lunes, 30 de enero de 2012

Extraños en una estación

El tren practicamente vuela, va tan rápido que no me queda más remedio que renunciar al placer de mirar a través de la ventana.
Pruebo con un libro, pero no es fácil concentrarse en la lectura.
A veces quisiera no poder pensar en ti.
Conecto los auriculares al teléfono y selecciono una canción de la lista del reproductor.
Dieciséis gigas de memoria y olvidé incluir alguna que simplemente me permita olvidarme de todo.
Parece como si cada uno de los cantantes alojados en el móvil se empeñara en recordarme lo jodido que es sentirse así.
Una hora de trayecto y me sobran cincuenta y nueve minutos y medio que lleno con imágenes repletas de besos frescos y ojos entornados, de sonrisas y de cañitas al sol de invierno.
Trato de concentrarme en la muchacha que viaja sentada a mi lado.
Es muy bonita, el hacedor de destinos o el azar o quien coño sea que maneja los hilos ha tenido la deferencia de emparejar mi regreso con un bellezón de apenas veinte años, melena abundante y labios gruesos.
Me pregunto quien acudirá a buscarla cuando lleguemos a la estación.
Supongo que un muchachote recién salido del gimnasio, cabalgando una motocicleta japonesa de gran cilindrada y colores llamativos.
Adoro mi Vespa,tan chiquitita, tan cansada, tan lenta. Solo admite a mujeres especiales.
De repente la joven vuelve la cabeza y me sorprende observándola.
Para mi sorpresa me sostiene la mirada y por un segundo me hace gracia pensar en que quizás ella también se haga la misma pregunta que yo.
Lee en mis ojos y comprende en el acto que nadie acudirá al andén, que nadie escudriñará a través de los cristales para adivinar de que vagón me he de bajar.
Me sonríe, la sonrío y vuelve a enfrascarse en la lectura de una revista de tendencias, de esas que cuestan una obscenidad y son todo papel satinado y fotos de petardos y petardas jugando a ser ángeles caídos.
Que fácil es fotografiar los egos desmesurados.
El indicador de velocidad de la pantalla marca doscientos treinta y siete kilómetros por hora.
Es una buena marca, seguro que si descarrilásemos ahora mismo, el trozo más grande que encontrarían de mi, tendría el tamaño de un grano de maíz.
Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.
Dos pasajeros se han quedado dormidos, vencidos por la noche de Madrid.
Una señora ataviada con un abrigo de animales muertos conversa a voces con algo que parece ser un marido.
Quiero llegar a la seguridad de mi casa, descansar, tratar de estar tranquilo y renunciar a la tentación de marcar tu teléfono.
En Chamartín he hablado con todas las mujeres que me importan menos contigo, aunque ninguna pudo calmar este anhelo tan estúpido.
El maquinista comienza a aminorar, estamos llegando.
Una amable señorita nos aconseja comprobar nuestras pertenencias y no olvidar nada a bordo.
No consigo olvidar.
Ni perdono ni olvido, es así, que se le va a hacer.
Fue una mojada muy linda la que me disteis, casi conseguisteis desjarretarme, pero han sido tantas las cuchilladas que me he llevado hasta la fecha, que mi cuerpo se ha hecho a la sangre y a las cicatrices y ya apenas duele.
Que coño, no es más que otra marca, otro recordatorio de como funciona el amor.
Me llevo un pitillo a la boca mientras desciendo del tren y en lo que palpo los bolsillos buscando el mechero tengo tiempo suficiente para ponerme una medalla: en efecto es un muchachote fornido, con un casco negro al codo, cazadora ajustada y patillas de bandolero.
Por supuesto, nadie vino a recibirme.
Mi pequeña italiana de asiento partido de cuero está justo donde la dejé ayer.
Me mira desde su faro redondo reprochándome haberla abandonado a la intemperie, en pleno invierno vallisoletano.
Ya está "bella", nos vamos a casa.
Dejo la mochila sobre la cama y enciendo el ordenador.
Cuando llegué a la estación, no había más que extraños y te eché de menos.
Ninguna eras tu.
Ni tan siquiera se te parecían.

jueves, 26 de enero de 2012

Donde quiera que esteís.

No se quienes sois, cuantos sois, cómo sois.
Se que estáis ahí, en alguna parte, del otro lado de la pantalla.
No se si habrá alguien que haya sentido lo que escribo, alguien que se siente a leerme por las noches y asienta con la cabeza mientras suelta el humo suavemente por la comisura de los labios.
Supongo que habrá algún hogar donde habré llegado por casualidad, de rebote, sin quererlo y de la forma más tonta me he instalado.
No se a que os dedicais, si sois buenos o malos, o buenos y malos o humanos, más humanos que yo.
Quiero pensar que de alguna manera os hablo bajito por las noches y me desnudo el alma, doblándola después y colocándola con mucho cuidado en una silla junto a vuestra cama.
Mañana si queréis, os la podéis poner, ya está limpia, la acabo de traer del tinte.
Me ha dicho la señorita del mostrador que algunas manchas supusieron un verdadero reto, pero que al final, con el producto adecuado, todas se terminan yendo.
Otra cosa son los bollos del corazón.
En el taller están saturados de trabajo, tienen miles de corazones esperando apilados en estanterías muy altas, altísimas.
Así que no lo he querido dejar allí y me lo he traído a casa.
Puede que con vuestra ayuda consigamos hacer algo.
No volverá a ser el mismo, pero no pienso cambiarlo por otro más nuevo, o más grande, o más brillante.
Al fin y al cabo no os escribo yo...os escribe él.
Yo simplemente soy los dedos que presionan las teclas.
Él es quien me pide la oportunidad de compartir sus averías.
Escribe para mi y para vosotros.
Quiere contaros cosas.
Yo soy mucho más tímido, él ya está acostumbrado a darse la vuelta y a latir cuando no debe.
Pero sigue latiendo, joder si sigue latiendo.
Me despierta por las noches bombeando mil preguntas que no se responder y me pide que encienda el ordenador y os las pregunte a vosotros.
¿Tenéis respuestas?
En ocasiones me siento muy solo, y observo el contador del blog y veo que pasan de dieciseismil las visitas.
No tengo café para tantos, pero algo se podrá hacer.
¿Os gusta el bizcocho?
He aprendido a hacer uno con harina integral y edulcorante.
También he aprendido que las cosas no suceden porqué si y que cuando en las películas doblas una esquina acelerado, tropiezas con una mujer preciosa y con tu torpeza haces que derrame la bebida sobre la blusa blanca.
Luego se enamora de ti en el acto, zas...ya está.
Y si te giras para verla marchar y ella también se gira, es que antes del "The end" va a haber un beso larguísimo.
Supongo que entre vosotros se ocultan también perros rabiosos deseando hincarme los colmillos en la yugular.
Adelante, me he tatuado un gato, soy una presa exquisita.
Es curioso, pero de un tiempo a esta parte me siento más feliz, así que no tengo miedo.
Solo ganas de saber porqué la acera está llena de zanjas.
No importa, cojo carrerilla y salto.
Alguno estaréis en el trabajo, ocultándome de la vista del jefe.
Otros en clase, tirando de Iphone o de Blackberry, mientras el profesor de constitucional o de biología o de lenguaje musical, lamenta no haberse dedicado a su verdadera pasión: los buñuelos de crema.
Se que alguna me lee en la cama, reposando, con su pequeña recién nacida apoyada en el pecho.
Y me colma.
En ocasiones os enfadáis, en ocasiones reís, a veces no me entendéis y en algún momento muchos habéis llorado conmigo.
Soy la vida, soy lo que somos todos, yo simplemente me vacío aquí y le doy forma al puto día de trabajo ingrato, al polvo más violento, a la caricia más íntima y a la lágrima más espesa.
Al paseo por un prado verde cogido de la mano de la persona que amas.
Al brillo de decenas de ojos.
Así que donde quiera que estéis, quien quiera que seáis, os saludo, os añoro y os agradezco el calor.
Sin vosotros, yo no tengo sentido.

lunes, 23 de enero de 2012

Ahora se enteran de que las hadas existen.

http://youtu.be/d2aXpnc1Um0


En mi casa también hay una, a veces.
Ella no cuenta las horas desde la ventana, porque todo el tiempo del mundo es suyo.
Casi siempre huele a café cuando aparece revoloteando, no tiene las alas chamuscadas, al contrario: brillan, brillan con una luz tan particular que iluminan los rincones más oscuros de mi interior.
Una vez le puse un nombre, pero no lo necesita, ella es tan solo eso:
La fee
El hada.

domingo, 22 de enero de 2012

¿En qué piensas?

Es una pregunta que me han hecho en unas cuantas ocasiones.
¿En qué pienso?
Joder...a veces no estoy pensando en nada.
A veces pienso que me he metido en otro fregado, enciendo un pitillo y vuelvo los ojos, como una tintorera cuando está a puntito de jamarse a su presa.
Entonces deseo estar muy lejos de aquí.
O al contrario.
En algún momento he llegado a pensar que el mundo merecía la pena, que el tiempo debería detenerse en ese preciso instante, para permanecer milenios recostado junto a ti, respirando tu calor.
Que la gravedad es un sin sentido, que no hay motivos para tener miedo.
Que me encanta sentir tu cabello cayendo sobre mi cara, mientras te sostengo resoplando a horcajadas.
Que el diámetro de tus pechos es perfecto.
Que estás preciosa, te pongas como te pongas, te vistas como te vistas, te desnudes como te desnudes.
¿En qué pienso?
En lo cerca que he estado siempre de volverme loco por ti.
En lo cerca que has estado siempre de decirme la verdad.
Es mejor poner la mente en blanco.
Pranayama.
Respiramos muy despacio, reteniendo el aire, expulsándolo poco a poco por la nariz.
Que preciosa eres.
Que cosa más bonita.
Poder subir al Olimpo como en una maldición, para ver de cerca lo que se reservan los dioses, que en ningún caso va a ser mio.
Y no me importa, que cojones...
En mi vida volveré a sentir lo mismo, con lo que puedo desangrarme alegremente.
¿Enamorado? Que va...
Imbécil perdido.
Con dos cervezas de más me siento más humano, aunque imbécil perdido.
Viendo como te alejas por mucho que yo trate de correr.
¿En qué pienso?
En lo injusta que es la vida.
En lo bien que te queda tu realidad.
En lo jodidamente perfecta que eres.
Y yo tan absurdo.
Y tan acostumbrado al borrón y cuenta nueva.
Luego si eso te lo cuento, me das un par de consejos y siete o setenta palmadas en la espalda.
Y bajo a la calle donde todo lo que me espera va a estar bien lejos de ti.
Me mandas a la arena donde me esperan silbando las fieras, haciendo gancheta, sudokus y quinielas.
Tan contenta, porque me ves partir sonriente.
Y solo sonrío porque antes de que se cerrara la puerta has sido lo último que he visto.
Y después ha llegado el ascensor.
Y me ha devuelto al mundo.
¿En qué pienso?
En ti, joder...solo en ti.
Pero soy capaz de disociar y saber que estás en todo.
No te preocupes, te llevo en el corazón, en el bolsillo, en la recámara y en una funda en el cinturón.
No pienso en nada más, que en porqué coño la vida te ha cruzado conmigo, si estaba claro que aún a pesar de todo, no me ibas a querer lo suficiente.
Aún así, me siento un puto privilegiado.
En eso pienso.
En la suerte que tengo.

domingo, 15 de enero de 2012

Hay personas

que con los ojos lo dicen todo, no necesitan hablar.
Hay personas con el corazón inmenso, con el alma pura.
Florecen en ocasiones y la vida te las pone delante, como un regalo, como el más hermoso de los presentes.
Que suerte conocerte.
Que placer quererte y que me quieras, que alegría más enorme saber que siempre has estado y siempre vas a estar, aunque yo en ocasiones me pierda y me confunda y vague por los caminos como un estúpido.
Pero hay días como el de hoy, en el que me doy cuenta de lo afortunado que soy al cerrar los ojos y recordar con nitidez cada uno de tus rasgos.
Creo que no se puede ser más bonita, por dentro y por fuera.
Creo que no se puede ser mejor.
Haces que me sienta bien.

lunes, 9 de enero de 2012

Anochece

En tantas partes que uno se pregunta si en algún lado será de día.
Los soles se caen poco a poco y aunque trato por todos los medios de retenerlos en el cielo, siguen cayendo.
Alguno va a dar sobre las copas de los árboles, quemándolo todo en el acto.
Otros se apagan en el mar, escaldando pececillos de colores y medusas que se vuelven negras.
La noche lo cubre todo, todo.
Sigo caminando y me ilumino con destellos y silbidos.
Vienen las lunas, pasan de largo.
Y las estrellas.
Todos se van y solo queda el camino, las sombras y la duda.
Pero no puedo detenerme, porque si me detengo me alcanzarán y me llevarán muy lejos.
No se hacia adonde me dirijo, como de costumbre, un pié delante del otro por la senda equivocada, arrojando miguitas de recuerdo por si acaso me perdiera.
Tan absurdo como el no darme cuenta de que las alimañas no están dejando ni rastro de lo que voy dejando detrás.
Pero da igual, porque también caerá un sol sobre ellas y entonces se les chamuscará el lomo y saldrán corriendo con el rabo entre las piernas y las ubres.
Suena a azufre a carbonilla y a mentira. Es estridente, me sangra el oído izquierdo y lo tapono con un pliego de castigos.
Hay que ver, que fatigado estoy.
Voy a sentarme un momentito, me la juego y si me alcanzan me alcanzaron. A donde me llevarán no puede ser mucho peor que este lugar.

viernes, 6 de enero de 2012

Noche de Reyes

Se acercan, los oigo.
Uno de ellos, el más torpe (personalmente creo que por estética, los ayuntamientos le han hecho firmar una clausula en la que no puede utilizar gafas...queda fatal en la cabalgata)no ha atinado con la magia en el balcón y me ha jodido la cerradura de la puerta.
Da igual, permanezco inmóvil en la cama, tapándome hasta los ojos con el nórdico (es un tipo de edredón, aún no me ha dado por zumbarme rubios de dos metros con acento eslavo)procurando no hacer el menor ruido.
Han encontrado mis zapatos, puedo escuchar las arcadas desde el dormitorio.
Otro año más volverán a dejar los regalos encima de un cojín y otro año más sacaran los zapatos a la repisa de la ventana.
También han descubierto el pequeño tentempié que les he preparado para que se den una alegría, ya está bien de tanta leche y tanta galletita.
Melchor es en realidad "Ser Duncan Macnuguell" caballero escoces de largas barbas blancas y cortas faldas de cuadros.
Su whisky de malta en vaso bajo y ancho, con dos piedras, como a él le gusta.
Un ratito en el orejero de lectura, evocando las "Highlands", la bruma del amanecer que lo cubre todo y el sonido de las gaitas antes de cargar contra los casacas rojas.
Se que lo agradecerá.
A Gaspar, en cuyo documento nacional de identidad consta el nombre de "Jeremias Smith", siempre le dejo una Bud y un chupito de Jack Daniels.
Primero apura el disparo de american Whiskie de un solo trago y luego se deleita con la cerveza fría, mientras recuerda las plantaciones, las fiestas en el granero de la comunidad y las noches con Mary An Wallace, la hija del predicador, que debió de estar ausente el día que su padre dio el sermón sobre la moral y la decencia.
Que manos...que labios...que hermoso talle.
Sentir el viento en el rostro galopando a lomos de su Apaloosa.
Está hasta los cojones de esos cuadrúpedos jorobados.
Rón de caña para Baltasar, hierbabuena, azucar moreno y un poco de hielo picado. Angostura y limas.
El se lo prepara, tiene el toque.
Heladio Fuertes aceptó el puesto porque no veía otra manera de abandonar Cuba.
"Alistate..verás mundo", decía el folleto que le presentó San Pedro en el momento preciso en el que aquel agente de la policía de Fidel perdió el control en la "pileta" y sin querer, o queriendo, que coño, que allí no se andaban con muchos miramientos, terminó por ahogarle.
Entre pasar una eternidad en el purgatorio o relevar al viejo y cansado Baltasar, no había demasiadas opciones.
Firmó por doscientos años. El contrato estandar, vacaciones y extras prorrateadas, tres días de asuntos propios, cotizando y con posibilidad de optar a un plan de pensiones de la empresa.
De entre todas, aunque es demasiado corporativista, se comenta que es de las que mejor tratan a sus trabajadores.
-Qué carajo, caballero- le dijo a San Pedro y puso su marca por triplicado al pie del celestial documento.
Un par de meses de formación: clases de monta de camello, lanzamiento de caramelos, invisibilidad, escalada sin arnés y el carné de manipulador de antracita, hulla y carbón dulce.
La putada fue incorporarse. Ser el nuevo siempre es complicado, sobre todo cuando te toca currar con un viejo escoces de mollera dura como el marmol y con un puto racista de las llanuras de Kenttuky.
Ser negro no ayuda, la verdad.
Los primeros años fueron realmente jodidos.
Gaspar siempre escupía el tabaco sobre sus botas y Melchor pasaba las horas despotricando contra el imperio británico, contando batallitas y dando por culo a la hora de la siesta.
Lo peor era la clausula de celibato.
Es una cabronada tener alma inmortal, invisibilidad y todas las demás mierdas y no poder amorrarse a los enormes pechos mulatos de las hembras caribeñas.
Con el tiempo se ha ido acostumbrando, pero ya tiene practicamente claro que no va a renovar.
Y es que en todas las ollas cuecen habas.
Para que luego venga algún listillo diciendo eso de que los reyes son los padres.
¡¡Una mierda!!
El plan divino está supercurrado, a ver, si no llegan a presentar un plan en condiciones ningún banco hubiera soltado la pasta inicial para montar toda la infraestructura.
Que ya puedes ser Dios, Alá, Ghaanesa o como cojones quieras denominarte en hacienda, que si no tienes buenos avales y un buen plan de viabilidad, saneado y decente, no hay una sola entidad que afloje la mosca.
A esto hemos llegado, que barbaridad.
Por eso y por otras muchas cosas yo siempre cuando escribo mi carta a sus supuestas majestades, les aclaro que por mi no tienen que preocuparse, que si lo prefieren, pueden pasar de largo, o aprovechar el ratito para fumar, o simplemente sentarse a criticar al jefe y no hacer nada.
Que si tienen a bien, me dejen tal o cual cosa, pero que de verdad, que les entiendo y les apoyo y que no hay patrón bueno ni curro decente.
Es por eso también, por lo que año tras año me suelen traer lo que les pido.
Porque que cojones...no he sido bueno.
Y menos que voy a ser.