lunes, 10 de marzo de 2014

A solas con mi gato.

Aún hay personas que cuando saben que vas a cumplir los cuarenta y vives con la única compañía de un gato, se piensan que eres un rarito, o que eres gay.
Y no te digo nada, cuando averiguan además, que eres español y no te gusta el futbol, prefieres pasar el rato leyendo antes que machacándote en un gimnasio y sabes mencionar al menos tres variedades de uva y tres poetas de tu tierra.
No soy un rarito, simplemente me gusta la vida que me ha tocado vivir y he preferido llenarla con libros y discos, en vez de con quinielas y posters del Madrid, sin querer por ello, denostar la afición por el futbol o por cualquier otro deporte.
No soy Gay, lo siento. Tampoco pasaría nada si hubiese elegido esa opción (que para mi es tan válida como cualquier otra) para que les quede claro a aquellos que se han tomado la libertad de insinuar eso sobre mi.
Trato de cuidarme y por ello no me inflo de comida basura, utilizo contorno de ojos y me gusta combinar la ropa (cosa que para muchas personas de ideas estereotipadas, son identificadores claros de homosexualidad).
De hecho, es mi tremenda devoción por las mujeres lo que me ha llevado siempre a escribir, desde que siendo un mico descubrí que las sensaciones más hermosas, las experimentaba junto a una fémina.
Ello me ha costado decenas de relaciones, un divorcio, varias lesiones (metafóricas) en el corazón y la sensación de que aún con mi prodigiosa capacidad para enamorarme, terminaré solo, hablando con mi gato.
El amor viene y se va, aparece y desaparece, a veces se instala junto a mi y a veces y para mi desgracia, se consume rápidamente, como la mecha corta de una carga de dinamita.
Al estallar, me revienta por dentro y hay que volver a empezar el proceso: levanta-descubre-emociónate y sueña.
Puede que por circunstancias, reclame más atención de lo normal, puede, que necesite de un grado de cariño que la mayoría de las mujeres no están dispuestas a conceder.
Puede que necesite saberme enamorado para sentirme completo y que sea el amor el combustible que pone a andar mi cuerpo y mi alma.
En cualquier caso, tan solo le pido a la vida, la oportunidad de equivocarme y cuando todo vuelva a irse al carajo, poder contárselo a mi gato, mirándonos a los ojos y acariciándonos el lomo.
No me rindo, cada historia de amor es un capítulo fantástico que aunque duela al terminarse, marcará la novela de mi vida.
No me resisto a tratar de encontrar la persona que me colmará, ya que seguro que estará en alguna parte, preguntándose donde cojones me he metido y porque tardo tanto en aparecer.
Llegaremos, mi gato, mis rarezas y yo, llegaremos.
Mientras tanto, me programo el cerebro con mil setecientas razones para empezar un nuevo día y para que lo que escuece, deje de hacerlo.
Hoy sigue luciendo el sol en mi ciudad y ese es ya un motivo perfecto para escurrir las lágrimas de la almohada, encender otro pitillo y salir a la calle sonriendo.
Continuo con mi cruzada, y mi gato me anima a ello.
Por cierto, la mayor parte de mis amistades homosexuales, me entienden mucho mejor que las heterosexuales.
Y bien que se lo agradezco.



2 comentarios:

Nadia Del Arte dijo...

Seguiremos luchando por la luz del sol, del campo, o tal vez de la ciudad... seguiremos luchando por el silencio de las estrellas junto a los gatos, si es que se quieren quedar con nosotros. Mientras tanto nos quedaremos con el desahogo de nuestras palabras para esta lucha constante que es el vivir, o el amor... Mientras tanto te abrazo, fuerte, grande...para seguir en esta lucha constante...

lacantudo dijo...

Algunos hemos nacido para luchar.
Y si el fin merece la pena, lucharemos hasta que no nos queden fuerzas y entonces y aún así, seguiremos luchando.
Un abrazo grande, Nadia.