lunes, 8 de febrero de 2016

Esperanza

No acostumbro a utilizar el blog para hacer recomendaciones cinematográficas pero desde el sábado estaba rumiando escribir una entrada sobre la historia del protagonista de una película española que me dejó un más que agradable buen sabor de boca, "Kamikaze".
El prota (y esto no es spoiler)  es un hombre a quien la pérdida completa de esperanza, tras fallecer su familia en un bombardeo de la aviación rusa que sometía a su pueblo, decide cometer un atentado,y hasta ahí puedo leer o mejor dicho, hasta ahí puedo escribir.
Lo que terminó de precipitar el que tomara esa decisión, fue la muerte de su único hijo, quien al separarse de él en el centro de la ciudad done residían, de forma obediente, siguió el consejo de su padre de no moverse del último lugar en el que habían estado juntos hasta que él se acercase a recogerlo.
Me gustaría escribir sobre como hubiera sido todo si aquel niño no se hubiera quedado en ese lugar, expuesto a los efectos del bombardeo.



Siempre hay esperanza.



Aterrado, el pequeño comprobó que estaba solo. Se subió como pudo  a una farola para tratar de localizar a su padre entre los cientos de personas que corrían despavoridas escapando de los dos cazabombarderos Mig que sobrevolaban la zona del mercado, atestada de gente en aquel momento pero no consiguió identificar sus largos y negros cabellos recogidos en una coleta sobre la nunca.
Entonces decidió desobedecer el consejo de su padre que siempre le pedía que en caso de que se separasen no se moviese del último lugar en el que habían estado juntos y corrió a ponerse a salvo bajo unos soportales cercanos.
La primera bomba estalló a los pocos segundos de haber conseguido refugiarse y horrorizado vio cuerpos desmembrados junto a la farola que acababa de abandonar.
Durante un par de minutos se sucedieron las explosiones y los gritos y el aire se llenó de humo.
Cuando por fin aquellos mensajeros de la muerte pusieron proa hacia otra parte y decidieron marcharse de allí las calles rebosaban de cadáveres y heridos.
Vio aproximarse a su padre corriendo y con el rostro descompuesto por el pánico y al conseguir llegar hasta él lo abrazó con todas sus fuerzas, consciente de que había estado muy cerca de morir y reencontrarse con su madre en el paraíso donde seguro que los esperaba desde hacía unas pocas semanas, cuando una bala perdida atravesó su corazón.
Al llegar a casa su padre le pidió que hiciese la maleta y cogiera tan solo lo más necesario ya que tenían por delante un viaje muy largo y peligroso.
Durante dos días que parecieron meses padre e hijo recorrieron tres millares de kilómetros hasta cruzar la frontera española y llegar a una ciudad llamada Valladolid, donde se alojarían con un pariente lejano que había abierto un restaurante de comida del este de Europa. En Valladolid le matricularon en un colegio público donde pudo hacer amigos y volver a jugar al fútbol.
Con el tiempo accedió a la universidad y se licenció en derecho especializándose en derecho internacional para intentar ayudar de la forma más efectiva a otros niños que como él sobrevivieron a los bombardeos.
Su padre trabajó como camarero en el restaurante durante un par de años y cada noche le besaba en la frente antes de arroparle. Al cabo de cinco años publicó su primer libro "Siempre hay esperanza" donde relataba su experiencia como refugiado político y como había podido darle a su hijo una vida, una educación y un futuro.





Lástima que esto sea solo literatura, pseudoliteratura o como prefiráis llamarlo. Me gustaría que todas las familias que han sufrido una desgracia de este calibre pudiesen rehacer su vidas al igual que yo estoy rehaciendo la mía tras mi guerra particular (metafóricamente hablando, claro) y encontrasen tanta esperanza como la que yo tengo ahora mismo.












2 comentarios:

Unknown dijo...

Es un relato tan hermoso como el escritor que llevas dentro. Besos.

lacantudo dijo...

Todo tuyo..y el relato para ti también, te lo regalo. Besos-