viernes, 11 de diciembre de 2015

El verdadero sentido





No termino de encontrárselo a todo lo que estoy viviendo en este último periodo de mi vida en el que he experimentado la verdadera fuerza de la gravedad y lo que conlleva enfrentarse a ella y tratar de tirar adelante sorteando obstáculos.

A veces las cosas se presentan terriblemente convulsas y uno intenta obviar lo desagradable y sobrevivir a toda costa pero no hay truco que valga, tan solo esforzarse, coger aire y luchar.

Las circunstancias vienen como vienen y  golpean como golpean.

A veces golpean con excesiva dureza y sientes cómo la lona se levanta rápidamente hacia a ti pero eso es una ilusión, eres tu quien cae a la lona y lo descubres al saborear lo dulzón de la sangre que mana de tu ceja abierta y llega cálida y espesa a tus labios.

Alguien cuenta despacio pero avanzando inexorablemente y en un alarde de valentía consigues ponerte en pie antes de que llegue al diez.

No hay juego de piernas que te permita esquivar los ataques que te llevan hasta las cuerdas, ahí solo puedes tratar de cubrirte y encajar los derechazos cómo mejor te sea posible.

Ya he encontrado aquello que me permitirá aguantar en pie hasta el último asalto y no consiste precisamente en devolver los golpes con rabia si no en aceptar que no eres más que algo parecido a un sparring y centrarte en tu misión en el cuadrilátero, que no es otra que la de permitir que el campeón perfeccione su técnica.

A veces uno equivoca la categoría donde calzarse los guantes pero la federación internacional de la vida ya se ocupa de devolverte a tu peso.

Citando a un boxeador de película: “Nada termina hasta que tú sientes que termina”.

Aún quedan muchos asaltos y trataré de hacerlo lo mejor posible, tuve un excelente entrenador.

Hay que ver, la de metáforas que he encontrado en esto del boxeo y mira que soy un tipo pacífico pero al mismo tiempo he decidido aceptar el combate más duro sin pestañear y sobre todo y por encima de todo, resistiré. 
Tengo un gran equipo en mi rincón dispuesto a curarme los cortes, a ofrecerme con qué refrescarme, a masajear mis hombros y a animarme constantemente, les debo la mejor pelea que sea capaz de ofrecer, aun sabiendo que todos, absolutamente todos, perderemos a los puntos.




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