martes, 29 de noviembre de 2011

Lo bonito del dolor.



Esta mañana, una amiga y lectora, o una lectora muy especial, o un amiga muy especial que lee las movidas que escribo, me ha dicho que hay una gran diferencia de unos textos a otros.
Que aunque estén mejor o peor escritos, aquellos que hablan directamente desde el dolor son más interesantes. ¡¡Nos han jodido!!
Es mucho más divertido ver como alguien se desangra delante de los demás, de ahí el gran éxito del circo romano, de las corridas de toros y del "Sálvame de luxe".
Admito que es mucho más sencillo escribir desde los propios sentimientos, vaciándote el alma y dejando que fluya todo lo que llevas dentro, que hacerlo sobre una temática más mundana, donde solo tienes que preocuparte por encontrar la palabra adecuada y no por reconstruir la presa que lo contenga todo. Abrir la espita es muy complicado, es como aflojar un torniquete, si te relajas se te muere el herido.
Supongo que desde pequeños se nos educa para quejarnos lo justo, no vaya a ser que demos demasiada turra, pero en el fondo lo que han hecho ha sido reprimirnos los instintos. A ver si te os crees que cuando un zorro mete la pata en un cepo exclama disgustado: " oh, cielos, que contrariedad". Si uno permite que afloren los sapos, afloran y se traen toda la ciénaga de fiesta, que se va a terminar liando gorda y no podemos permitir que se lo pierdan las babosas, que son unas cachondas.
Arranca desde lo más profundo del interior. Al principio crees que son gases, o que te han sentado mal los últimos dieciséis whiskis, pero luego te das cuenta de que no, de que lo que pasa es que el viento comienza a correr alrededor jugando con tus recuerdos y se te está preparando una indigestión de la ostia. Los calambres te duermen la conciencia y de repente todo vale, disparas sin apuntar, como un recluta en el frente, acojonado porque te parece un arma poderosa y el retroceso te va a tumbar en el suelo con un hematoma en el hombro. Y así es. Poco a poco tratas de pillarle el punto y con el tiempo te conviertes en un francotirador que dispara proyectiles de nostalgia contra mujeres y niños, y perritas salchicha y amigos con los que te bebías las cervezas de siete en siete y ahora se han ido un poquito más lejos de "a tomar por el culo, ciudad de vacaciones".
¿Hablamos de dolor? Yo no tengo ningún monopolio. Tu también tienes el tuyo princesa, pero no seré yo el que te pida que bajes a esa bodega a buscarme una botella. ¿Crees que me apetece bucear ahí? No me apetece una mierda, porque el agua está congelada y no se ve tres en un burro. Da bastante miedito porque sientes sombras a tu alrededor, buceando junto a ti, y no sabes quien o que coño son.
Te falta el aire desde que entras y la putada mayor te viene cuando te das cuenta de que hay un punto complicado, en el que no sabes si asciendes o desciendes, pero descubres una placidez extraña.
No me jodas cariño, déjame que escriba sobre lo bonito que es leer, sobre lo bien que se está con un libro y una manta, evadiendote de todo. Déjame que hable de las hojas que alfombran las largas avenidas, iluminadas con adornos navideños, o del ridículo de su majestad dándose con el marco de la puerta, ciego como un piojo.
No me pidas que vuelva ahí, porque me acojona. Si quieres, si tienes huevos, te vienes conmigo. Me coges fuerte del brazo y me alumbras con tus ojos, pero esta vez no me sueltes la mano, aguanta como una machota porque es el puto y frenético tren de la bruja, donde lo que más querías te sacude con una escoba de nauseas a cada vuelta de circuito. Verás que riseras...como nos lo vamos a pasar.
¿Te apetece ver como me crecen los colmillos y me arranco la carne a bocados? Alimentemos a todos con los restos de un pasado mejor, que es rico en calcio y en fósforo. ¡¡De excursión al límite de la locura!! Tu puedes hacer una tortilla de patatas, no olvides la fiambrera, que yo pongo la bota de vino, los porros y la petaca de sueños. En verano hay un tren especial, como el tren playero que ponen para trasladar ovejas hasta la arenita del Sardinero.
No mi amor, no me pidas que vaya, porque nunca regreso siendo el mismo y estoy deseando reconocerme.
Déjame que hable de la fecundación de las amapolas, aunque no pueda dedicarte una selección de lágrimas y de noches sin dormir.
Me duelen los pies de caminar entre los dos mundos.












lunes, 28 de noviembre de 2011

Un café caliente

Y un buen libro.
La luz adecuada, una manta de viaje, cálida y ligera, por si se prolonga en exceso la lectura y la noche se nos echa encima, cosa bastante frecuente.
Apago el teléfono, desconecto el portátil, busco entre los discos y escojo uno de Duke Ellinton.
Acerco un cenicero, el paquete de muerte y las cerillas, porque mientras leo me gusta más encender los pitillos con cerillas.
La lectura implica entre otras cosas, disfrutar de los aromas que siempre acompañan los ratos de evasión.
Para mi desgracia, el aroma del tabaco rubio y el de los fósforos están demasiado presentes en todo lo que hago.
El café natural, sin azúcar, quizás con una gotita de coñac o de whisky, pero caliente, muy caliente esos si.
Ropa cómoda que me voy de viaje y no se cuando volveré.
Antes tenía una perrita cariñosa y tranquila que se recostaba en mi regazo mientras leía, pero ahora ocupo esa ausencia con un pequeño cojín.
Tengo que comprar otro cojín para la cama, uno más grande.que no se me olvide, aunque no se si será suficiente para suplir el calor que se ha escapado con ella.
Al menos si el espacio.
En fin...
Digo que me voy de viaje y es tan cierto como que estoy respirando ahora.
Abro por el capítulo dos del Vellocino de oro, de Robert Graves.
Embarco con Jasón y el resto de los argonautas y de repente el salón de mi casa se llena de océano.
Hay temporal y mis compañeros se afanan en los remos, yo no voy a ser menos así que me escupo en las manos y aferro con fuerza el madero.
Ayer las arenas del desierto me cubrieron casi por completo hasta que Quattermain me rescató en el momento justo, cuando ya no daba un duro por mi vida.
No hace tanto que un pequeño príncipe me hablaba de su planeta, poco más grande que él, con el espacio justo para cuidar de un jardín de rosas.
Cada tarde es una aventura increíble.
Cada tarde me enamoro, sufro, lloro, río, peleo con algún villano o me adentro en lo más profundo de la mente de un autor.
Leer es uno de los placeres más grandes de los que puedo disfrutar, porque mientras leo vivo algunas de las vidas que nunca tendré.
He recorrido el mundo entero, he viajado de la tierra a la luna, he descendido a los infiernos, he perseguido una enorme ballena blanca.
He cabalgado con seiscientos hacia el valle de la muerte y he abrazado a Miguel Hernandez, mientras escribía eso de "menos tu vientre, todo es oscuro".
He besado una y otra vez a Angélica de Alcázar.
Traté de distraer a aquellos tipos de la Gestapo, para que Ana pudiera escapar, pero por desgracia terminaron deteniéndola.
Ocupé mi puesto en la trinchera y también intenté decirle adiós a las armas.
Cuando "dardo" brillaba, me estaba advirtiendo de que había orcos muy cerca y cerré los ojos para no ver como Artax se hundía en el pantano de la desesperación.
Mi caballo, tan veloz, tan fiel.
Tuve que levantarme y desconectar unos minutos, porqué lo que hizo Trujillo con los hombres que planearon el complót, deja un cuerpecito de lo más frío.
Es un regalo, es una maldición, es apasionante y adictivo, es sorprendente siempre.
Verso o prosa. Ensayo, novela, tratado...todo me vale, todo me hace sentir vivo.
Es el legado que tenemos los pobres, es mi herencia, y la recibo por derecho.
Es el jardín eterno y hermoso de las bibliotecas.
Ahora, pretendo formar parte de la legión de valientes que se enfrentaron al mundo, a su mundo, desde unas páginas en blanco.
La instrucción ha sido buena, la mejor, desde que tengo uso de razón, desde que puedo recordar.
Me he entrenado toda la vida para esto, para intentar descubrir el arte de la palabra, para contaros lo que significa para mi.
Os invito a leer.
Os recomiendo leer, porque es la mejor manera de sabernos eternos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Campanilla

Campanilla se quita los guantes de fregar.
Para que nos vamos a engañar...hoy no tiene el chocho para farolillos que diría aquel.
A campanilla le escuece muchísimo que siga siendo tan tremendamente infantil. Y es que Peter es como un niño grande.
No puede ser que siga reclamando su atención, como si ella aparte de todo su amor, tuviese que entregarle un manual completo e ilustrado de como tratar a un hada.
Es un gilipollas, lo bueno es que Peter también lo sabe, eso la consuela.
Campanilla está dispuesta a pasar por ciertas cosas, como por ejemplo enjugar su lágrimas cuando no puede más y todo se le viene encima.
Para eso estamos...piensa ella.
Pero estamos más que para eso.
Campanilla es preciosa, es maravillosa, es la belleza en un cuerpo pequeñito, con alas y con la paciencia rozando el límite.
Ultimamente Peter está desconocido, bebe demasiado y vuelve a casa apestando a grasa de caballo, a pipa de la paz y a sirena.
A Campanilla se le está terminando el fairy y como no reponga pronto, los platos quedarán grasientos y sucios.
Lo cierto es que Peter cada vez se fija menos en estos detalles pero ella es muy celosa de sus cosas.
Que le den por el culo...¿quien necesita un mocoso llorón para alegrar las noches de "Nunca jamás"?
Ella.
Porque aunque despotrique del hombre, o del niño que le ha tocado en suerte, no puede evitar quererlo más que a su vida.
Sabe que ya no es lo mismo en la cama, que ultimamente él forcejea con el amor hasta que se rinde en un estertor meramente físico y carente de cualquier otra cosa.
Ella cierra las piernas y resopla enfadada.
Campanilla no desperdicia ninguna ocasión para llamarlo al orden.
-No llores- le dice.
Pero Peter no puede evitar llorar porque se sigue sintiendo solo y desubicado.
Campanilla tiene los ojos verdes más bonitos dle reino de la fantasía, pero se llenan de cólera en cuanto Peter sale de casa con cualquier escusa.
Prepara la cena con esmero y enciende las velas del candelabro.
Cada noche piensa que será la buena y cada noche arroja la cena fría a la basura.
En ocasiones Peter llega a tiempo de sentarse a la mesa y en ocasiones también, agradece el bocado entre dientes.
Al principio lo fue todo...como en la Biblia, pero ahora no es más que un muchacho malcriado que no es capaz ni de sufrir en soledad.
¿Qué fue del deseo?
Cualquiera de esas fulanas de la laguna se lo harían con él por el mero placer de contarle entre sus clientes.
Campanilla se muerde los labios para que sus vecinos no noten que ha vuelto a llorar.
Segura del resto de sus virtudes, Campanilla se pregunta si no estaría mejor en su mundo, rodeada de los suyos, preparando los papeles del divorcio.
Claro que si...Campanilla no es estúpida y tiene una buena letrada a su disposición.
Campanilla se ha alisado el pelo y se ha puesto sus mejores galas.
Abre la puerta y ve brillar el sol.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Peter Pan

A Peter Pan le duele la cabeza, así que ha decidido abrir las ventanas de par en par y respirar un poco de la fresca brisa de Londres.
La luna está muy baja hoy, eso quiere decir que seguramente desde otras ventanas cuatro o cinco personas soñarán que pueden volar como él, y saltarán emocionados sin pensar demasiado en las consecuencias.
Qué mundo más absurdo el de los humanos.
Busca en sus bolsillos con impaciencia y la sonrisa que le había reportado el pensar en esos estúpidos reventando contra los adoquines se le esfumo rápidamente al comprobar que la petaca no aparecía por ningún lado.
-Estúpida Campanilla-
Ultimamente Campanilla le esconde la petaca cuando se queda dormido, y sabe perfectamente que eso a él le revienta porque necesita un trago al despertar.
Lo suyo con Campanilla se está yendo a la mierda y no precisamente por la diferencia de estatura, hace años que solucionaron ese pequeño problema.
Ella es un hada. ¡¡Un hada coño!! ¿qué hombre atrapado en un cuerpo eternamente adolescente podría hacer feliz a un ser como Campanilla?.
Al principio todo eran besos y batir de alas, polvos de hada y polvos salvajes y arrebatados, pero el tiempo y la rutina fueron apagando las lucecitas y Peter comenzó a visitar con demasiada frecuencia el poblado indio y la laguna de las sirenas.
Volvía a su árbol haciendo eses y en más de una ocasión Campanilla tuvo que apartarle la daga de la garganta de algún niño perdido.
Putos niños perdidos.
Bendito Herodes.
Se podían haber ido a perder a otra parte.
Y no es que Peter haya dejado de querer a Campanilla...claro que la quiere joder, mucho, muchísimo, más de lo que puede soportar, pero ella es tan...mágica y el vive entre un sempiterno acné, inmerso en el festival de las hormonas.
Tiene más de doscientos años y aún no se afeita.
Ha visto guerras, ha envidiado demasiadas vidas comunes, ha deseado tantas veces la vulgaridad de los mortales.
Donde coño habrá escondido la petaca esta vez. Vale que en ocasiones abuse demasiado del grog que le roba a Garfio, pero si no echa un trago la vida se le presenta demasiado difícil.
Garfio es un buen tipo, hay demasiadas leyendas en torno a su relación con el viejo capitán.
Para Peter fue una sorpresa escuchar a Garfio confesar entre chupito y chupito su homosexualidad.
Tan rudo, tan fiero, tan asesino... y mira tu por donde, enamorado como una colegiala de un marinero enclenque cubierto de tatuajes.
Como lloraba Garfio, que puto es el amor.
Más de dos y de tres veces tuvo que llevarlo en volandas, rescatándolo "in extremis" de las mandíbulas del cocodrilo al que se había arrojado desesperado, enfermo de melancolía.
-No vuelva usted a hacerlo, Garfio- y en cuanto se emborracha comienza con la misma cantinela, primero llora y grita como un demente, luego dispara sus pistolas francesas de perrillos contra la marinería que corre asustada por cubierta y al final siempre el mismo numerito, tambaleándose, borracho como un comanche por la tabla de la borda.
- Se va usted a matar capitán, no sea chiquillo, ningún amor merece tanto la pena como para regalarle la vida-
Pero Garfio erre que erre, que si la vida es una mierda, que si no existe la felicidad sin su amor, que si lleva tatuado su nombre de presidiario en el pecho...
Ahí es cuando Peter, cansado de lo de siempre, sale volando.
Campanilla espera en casa, sentada a la mesa, con la cena fría y las velas del candelabro a punto de consumirse.
Una mirada de reproche, un beso con desgana,la cama fría y vacía.
Peter sale pegando un portazo y comienza a ascender como una flecha, alto, muy alto, hasta donde las nubes resultan el único cobijo para un corazón desesperado.
Está maldito, no puede envejecer, no puede morir.
"Toda una vida me estaría contigo", cantaba Machín y él, sentado en una estrella, llora.
Maldice el momento en el que lo imaginaron, desea con todas sus fuerzas que aquel maldito escoces jamás lo hubiese escrito y se caga uno por uno, en todos los muertos de Walt Disney.
Cuando está a punto de perder la razón, recuerda la verde mirada de Campanilla, sus caricias, sus besos, el latido frenético de su corazón al hacer el amor.
Que injusta es la vida.
Que falso es Dios, que todo lo puede, todo, menos dejarle morir.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cajas



Es curioso observar la de cosas que caben en una caja de cartón.

Sus cuadros, los libros de aquella librería de viejo de una rambla de Barcelona.

El cargador del móvil desde el que me mandó los primeros mensajes, aún tímidos y con cierta malicia mal disimulada.

Una figurita de barro, de un artesano de no se que pueblo de montaña.

Las copas con las que brindamos la noche en la que el cielo y el infierno se dieron un poquito de tregua, para que pecáramos alegremente.

Una flauta rota, que no suena...más bien maulla.

La medalla que me puse el día que conocí a sus padres y conseguí no meter la pata.

Ropa...mucha ropa, aquella con la que estaba preciosa y también la que detestaba.

Recuerdos, por kilos, por toneladas, de los buenos y de los malos, pero más de los buenos porque la mayoría de los malos recuerdos han anidado detrás del mueblecito del cuarto de baño, los escucho reírse por las noches cuando no puedo dormir.

Un antifaz negro.

La correa de mi perrita, que ya no va a volver a hacer ruido con las uñas por el parquét del pasillo.

Me mata esa ausencia.

Caben un montón de proyectos, que terminarán en la escombrera aunque ahora aún de pena deshacerse de ellos.

Un pedacito de mi corazón, que putada que sea justo el que estaba más sano, el resto me lo quedo yo, con las aurículas llenas de moho verde y blanco.

El cuento que no terminé nunca porque no se me ocurría un final perfecto y mira tu por donde, ya lo ha escrito ella.

La canción que decidimos hacer nuestra, con el mayor de los respetos al señor Sinatra y que desde hace unos meses tiene otro significado.

El álbum de fotos de la boda, tan sonrientes los dos, tan emocionados.

La maqueta de una vespa blanca con su sidecar y todo.

Tantas cosas que resulta increíble.

Pero lo mejor de todo esto es lo que me queda.

Me queda un montón de espacio, de huecos por llenar.

Me queda sitio para llenarlo con lo que yo quiera, incluso podría meter un mamut disecado en el vacío del salón.

Un mamut al que arrojarle un palito a ver si va corriendo a buscarlo.

A no...que está disecado.

De todas formas puedo ponerle nombre de pecado y un pañuelo al cuello, como si fuera un bailaor de flamenco.

Y sentarme todas las noches un ratito a su lado, a contarle que tal me ha ido el día.

También puedo llenar la casa de luz, de mi luz que ya es hora de que brille y va a brillar más que nunca porque es como una bombilla de bajo consumo, que ahora la enciendes y no ves ni torta, pero seguro que enseguida le dará a alguien una luz muy cálida bajo la que leer el mejor de los libros ( a ver si soy capáz de escribirlo).

Tengo sitio para alguien que sepa querer, no me vale la que diga que me quiere mucho, sino solo una que sepa querer de verdad y eso implica saber cuando has matado la ilusión y no dejar que se gangrene y luego tengan que amputártela.

Que duele mucho, cojones y tal y como está la seguridad social no me la quiero volver a jugar.

Quizás acoja un galguillo de esos con los ojos tristes, que ya está bien de cazadores hijos de puta que en cuanto el perro baja la zancada le pegan fuego en un pinar castellano, o lo dejan morir de hambre atado a un árbol.

No se como se llevarán el galgo y el mamut, pero me encantan las parejas extrañas.

Puede ser el principio de una hermosa historia de amor animal anacrónico.

Pensándolo mejor podría adoptar ciento un galgos, que para un apartamento de cincuenta metros cuadrados promete ser una fiesta continua y hoy tengo el corazón de fiesta...creo.

Hay que ver, que juego dan unas simples cajas de cartón.







sábado, 19 de noviembre de 2011

Levantarse

Y eso es lo que hay que hacer,  es lo que tengo que hacer.
Imagino, queridos lectores de "laespinilla", que estos últimos meses habréis notado en los textos cierto poso de amargura, una buena dosis de indignación, de rabia, de tristeza, de dolor.
La vida, muchas veces nos sacude de forma salvaje, y de un día para otro todo nuestro mundo se puede venir abajo.
Te levantas una mañana siendo el tipo más feliz del universo y en cuestión de segundos te encuentras preguntándote si todo lo que has vivido ha sido mentira, si los valores sobre los que has cimentado tu vida eran falsos también y si realmente merece la pena seguir luchando.
Particularmente he pasado un infierno que me ha dejado al borde de lo que más miedo me ha dado siempre: rendirme.
Me abandoné al lamento y a la autocompasión, cosa bastante fácil y en ocasiones inevitable, ya que no encuentras fuerzas ni ilusión en nada.
He utilizado este blog como mi particular diván de psiquiatra y he volcado en él todas mis miserias.
Me ha ayudado, no os voy a mentir, ya que dentro de lo complejo de mi ser, siempre he sentido una gran necesidad de comunicarme, incluso con aquellos que no conozco.
Poco a poco, a base de vomitar la frustración cada día, me he ido limpiando.
Tengo la suerte, de contar con una familia maravillosa que ha cerrado filas junto a mi y me ha demostrado que siempre habrá alguien para escucharme en silencio y para secarme las lágrimas, para darme la colleja oportuna y hacerme ver que aunque en muchos momentos todo parezca oscuro, siempre habrá una luz.
Tengo la suerte también, de tener unos amigos incondicionales y fantásticos, que desde la prudencia, el respeto y el cariño, me han ayudado a disipar las nubes más negras.
Un sofá blanco, donde dormir las noches en las que no era capaz siquiera de abrir la puerta de mi casa, porque estaba llena de monstruos deseando hacerse un bolso con mi piel.
Un ángel de mirada profunda y hermosa, que aún a costa de contagiarse de mi amargura me recogió del suelo y me acompañó de nuevo a mi vida.
Un duendecillo cargado de sanación que alternó las malaquitas con los abrazos.
Un guerrero de la palabra, con quien realizar rituales atávicos y orinar sobre las cenizas de los malos recuerdos.
La vieja guardia, los amigos de la infancia que siempre han continuado en la brecha.
Una veintena de chalados en sus locos cacharros vesperdidos.
La voz más cálida y elegante, que sale desde el corazón y se cuela en tu casa a través de la radio.
El tipo más largo que Chile, que se viste de negro en ocasiones y canta la canción más bonita del mundo para que yo pueda bailar con mi ángel.
Mi querida amiga que se fue muy lejos y a quien siento siempre tan cerca, con sus pecas y sus lunares.
Espejo de Tera, Arconada, mis nuevas patrias siempre dispuestas a acogerme.
Todos, todos vosotros, todos ellos.
Hoy vuelvo a ser yo y las últimas lágrimas las lloro ahora mismo, al escribir este post y darme cuenta de lo afortunado que soy por poder dar las gracias a tanta gente.
Por sentirme tan querido por tantos y por poder volver a montar mi caballo.
Supongo que habrá muchas noches en las que los monstruos intenten volver a adueñarse de todo, pero esta vez ya no estaré solo, estaréis conmigo para hacer fuerza, para empujarlos hasta la calle, para arrojarlos de vuelta al armario de donde nunca debieron salir.
Hoy vuelvo a ser yo, hoy comienza de nuevo mi vida, hoy me siento lleno de fuerzas y de ganas de todo, incluso de encontrar a la persona a la que regalar lo que llevo dentro.
Hoy limpiaré mi casa de penas y de nostalgia, de resentimiento y de angustia.
Por eso quería hablaros, porque he vuelto.
Puede que vuelvan a hacerme caer, pero he aprendido que siempre hay que estar dispuesto a levantarse.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Descansa

Bajo un damasquinado palio de dudas.
Con el ceño aún por desfruncir de un día eterno como el de ayer y el de antes de ayer.
Respira pausadamente, cediéndole espacio a la morfina de lo que ya es pasado.
Tan cansada, tan bonita, que yo ahora me deslizo por el teclado de su ordenador sigiloso y furtivo, porqué me siento como aquel pintor que se debía al encanto de lo necesario y de lo indiscutiblemente bello, que es plasmar en un lienzo lo que no puede describirse con palabras.
Descansa.
Sobre un colchón de buenos deseos, repleto de plumas de ave fénix,para levantarse mañana siendo de nuevo la que es siempre.
Y mi mejor regalo es este: al despuntar el día, con las primeras luces ya me habré ido,con mi saco de cosas que no necesita, y mi música y mis versos a otra parte.
Pero la debo todo lo que ahora se me ha devuelto y la semilla de quien quisiera llegar a ser.
Aun sabiendo que nunca podrá amarme, por primera vez en mucho tiempo me he sentido feliz.
Supongo,que de alguna manera desde el faro esmeralda de sus ojos, me ha devuelto a mi hogar.



viernes, 11 de noviembre de 2011

A la mierda

Y eso.
A la mierda todo.
A la mierda las ganas de ser una persona como Dios manda.
A la mierda la educación, la autocontención y el derecho de admisión.
A la mierda el renunciar al puñetazo perfecto en el momento preciso y con la fuerza necesaria.
A la mierda soplar en el cotrol de la policia municipal.
A la mierda decirle no a las drogas, porque es mentira que sean malas, son peores, mucho peores de lo que quisieras saber.
A la mierda susurrarle palabras bonitas a una señorita que con la derecha te acaricia la entrepierna y con la izquierda cuenta el fajo de billetes.
A la mierda todo.
A la mierda plantearte que cojones vas a hacer con el resto de tu vida, te quede mucho o poco, que para el caso nos viene dando lo mismo porque mucho o poco va a ser todo una puta mierda llena de mentiras y de mentirosos.
A la mierda seguir contestando sus mensajes.
A la mierda la humanidad tan vacia de humanidad y tan cruel y tan injusta y tan dañina y tan asquerosamente humana.
A la mierda todo lo que no tenga menos de cuarenta grados de alcohol.
A la mierda los tipos con bufanda de cuadros, con el pelo rizado y con las manos bonitas de serpientes traidoras y de mecha de cañón.
A la mierda las muchachas pequeñitas y embusteras, preciosas, sublimes, insuperables.
A la mierda mi cabreo infantil y mocoso.
A la mierda, joder, a la mierda ya.
Vamos...irse a la mierda todos...si me quereis irse.
Irse ya.
Por favor...que no puedo más.
Que no puedo.
Que me escuece el pecho de todo lo que ya no me aguanta.
Que no son las cinco de la tarde, las cinco en punto de la tarde, pero tiembla la plaza y huele a muerte, a sangre y a toros.
A la mierda yo, con mi debilidad.
Qué puedo hacer si no, mandarlo todo a la mierda.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cerca de las nubes.

Se construyó un refugio en lo más alto de las montañas, muy cerquita de las nubes, con la absurda idea de que allí estaría siempre a salvo de todo.
A salvo de un mundo podrido, de los amigos traidores, de las mentiras y de la pena.
Se construyó un refugio donde poder inventarse una vida mejor y cada mañana se levantaba siendo el Dios de su propio y vacío universo, el amo de su destino, el guardián de lo que no habían podido arrebatarle.
Pintó de blanco la cerca, para que se confundiera con la nieve y prefirió reventar a pedradas el neón que señalaba su presencia entre los vivos.
Labró la tierra vecina para plantar una hermosa historia de amor, pero el clima pudo con todo y no llegó a florecer.
Y plantó otra y otra y después otra.
Pero todas se morían de frío.
Entonces un buen día dejó de hacerlo y decidió no cortar sus cabellos, ni volver a sonreír.
Los meses fueron pasando y luego los años. Entonces comenzó a soñar con ella.
Era tan bonita y tan dulce, tan llena de vida que solo podía ser un sueño y la prefirió así, porqué de esa manera nunca podría hacerle daño.
Cada mañana despertaba suplicando que volviera la noche para dormir junto a ella.
Cada noche se entregaba al sueño enfermizo de contemplarse en los ojos de su propia ilusión, pero eran tan hermosos, tan claros, tan felinos, tan repletos de planetas y galaxias, que no había un lugar mejor donde perder la razón.
Y realmente la perdió.
Se volvió completamente loco y su refugio de montaña albergó otro refugio mejor, más profundo y más cálido.
Un lugar donde podía observarla dormir junto a la chimenea, con una manta diminuta que apenas si alcanzaba para cubrirla los pies.
En su locura se sentaba junto a ella y le hablaba de un futuro imposible, en el que ambos serían felices, los amantes más felices.
Se abandonó por completo y poco a poco fue rechazando su insulsa humanidad para ir convirtiéndose en un fragmento de su imaginario paraíso.
No soportaba los momentos de lucidez y cuando estos le sobrevenian, la emprendía a cabezazos contra las paredes hasta que la sangre resbalaba espesa y cálida por su rostro, hasta que perdía el conocimiento.
Entonces y solo entonces, volvía a sumirse en su anhelado letargo donde ellá lo aguardaba para serle siempre fiel y susurrarle al oído lo que toda la vida había querido oír.
Lo encontraron unos excursionistas, apenas unos harapos cubrían su cuerpo congelado.
Nada en él recordaba al hombre que un día fue.Muerto se asemejaba demasiado a una persona feliz.
Allí, en su refugio de montaña.