martes, 29 de noviembre de 2011

Lo bonito del dolor.



Esta mañana, una amiga y lectora, o una lectora muy especial, o un amiga muy especial que lee las movidas que escribo, me ha dicho que hay una gran diferencia de unos textos a otros.
Que aunque estén mejor o peor escritos, aquellos que hablan directamente desde el dolor son más interesantes. ¡¡Nos han jodido!!
Es mucho más divertido ver como alguien se desangra delante de los demás, de ahí el gran éxito del circo romano, de las corridas de toros y del "Sálvame de luxe".
Admito que es mucho más sencillo escribir desde los propios sentimientos, vaciándote el alma y dejando que fluya todo lo que llevas dentro, que hacerlo sobre una temática más mundana, donde solo tienes que preocuparte por encontrar la palabra adecuada y no por reconstruir la presa que lo contenga todo. Abrir la espita es muy complicado, es como aflojar un torniquete, si te relajas se te muere el herido.
Supongo que desde pequeños se nos educa para quejarnos lo justo, no vaya a ser que demos demasiada turra, pero en el fondo lo que han hecho ha sido reprimirnos los instintos. A ver si te os crees que cuando un zorro mete la pata en un cepo exclama disgustado: " oh, cielos, que contrariedad". Si uno permite que afloren los sapos, afloran y se traen toda la ciénaga de fiesta, que se va a terminar liando gorda y no podemos permitir que se lo pierdan las babosas, que son unas cachondas.
Arranca desde lo más profundo del interior. Al principio crees que son gases, o que te han sentado mal los últimos dieciséis whiskis, pero luego te das cuenta de que no, de que lo que pasa es que el viento comienza a correr alrededor jugando con tus recuerdos y se te está preparando una indigestión de la ostia. Los calambres te duermen la conciencia y de repente todo vale, disparas sin apuntar, como un recluta en el frente, acojonado porque te parece un arma poderosa y el retroceso te va a tumbar en el suelo con un hematoma en el hombro. Y así es. Poco a poco tratas de pillarle el punto y con el tiempo te conviertes en un francotirador que dispara proyectiles de nostalgia contra mujeres y niños, y perritas salchicha y amigos con los que te bebías las cervezas de siete en siete y ahora se han ido un poquito más lejos de "a tomar por el culo, ciudad de vacaciones".
¿Hablamos de dolor? Yo no tengo ningún monopolio. Tu también tienes el tuyo princesa, pero no seré yo el que te pida que bajes a esa bodega a buscarme una botella. ¿Crees que me apetece bucear ahí? No me apetece una mierda, porque el agua está congelada y no se ve tres en un burro. Da bastante miedito porque sientes sombras a tu alrededor, buceando junto a ti, y no sabes quien o que coño son.
Te falta el aire desde que entras y la putada mayor te viene cuando te das cuenta de que hay un punto complicado, en el que no sabes si asciendes o desciendes, pero descubres una placidez extraña.
No me jodas cariño, déjame que escriba sobre lo bonito que es leer, sobre lo bien que se está con un libro y una manta, evadiendote de todo. Déjame que hable de las hojas que alfombran las largas avenidas, iluminadas con adornos navideños, o del ridículo de su majestad dándose con el marco de la puerta, ciego como un piojo.
No me pidas que vuelva ahí, porque me acojona. Si quieres, si tienes huevos, te vienes conmigo. Me coges fuerte del brazo y me alumbras con tus ojos, pero esta vez no me sueltes la mano, aguanta como una machota porque es el puto y frenético tren de la bruja, donde lo que más querías te sacude con una escoba de nauseas a cada vuelta de circuito. Verás que riseras...como nos lo vamos a pasar.
¿Te apetece ver como me crecen los colmillos y me arranco la carne a bocados? Alimentemos a todos con los restos de un pasado mejor, que es rico en calcio y en fósforo. ¡¡De excursión al límite de la locura!! Tu puedes hacer una tortilla de patatas, no olvides la fiambrera, que yo pongo la bota de vino, los porros y la petaca de sueños. En verano hay un tren especial, como el tren playero que ponen para trasladar ovejas hasta la arenita del Sardinero.
No mi amor, no me pidas que vaya, porque nunca regreso siendo el mismo y estoy deseando reconocerme.
Déjame que hable de la fecundación de las amapolas, aunque no pueda dedicarte una selección de lágrimas y de noches sin dormir.
Me duelen los pies de caminar entre los dos mundos.












2 comentarios:

mirinda dijo...

Se echa de menos al Juan de los textos que le hacían a una partirte de risa, al de los que te hacían pensar, al de los que te hacían soltar una lágrima al terminarlos y al de los que te hacían decir: "qué jodio, mira que forma más cuca de hacer crítica" (definitivamente me enganché al blog cuando escribiste el texto sobre el alcalade de tu pueblo y la Sr.Pajín).

Los exorcismos son buenos, como todo, en su justa medida.
Si nos excedemos con ellos, a pesar de que son necesarios, pueden acabar pasándonos factura.

lacantudo dijo...

De eso es precisamente de lo que hablo aquí.
Ya es suficiente, no me apetece seguir escupiendo sapos y culebras y he tratado de volver a mis orígenes, pero me encuentro con que despues de todos estos últimos post, parece que ya no sirve.
No he perdido el sentido del humor, quizás esté algo más ácido, pero no lo he perdido.
Ni ganas que tengo.
Ni falta que hace.