jueves, 26 de abril de 2012

Con la frente marchita

Como en el tango...pero sin un pañuelo blanco al cuello, ni traje de rayas, ni sombrero ladeado.
Tan solo eso, la frente marchita y el pitillo en la boca.
Volver.
Arrabalero y ebrio de perfumes diversos.
El tuyo se mezcla con el de otras y de alguna manera me resisto a que se pierda ese aroma entre todos los demás.
Si te digo la verdad, no se cuantos han impregnado mi cama.
Las nieves del tiempo platearon mi sien, cubrieron el tejado y convirtieron la calle en una pista para que se deslicen juguetones todos y cada uno de los recuerdos.
Si consigo levantar la vista del mármol blanco de la mesa pediré otro trago y con suerte, como en aquella canción, me lo servirán en una copa rota.
Así me siento esta noche.
Solo, en un bar de solitarios que se sientan ante lápidas pringosas de coñacs baratos que no saben más que a tristeza y a tangos.
Se que a veces me pongo de lo más funesto, pero que quieres que le haga...no todo van a ser palmas y pitos.
Ayer tocaba reírse entre un asalto y otro, comentando los mejores momentos del lance recién finiquitado y hoy toca rememorar el momento en el que supe que como tantas otras, tu historia se llevaría un pedacito más de mi.
Quisiera ser díscolo, pero puede que para eso también requieran una estatura mínima.
Me doy, porque no se hacerlo de otra manera, con cada jadeo que se me escapa del cuerpo y espero impaciente los frutos de la respiración entrecortada, los ojos entornados y la espalda arqueada.
Y no soy capaz de darme cuenta de que nada crece en este terreno baldío.
Pensar, que es un soplo la vida, que veinte años son nada, que febril la mirada, errante en la sombra te busca y te nombra, y te nombra y se resiste a dejar de hacerlo.
Y veinte años es demasiado tiempo.
Veinte años son suficientes para que fermente una amistad mentirosa, un cuerpo bonito y una promesa de amor eterno.
La camarera me juzga con cada mirada de reproche y trastabillando llego hasta la puerta.
En la calle me espera un coche verde bajo la lluvia, con las luces del warning parpadeando un temita de Gardel.
Me da igual si el agua cae de arriba abajo o de abajo arriba. Me empapa el abrigo y hace que se formen charquitos donde ahogarte sin remedio.
Quizás no es la persona más adecuada para escapar de los coches patrulla, pero la mujer que conduce tiene una nariz bastante bonita y la conversación adecuada en el momento en el que me siento más necesitado de escuchar a una mujer con la nariz bonita con la conversación adecuada.
Quien sabe si supieras, que nunca te he olvidado, volviendo a tu pasado, te acordarás de mi.
Hoy es una noche perfecta para reventar un bandoneón a martillazos, para bailar con la más hermosa y para apurar botellas mirándome al espejo.
Que el mundo fue y sera una porquería ya lo se...
Por favor, llévame a mi casa: Corrientes 348, segundo piso, ascensor.






martes, 17 de abril de 2012

Más jodido que Drácula con caries.

Así me encuentro desde hace unos cuantos días.
En el lugar donde otrora se encontró un excelente molar, hoy tan solo hay un cráter de proporciones bíblicas.
Semejante parcela virgen, tan bien situada, rodeada de agua y con excelentes vistas a la lengua no podía pasar inadvertida por las bacterias de urbanismo y allá que se han ido las muy hijas de puta, a recalificar y a plantar sus banderolas de resort en construcción.
Hace un par de jornadas han debido comenzar las obras y con el remover de tierras, las acometidas y demás, no pego ojo por las noches.
Lógicamente he tratado de detener semejante barbarie urbanística presentando la correspondiente denuncia en forma de antibiótico a las autoridades de mi boca, pero aún teniendo la ley de costas de mi parte, ya saben ustedes como funciona esto.
Lo peor ha llegado esta noche.
Se conoce que una gran masa de bacterias jipis, han decidido hacer frente a la sinrazón y apelando a lo profundo de las raíces que nos unen ( que por cierto...estan al aire), se han encadenado a los restos de hueso y han plantado allí sus tiendas.
Un no parar.
Desde las once de la noche con los bongos y los djembees, las guitarritas y las cariocas de fuego, venga a fumar canutos, a beber "salibotxo" y a ponerse hasta el ojete de ibuprofeno mientras gritaban consignas del pelaje de: "del cráter de juanete, no nos moverán" o "las caries para los que las disfrutan", "toma las caries" y "no nos mires, unete".
Hay que joderse.
A eso de las cuatro de la mañana la guardia urbana ha debido cargar, utilizando esos métodos tan amables por los que se caracterizan las fuerzas de orden público al servicio de los intereses económicos y, aquello ha sido un dislate, un caos y un chocho malagueño.
Mientras yo rezaba a todos los santos pidiendo aplacaran semejante dolor, los agentes del orden bucal han soltado ostias como si no hubiera mañana.
Todo ha sido un correr de jipis magullados de un lado a otro, arrojando flores y sandalias de esparto.
Lo peor es que cuando las unidades de intervención ya tenían acorralados a los últimos grupúsculos "power-flower" han aparecido las bacterias antisistemas, perfectamente organizadas y utilizando tácticas de guerrilla urbana y vuelta la burra al trigo.
Los guardias se han replegado hasta la encía, donde han repelido como podían la lluvia de cascotes óseos que los antisistema han arrancado a lo bestia de todas partes, hasta que han llegado refuerzos con mangueras y material antidisturbios.
Ha cobrado hasta la prensa y las imágenes de una pobre bacteria melenuda aporreada en el suelo van a dar la vuelta al mundo.
Como es lógico, yo no puedo soportar semejante injusticia y he elevado mi queja hasta el tribunal supremo, es decir...a las doce tengo hora en el dentista.
Se van a ir a tomar por el mismísimo, los jipis, los guardias, los antisistemas, las excavadoras y toda la flora que habita en mi cavidad bucal y que me tiene hasta la punta del pijo.
Tanta tontería ya...coño!!!!

jueves, 12 de abril de 2012

Se sentó

en el borde justo de la cama, allí donde los pliegues de las sábanas forman gigantescas cordilleras rocosas y poquito a poco comenzó a despojarse de la ropa, de los miedos y de las historias pasadas.
No de todas, obviamente, tan solo de aquellas que le llevaron a tatuarse una enorme lágrima negra en el pecho.
Mientras dobla con esmero la camisa blanca, imagina lo sencillo que es convertirse en otra persona.
Uno, puede transformarse en cualquiera, incluso en aquella mujer que decidió no volver a leer un periódico, ya que gracias a tanto dolor impreso con tinta sucia, había dejado de creer en la poesía.
Dejar de creer en la poesía es dejar de creer en los besos, en los ocasos, en los niños yunteros, en las cebollas que lloran y tienen cien cañones por banda y vientres de luz y canciones desesperadas.
En los corazones más abiertos y en las mentes más torturadas.
Él prefiere imaginar vivencias.
Puede imaginar que es una muchachita llena de inseguridades que se pregunta porque coño trabaja en esta hamburguesería grasienta, después de haberse pasado media vida estudiando. ¿Quizás porque el destino no le reserva nada más?
Ni de coña.
Él, que ahora es también ella, va a demostrale y va a demostrarse que los sueños se envuelven en torno a un largo bastón blanco, como el algodón de azúcar de la feria.
Mastica todo lo que le queda por hacer y disfruta de los recovecos del futuro.
Es y será un ente pleno limitado únicamente por su ego, no por las circunstancias del mercado laboral, ni por esos ángeles sospechosos que la aman encerrándola en un armario, restringiendo las visitas y supeditando los " te quieros" a los terrores del macho dominante.
Caen los pantalones como en una de esas comedias italianas, de repente, con solo desabrochar un botón.
Y abandona los peligros de ser ella para volver a convertirse en él.
Por un momento se excita al descubrirse medio desnudo y acaricia la idea de dedicarse un ratito.
Y vaya si lo hace, se dedica cientos de reproches, los que caben en un dormitorio en penumbra y eyacula excusas que no sirven para nada.
Pero a él lo reconforta.
Vivir en ocasiones es una gran jodienda, pero de pronto aparece algo o alguien que dota de significado real a la V a la I a la D y a la A...y silbando la canción de moda en "radio tira palante" comienza a recoger las prendas que hace tan solo unos minutos o unos recuerdos, le resultaban tan húmedas.
Ahora están calentitas y amorosas y se viste como quien hace el amor con alguien inesperado.
Sonriendo.
Puede ser quien le apetezca porque puede escribirse la vida que se le ponga en la punta de la pipa, pero le pese a quien le pese, le gusta ser simplemente
YO.

viernes, 6 de abril de 2012

La nieve

ha decidido caer durante el mes de abril y ante semejante suceso, Campanilla ha aprovechado para blanquear la fachada de la casa y que haga juego con el jardín.
Pliega sus alitas a la espalda y se recoge los negros cabellos en un moño alto, porque aunque a Disney le resultara más comercial teñirla de rubio, Campailla es morena, como su madre y como la madre de su madre.
Peter está fuera, hoy tenía sarao con los guerreros indios y seguramente vuelva tarde.
Lo más normal es que a media noche reciba uno de esos sms a los que es tan aficionado el señor Pan, en el que de la forma más elegante y más bonita, le diga que se va a liar, que la noche estará llena de estrellas y que ella será siempre la más hermosa, y de paso, que no lo espere despierta.
Y no va a esperarlo...estaría bueno.
Pero lejos de amargarse, Campanilla está de un humor estupendo.
Al fin y al cabo, ella es un hada y está llena de luz, de fantasía y de magia y poquitas cosas la sacan de sus casillas.
Solo Peter... y la píldora anticonceptiva
Tuvo que dejar de tomar la píldora porque con tanta hormona se le revolucionaba la imaginación y siempre terminaba fantaseando con que era una mujer feliz. Además las rutinas no son muy del gusto de las hadas y lo de tomarse la pastillita todo los días era un Cristo del copón.
La mitad de los días olvidaba hacerlo y en más de una ocasión se encontró temblando de miedo con la primera falta.
Quiere horrores a Peter pero es plenamente consciente de que sería un padre espantoso.
Que coño, es Peter Pan...el ejemplo eterno de la falta de madurez.
Una vez le insinuó que le encantaría tener una niña y en su vida lo vio volar más alto, ni más rápido.
Es un tipo encantador, muy simpático y muy cariñoso, pero bastante egoísta.
Lo que ella no sabe, es que Peter vive en una lucha eterna con esa personalidad que tanto daño le ha hecho.
Muchas noches se hace el dormido en la cama y la escucha revolverse entre las sábanas, sin pegar ojo.
A Peter le encantaría abrazarla y decirla que todo esta bien, pero lejos de eso, alza un poquito el vuelo y cacarea.
Obviamente no es la mejor de las maneras de decirle a alguien lo mucho que le quieres, aunque ese alguien sea un hadita de ojos verdes que brilla en la oscuridad.
Peter aporrea el teclado de su ordenador tratando de escribirse un personaje a medida de todo lo que ama y con cada página tan solo consigue un fracaso más.
Peter está lleno de amor, y no sabe como hacérselo ver.
Peter también llora cuando se queda solo y traza figuras en el aire con la punta de su daga.
Todas se parecen a ella.
Todas son las más hermosas.
Una vez se lo dijo. Una vez escribió que a pesar de todo, ella era la mujer más maravillosa y más bonita de cuantas se habían cruzado en su vida, y que por eso mismo tenía que aprender a salir corriendo.
Cojones...mal que le pese, es Peter Pan.
Campanilla está dejando la casa preciosa, con las paredes remozadas, las ventanas impolutas y el espejo del baño calibrado de tal forma que al encender los farolillos, la imagen se refleja más nítida que nunca.
Todo está perfecto, la alcoba huele a sándalo, la cocina a leña y el aire a despedida.
Ha puesto las maletas de él junto a la puerta y ha doblado muy despacito las calzas verdes y el jubón.
Ha recogido todos sus libros y sus juegos de la "play" y ha hecho media docena de bolsas con las fotos de sus ex.


Peter volverá tarde esta noche.
Esta noche, sin embargo, volverá demasiado tarde.
Al llegar a casa comprenderá. Sin hacer ruido tomará sus pertenencias y sin pararse siquiera a dedicarle una lágrima, se echará a volar muy despacito, tan despacito que ni su sombra podrá alcanzarlo.

martes, 3 de abril de 2012

Color de esperanza.

Supongo (porque el suponer siempre lleva implícito un elemento de duda) que pintar la vida color de esperanza, como dice la canción, es la mejor de las opciones a la hora de poner un pie en el suelo a las ocho de la mañana y darte cuenta de que las cosas cada día están más jodidas para todos.
Siempre he sido un tipo de lo más optimista, incluso cuando algunos decidieron hacer de mis entrañas un hermoso alfiletero, por lo que no tengo costumbre de rasgarme las vestiduras, arrancarme los cabellos entre gritos y vaticinar la llegada del fin del mundo, cual maya puesto hasta las cejitas de ayahuasca.
Yo soy más de los que ven brotes verdes donde otros solo ven escapes de gas, suicidas en potencia y amapolas marchitas.
Imagino que la vida es como los juegos de azar, si uno piensa que va a ganar, si está convencido de que se avecina una buena mano, tiene más posibilidades de que los cuatro ases se acerquen cariñosos y decidan pasar un ratito a tu lado.
El poder de la ilusión es maravilloso.
Proyectar con fuerza los deseos ayuda a conseguir lo que uno se propone.
También es cierto que esta regla no se cumple cuando pretendes pasar del metro sesenta y ocho al metro noventa, o de los quince centímetros a los veintidós, pero bueno...al fin y al cabo eso no son más que naderías, comparado con alcanzar la felicidad.
Y la felicidad está ahí, esperando que nos dejemos caer por el salón de su casa.
Se que habrá quien me diga que "una mierda va a estar ahí", pero yo a estos los invito a bucear un poquito en la amargura y preguntarse que es lo que realmente les haría felices.
Yo me contento con poco, y puede que esa sea una de las claves para pasarme el día sonriendo.
Esa...y las inyecciones de colágeno.
Hay que tener ambición, en eso no entra ningún tipo de duda, pero debe de ser una ambición positiva y asequible.
Soñar con imposibles solo lleva a desesperarse.
Os estaréis preguntando a que cojones viene toda esta chapa que os estoy soltando: pues simplemente a que esta mañana ha comenzado una pelea entre mi cuenta corriente y mi frigorífico, para ver quien de los dos está más vacío y he decidido que lejos de arrojarme al tren, le voy a poner al mal tiempo buena cara...a ver que pasa.
Y seguiré sembrando, porque espero cosechar algún día.
Y pintando la vida color de esperanza.
Es un color bien chulo y no se va con el agua.