una pluma o un teclado.
La palabra es el arma más poderosa y no habrá sortilegio ni encantamiento capaz de doblegarme en singular combate, mientras la esgrima limpia, afilada y correcta.
Puede que vuelva a ser derribado de mi montura y puede que mi cuerpo maltrecho y dolorido, no resista demasiados lances ya. Pero con fuerza y honor, alcanzaré el triunfo de la razón y  un día recibiré el beso de aquella que me ha hecho desear ser la mejor persona posible y que me ha inspirado, me inspira y me inspirará, los textos y los versos más hermosos.


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