jueves, 22 de marzo de 2012

Salta

desde lo más alto de tus prejuicios y libérate de todo lo que te impide ser humano.
Cómo un estilismo de Lady Gaga, llevamos adheridos al cabello trozos de carne y sangre procedente de absurdas delimitaciones territoriales, de estúpidas confrontaciones económicas.
Yo no soy más blanco, ni más negro, ni mi Dios es mejor que el de nadie, ni más justo, ni concede la parcela mejor en el paraíso de los embusteros.
Soy un animal capaz de hacer pinza con el dedo gordo de la mano, pero se me han olvidado las nociones básicas de la manada.
Inherente al ser humano es también el amor, no solo la envidia, la avaricia y el odio.
Que vergüenza ver como nos zancadilleamos unos a otros, como enterrados en el fango hasta las rodillas, nos sacudimos garrotazos de petróleo y caladeros, de gaseoductos y banderas.
En mi nombre se generan dramas a diario, yo no he pedido eso.
Por eso quiero saltar y que en la caída hasta el mullido colchón de abrazos se vayan desprendiendo todas esas mierdas que me han regalado al nacer.
"Europeo", "caucásico", "clase media", "católico", son todo términos no necesarios.
Soy un hombre dispuesto a comulgar con todos los hombres, dispuesto a repartir lo poco que quede en igualdad de condiciones, porque es muy jodido disfrutar algo entre cadáveres hambriento.
"Deuda pública", "crisis", "rescate", vocabulario funesto acuñado por los mismos que se visten con las pieles de los indígenas y se abanican con las placentas de los que no bailan a su son.
Hoy deciden que mis derechos son inalienables y mañana se harán un "turulo" con la carta magna para esnifar sonriendo lo que quede de justicia.
Tratan de impedir que salte ofreciendo caramelos venenosos con forma de vacaciones en Punta Cana, de tarjetas plasticosas y viviendas que son prisiones.
Ya no puedes sentarte a descansar en un banco, ahora el banco te exprime, te despoja del descanso y se nutre y engorda como una garrapata, con las sangre de los trabajadores.
Quiero un hermoso avatar que cabalgue los océanos buscando un pedacito de tierra emergida en cualquier parte, donde aún no haya que cuadrarse y saludar al señor oscuro de la miseria.
Tenemos que despertar de esta pesadilla inducida.
Mi trinchera está en el teclado y en las tablas de la escena.
Dispuesto a saltar, dispuesto a luchar.

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