martes, 14 de enero de 2014

Soñando con metáforas.

Supongo que el cerebro pasa de dormir y aunque el cuerpo cansado de tanto ajetreo se rinda más tarde o más temprano cada noche, las neuronas se ponen hasta arriba de redbull o de lo que sea que se pongan y siguen ahí, dale que te pego, en una jornada de trabajo que ríete tú de las reformas laborales más severas.
En mi cabeza hay un cine espectacular.
"3D", " Home sourround" y toda la vaina.
Suele haber sesión de estreno por lo menos seis días a la semana (al menos una noche, los taninos del tinto ejercen su presión sindical e impiden la proyección)
Esta noche han estrenado una peli de lo más interesante.Si tuviera que encasillarla en algún género, diría que era una película de terror psicológico.
Sobre el guión de mis miedos y mis traumas más recientes y más firmemente instaurados, los productores de la cinta han decidido construir un largometraje en el que el protagonista (que aunque no aparece en plano en ningún momento, era exactamente igual que yo) a base de cámara subjetiva, se ve envuelto en una trama de espantosos crímenes durante las obras de construcción de algo que parecía una mina subterránea.
En una de las secuencias más estremecedoras, nuestro patético y tembloroso héroe, tenía que cruzar un abismo sobre la pasarela de tablitas de madera más inestable y más ridícula del mundo.
Ahí es donde aparece el ingeniero jefe de la obra (supongo que mi proyección neuronal de Dios o de algún tipo de figura de autoridad todopoderosa) para explicar por medio de un monólogo muy interesante, que el miedo, se construye sobre tablas de dos centímetros de espesor, como he construido casi siempre mis relaciones de pareja.
Una necesidad desconocida pero imperiosa, obliga al protagonista a atravesar la pasarela y justo en el momento en el que se acerca al otro lado, donde brillan en la pared enormes vetas de mineral dorado (imagino que esa es una metáfora sobre la felicidad) aparecen sombras demoníacas que se abalanzan sobre los inestables listones para tratar de hacerlo caer.
Esas sombras, con voces femeninas, creo que representaban el pasado más cercano y más doloroso.
Solo unos centímetros separan al protagonista del codiciado metal, de la seguridad de la tierra firme (lo que viene siendo el amor) y tan solo un pequeño salto sería suficiente para ponerle a salvo en lo que imagino simboliza una vida armoniosa y estable, pero se queda ahí, abrazándose las rodillas, muerto de miedo, asustado como un conejito.
Ahí es cuando mi cuerpo comienza a estremecerse en la cama y a convulsionar.
Se acerca el momento del "to be continued" e inconscientemente no quiero abandonar la butaca sin que aquel timorato llorica salte y llegue al otro lado.
De repente, funde en negro y aparecen en un blanco cegador los jodidos títulos de crédito.
Me despierto con tus brazos rodeando mi cuerpo y por un momento trato de buscar al acomodador, o al gerente del cine y suplicarle que cambien el rollo del final y pongan uno en el que el "prota" se decide a saltar, se llena los bolsillos de oro y va en busca de la chica, que seguramente tenga tu misma nariz, tu mismo cabello largo y precioso y el mismo sabor en los labios.
En vez de eso, la banda sonora chirriante que se escapa a través de las puertas de la sala, se convierten de repente en los maullidos de mi gato que me da los buenos días.
Con el primer café del día comprendo que tengo miedo.
Miedo a que de repente, dejes de quererme.
A que aparezca otro héroe que pise mi espalda y llegue al otro lado antes que yo.
Miedo a que esto que siento, esté construido con finas baldosas y se resquebraje al impulsarme para el salto final.
Así que ahora me encuentro tratando de extraer todas las conclusiones posibles, en pleno "cine forum" conmigo mismo, poniendo en blanco o mejor, en negro sobre blanco; todo lo que recuerdo de esta noche.
Y estoy deseando ver la segunda parte en la sesión habitual de las  dos de la mañana, porque creo que esta vez, el hombrecillo rubio que se abraza las rodillas, se pondrá de pie y saltará con todas sus fuerzas.
Y le darán por el culo a las sombras demoníacas, al desconocido que tratará de pisarme la chepa y saltar sobre mi y al ingeniero jefe, porque me voy a hacer un rolex de dos por dos con el oro de la mina y voy a besar a la chica, que en efecto, es clavadita a ti, hasta que se me caigan los labios.
Y me voy a dar el gustazo de escribir bien grande en la pantalla: " Y fueron felices para siempre".
¿O eso es más propio de los cuentos?






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