sábado, 21 de febrero de 2015

Más perdido que un pulpo en un garaje


Hay que joderse, esto ya es quejarse de vicio.
No tengo mayor secuela de toda la mierda vivida, que el encontrarme de repente con los miedos y las angustias que he ignorado durante toda una vida mirando hacia otro lado por no enfrentarme a ello.
Ahora es como si de repente hubieran dicho: "vale, te quedas, pero te toca pelear un poco".
Adelante pues, si hay que subir al cuadrilátero subiré, aunque fijo que me van a inflar a ostias y no debería llevarme más golpes en la cabeza, pero eso no me sirve como excusa.
Protector bucal, guantes y determinación, no hace falta mucho más.
Finto y esquivo, cuando veo al enemigo con la guardia baja lanzo unas series con ambos puños, un dos, uno,dos, tres, pero era una trampa para que me descuidase y dejara al descubierto el pecho y el costado.
De nuevo recibo golpes en el pecho, unos cuantos directos al corazón de esos que tumbarían a una mula en el acto.
Jadeo, pierdo el resuello y tambaleándome voy hacia las cuerdas. Si la vida te atrapa contra las cuerdas no tienes escapatoria y a no ser que el árbitro detenga el combate, estás acabado.
Desde el público escucho un grito de ánimo que se eleva por encima del estruendo y creo reconocer esa voz de mujer, no sabía que hubiese venido a ver el combate.
Suena entonces la campana y me dirijo a mi esquina, me colocan el taburete y me siento a descansar.
Puedo refrescarme, escupir en el cubo y un tipo con cara de duro pero de gesto amable me cura los cortes en las cejas y los párpados.
Unas friegas en los hombros y el cuello y vuelta al ring en cuanto suena la campana.
Estoy agotado, me siento molido y más perdido que un pulpo en un garaje.
No se porqué pero últimamente no entiendo ni la mitad de las cosas que se me pasan por la cabeza. No sé si obro bien o mal y si tomo las decisiones acertadas. No sé si el hecho de haber querido renunciar al amor ha sido lo correcto o si por el contrario la he cagado hasta adentro.
En cualquier caso estoy hecho un lío, como para dar con la estrategia adecuada para soportar unos cuantos asaltos más.
Antes de que pueda adoptar una posición correcta de defensa, me cae un puñetazo en los morros que me salta el protector bucal y un par de piezas.
Otra vez al dentista a arreglarme los dientes, lo que me faltaba.
El destino comete entonces un error al inclinarse hacia atrás para coger impulso buscando el golpe del KO definitivo, cosa que yo aprovecho como un Foxterrier para lanzarme sobre él golpeando de nuevo con ambos puños en una serie frenética que alterna ganchos y directos.
Se que no puedo acabar con él, pero al menos no venderé tan barata la piel, no me volverá a cazar desprevenido.
El arbitro nos separa cortando mi embestida y dejando bien claro que este combate está amañado y que aunque sea a los puntos, perderé de nuevo.
No pasa nada, cuando termine pienso hacer como el bueno de Stallone en Rocky y gritaré tu nombre y diré que te quiero, aunque luego tengan que ingresarme.
Así lo haré pequeñita y pensar en ese momento es lo que me mantiene en pie.
He aprendido que la vida consiste en no esquivar la pelea, que como un río, va a dar a la mar, que es el morir.
¡¡Con el bigote bicolor, calzón rojo, un metro sesenta y ocho y setenta kilos, "El gato de pucela"!! (gritan por megafonía). Los toros y los potros ya estaban pillados y además los gatos me gustan más y son mejores boxeadores.
No quieras ver a un gatito encabronado.
 
 



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