martes, 30 de agosto de 2011

Lo que me diferencia de un mono

Pues no son tantas cosas...la verdad.
El hecho de vivir en sociedad, me ha llevado a aletargar ciertas conductas que no obstante, aún continúan latentes y en ocasiones tratan de aflorar.
Mal que le pese a la Santa Madre Iglesia, el hombre no es más que un primate evolucionado y en algunos casos dotado de raciocinio.Obviamente, que un hombre tenga raciocinio, que Ramoncin sea un hombre y que por tanto, Ramoncin tenga raciocinio, no es un silogismo válido (este mismo silogismo se cae igualmente si sustituimos "Ramoncin" por Bush, algunos antidisturbios, los "cumbayas", todos los estarras y en general, esa clase de alimañas que pululan por el mundo).
Si me dejo llevar por mis pulsiones más primitivas, iría por la vida robándole los helados a los niños, los cupones a los ciegos, las mujeres a los amigos y la pértiga a los gondoleros, pero gracias a Dios, aún me sostengo.
Ayer tuve la desgracia de ver "El origen del planeta de los simios" (mi nota: puta mierda). En este film, se nos viene a decir que cuanto más inteligentes, peor...más animales somos.
No nos engañemos, no es cuestión únicamente de inteligencia.
Conozco muchas personas con retraso psicológico, que diferencian perfectamente lo que está bien de lo que está mal.
La aberración llega en el momento en el que las personas inteligentes, inventan justificaciones ficticias para ocultar que, a sabiendas de que lo que hacen está mal, lo han hecho porque les ha salido de los mismísimos.
La mega aberración llega cuando con sus santos cojones tratan encima de convencernos de ello.
Un ejemplo perfecto, es la reforma de la constitución española.
Hablando ayer con mi amigo Chuchi, lo equiparaba con un golpe de estado, ya que mediante esta reforma, pretenden suprimir las medidas Keynesianas alegremente, en nuestros morros y hacer después de su capa un sayo.
Creo que en la política española hay demasiados chimpancés con corbata y traje de rayas.
Lo peor de todo, es que a base de sobresaturarnos de información innecesaria, para desinformarnos de la realmente necesaria, han conseguido que muchas personas inteligentes se sienten junto a ellos en la misma rama, a comerse la banana.
Yo no me llego...que putada.
Miren ustedes:
hay mucha, mucha gente buena y cabal, que está sufriendo lo indecible ante los atropellos a los que les está sometiendo el sistema.
Ya está bien, coño.
Porque yo me sujeto y de la misma manera que no despiojo la espalda de mi vecino, no me lanzo desde un árbol sobre determinadas personas y las mato a golpes, aunque ganas, no me faltan.
Pero se está consiguiendo poco a poco una compleja situación, que es que aunque ahora estemos más formados, más preparados y hayamos trabajado mucho más los diferentes tipos de inteligencia, hemos empezado a involucionar.
Yo, particularmente, tengo sed de sangre.
Me gustaría como aquel mono de Kubrik, coger un enorme fémur y aplastarle el cráneo a más de uno.
Levantarlo y dejarlo caer con todas mis fuerzas sobre sus destrozados cráneos hasta que la tierra rezume fluidos y sexos triturados.
A veces llevo los ojos rojos, como el conde Drácula y mataría, mataría con mis propias manos, me abalanzaría sobre aquellos que me hacen daño y les arrancaría la traquea.
Y eso...no está bien.
Aún me sigo controlando, pero ya empiezo a notar ciertos síntomas que no me gustan nada.
Si ellos pueden ordenar el apaleamiento, la humillación, el robo e incluso la muerte de quienes no consideran más que moneda de cambio, nosotros podemos tomar la Bastilla una vez más, levantar adoquines en París, lanzar tuercas en los astilleros, quemar ruedas en las carreteras y cajeros en las ciudades, entrar a cuchillo en el parlamento al grito de" se sienten coño" o al de "hagan la conga, coño", plantar cara en "Casas viejas" y limpiar el mundo de escoria.
Somos más y más cabreados ( "perdón "indignados") y si esto sigue así, vamos a tener que plantearnos si merece la pena montar tiendas de campañas y talleres de convivencia, o si por el contrario va a ser más efectivo descargarnos manuales de guerrilla urbana.
Hoy en el día un niño de trece años te hace un cocktel molotov con los ojos cerrados y al terminar, encima te prepara un daikiry.
Yo estoy dispuesto a hacerme respetar y a tratar de preparar un mundo mejor, aunque eso suponga liberar el instinto más arcaico del hombre: la ira.
No nos durmamos, porque se aprovechan de nuestra pereza.
No nos callemos, porque se alimentan de nuestro silencio.
No transijamos, porque copulan con nuestra resignación.
Joder...hay que dejar de ver pelis de monos...a partir de ahora solo documentales de pescaditos y arrecifes de coral.








sábado, 27 de agosto de 2011

Ínfulas

Hay que ver...manda cojones.
Uno se levanta una mañana con tremenda indigestión de "pochas con verduras", a sabiendas de que cuando un tarro de legumbres en conserva lleva tres años caducado, es mejor no comérselo.
¿Pero quien dijo miedo?
Bolsas en los ojos, flojera de vientre y el deseo fervoroso de alcanzar el parnaso.
Supongo que así comenzaron Alberti, Dámaso, whitman y demás.
Mama...voy a ser poeta!!!
Te muerdes los carrillos como Galliano y como él, te lanzas a la espantajeria y a la mamarrachez (grande Joaquín Reyes) y te sientas ante el teclado convencido de que los dedos transmiten la magia que el cofre de tu creatividad ha liberado.
Y cuando terminas, te das cuenta de que eres el puto pitufo poeta.
El pitufo poeta fue el único que no se cepillo a la pitufina, que como no era tonta, después de traginarse a toda la comunidad menos a él, se largó a Formentera, a vivir en una cueva con el pitufo atleta, que será medio gilipollas pero es de los de cuatro sin sacarla y además prepara el estofado de ciervo que ni Arzak.
Mientras el pitufo poeta, que es gilipollas entero, sigue buscando la palabra que rime con pitufina, para poder pasar al segundo verso.
Y es que la poesía es una prolongación del ego, no nos engañemos. Para ser poeta de verdad, hay que tener más ego que Bianca Castaffiore.
Yo siempre he presumido de tener varios egos, con uno no me alcanza, pero se conoce que esto debe ser como lo de las vidas de los gatos, en cada ocasión que la realidad me ha puesto en mi sitio, he perdido un ego.
Así que nada, me voy a buscar al pitufo poeta, a ver si lo convenzo y me lo llevo de putas y lo emborracho, y después entre los dos, cogemos al pitufo atleta y le damos una buena mano de hostias y lo tiramos al pilón, que ya esta bien de ir por la vida sacando bola y apretando el culo.
Me vuelvo a la cama, a digerir lo que queda de las pochas.





Cuando el miedo te vence.

Viene y va, como un monstruo furtivo que escudriña desde las sombras,
marchitando a su paso cualquier forma de vida,
y corro a mirar dentro de mi,
porque temo que se esconda entre el dolor y la rabia.
Viene, y al arañarme las entrañas me hace gritar y llorar,
y cuando se marcha, me arrojo a la desesperación de saber que va a regresar,
esperando desnudo de valor y de sueños,
dormitando a ratitos en un colchón de nubes negras.
Es el amor y el desamor a la vez,
es la certeza de un momento terrible,
es la alimaña que se nutre de vidas,
es el nada de la palabra todo.
No quiero vivir alimentando sus larvas,
sino enfrentarlo de una vez por todas,
y hacerme una capa con su piel de lodo,
y un collar con sus dientes de azufre.




miércoles, 17 de agosto de 2011

Bancos de piedra.





Está sentada en un banco de piedra, junto al brezo, en el jardín abandonado donde todo ha crecido salvaje.
El aire es frío y arrastra las amarillentas hojas de un lado a otro, como el mar cuando juega con los barcos antes de engullirlos.
Está sola y llora.
Llora porque hoy ha sentido como se le rompía el corazón.
Llora porque la luna no brilla tanto como lo hizo ayer.
Llora porque camina sola, en vez de abrazada a su cintura.
Tanto margen le dio, que los márgenes se hicieron mundo y él descubrió que había vida más allá de ella.
Tanto amor le dio, que terminó por ahogar el amor que él sentía.
Tanto lo quiso y tan mal, que él aprendió que el amor muerde y duele y decidió despojarse de su boca.
Ahora ella sostiene su foto entre las manos, como una niña que ha recogido del suelo un pajarito herido.
Ahora es tarde para insuflarle su aliento, para acariciar sus alas rotas.
Ahora, no hay nadie más en ese banco y la respiración se acelera, hasta que cae la primera lágrima. Luego viene otra y después mil más, todas, como una estampida, todas, todas sus lágrimas.
No puede contenerlas, no quiere detener el éxtasis del dolor.
Duele y duele y duele y nota con exactitud el punto donde quema el pecho, porque quema de verdad, abrasa, pero no cauteriza la herida que sigue abierta y manando llanto.
Los ojos empiezan a escocer, la sal de las lágrimas erosiona la piel de las mejillas y un carro lleno de angustia aprovecha los surcos y recorre su cuerpo.
No tiene consuelo, porque esta vez sabe que no va a volver, que lo ha dejado partir, que se ha llevado toda la risa, todos los buenos momentos, todos los sueños y los planes, los proyectos y las aventuras, en un hatillo con remiendos de otras historias de amor.
Se siente estúpida añorando los ojos azules que hacía un tiempo habían dejado de interesarla.Se pregunta como será la vida sin él.
Le duele conocer la respuesta.
Del otro lado del muro de hiedra, él está sentado en el suelo, junto a una flor marchita.
No quería marcharse.
Siente como un puñal de hielo se le incrusta en la garganta antes de empezar a repetir su nombre como una letanía.
Se ha vuelto muy pequeñito, tanto que podría pisarse a si mismo si no pone cuidado.
Se sube los cuellos del gabán en un gesto que de alguna manera recuerda a sus caricias, cálidas y oportunas.
Que difícil ha sido partir, que terrible es no saber a donde.
Apenas unos pasos y ha caído desplomado, exhausto, herido de muerte al volver la cabeza y mirar hacia atrás y verla tratando de retenerle con las pupilas empapadas, levantando la mano en un último intento por detener el tiempo y volver a días mejores.
El mismo viento gélido que congela las lágrimas de ella, alborota los rubios cabellos de él.
Parece un personaje de Dickens, tan frágil, tan abandonado, tan desprovisto de ganas de vivir.
Trata de no pensar, de no sentir, de arrancarse su imagen de la memoria, pero la lleva impresa en cada centímetro de su piel.
Huele a ella, sabe a ella.
Tendrá que armarse de valor y colocar su recuerdo encima de la chimenea, donde pueda verlo cada noche al avivar las ascuas.
Tanto daño hace amar, que prefiere no olvidarla.
Tanto daño hace amar, que tendrá que vendarse las heridas con cientos de versos.
Enciende un cigarrillo que baila entre sus labios que tiemblan.
Aspira el humo queriendo ser humo también y desvanecerse, pero nada de eso pasa y sigue siendo quien es.
Se levanta despacito, a sabiendas de que va a empezar a caminar y no sabe exactamente que rumbo tomar.
Esta perdido sin ella.
Se mete las manos en los bolsillos y coloca un pie delante del otro.
Ella esta tiritando.
La noche ha caído sobre la ciudad y en el parque solo hay silencio, como el que se escucha en su alma.
Se levanta despacito, a sabiendas de que va a empezar a caminar y no sabe exactamente que rumbo tomar.
Está perdida sin él.
Se mete las manos en los bolsillos, hace mucho frío.
Coloca un pie delante del otro.