viernes, 30 de diciembre de 2011

Querido 2011

Vete a la mierda.
Aquí me tienes, como querías, sentado delante de un vaso de Cutty preguntándome porqué coño me caen tan mal los números impares.
¿Qué te llevas?
Te lo cuento:
Te llevas un año más de mi vida, lo que me quedaba de inocencia, la confianza, las ganas de hacer nudismo y mostrarme como soy.
Te llevas mi último chiste.
Te has llevado a mi perrita y el calor de mi cama.
Los tintos de verano, los veranos.
Te llevas también la amistad con mayúsculas y el amor con mayúsculas.
Todo en el mismo saco, por mi puedes tirarlo al rió.
Te llevas sueños de trapo con ojos de botón, rellenos de papel de periódico.
Todos para ti, ya no los quiero.
Te llevas el pelo alborotado y las medias de color.
Perdidas de orina son.
Llévate de paso una maleta de cartón pintada a mano donde guardaba la ilusión y las bolas de malabares.
La vespa con sidecar.
El mapa del tesoro y todos los doblones, de a ocho, de chocolate. Llévate el chocolate y la hierba.
Y la farlopa.
Arrambla con todo como un dictador en el exilio. Puedes correr pero no esconderte.
Si quieres te digo lo que me dejas, hijo de puta:
Me dejas una entelequia.
Una colección de perífrasis perfectas para no hablar nunca de ello.
Me dejas lo que no echaba de menos, y es perfecto.
Mis hermanas,tan bonicas y tan distintas.
A "campanilla", a esa me la dejas, gracias a Dios.
El reencuentro con mi duende, que es un remanso de paz.
La voz de las ondas, que siempre sabe como modular una palabra de aliento.
Decenas de amigos que bailan para atrás.
Me dejas un disco de Camarón donde el arte se vuelve "quejio" y lo que siempre he querido decir buleria.
La gente del teatro, que es mi gente, que es la gente de todos.
Una muchacha pequeñita que sonríe con los ojos.
Otra muchacha pequeñita a la que me cuesta hacer sonreír desde hace años.
Ganas de romperte la cara.
Unas piernas eternas y oportunas que se abren en el mejor de los momentos, entre gintonic y gintonic.
Proyectos, guiones, libros, castillos en el aire con mazmorras de futuro.
Lo mejor del mercado que no está en el mercado, pero me cuesta deshacerme de la lista de la compra.
El fin del mundo, que se supone que viene ya y no sabe que llegó hace meses.
La venganza de los Mayas, o de las ballenas o del amazonas o de los revolucionarios con gorra calada y cigarro habano.
Una plaza,dos plazas, tres plazas, cuatro plazas, cien países en llamas.
Tres tallas menos.
Me dejas soñando con replicantes sonrientes que han visto arder naves en Orión, o en Vallecas....o por ahí cerca.
Me dejas de un aire, así me dejas.
La voz cálida de Amy Whinehouse cantando Rehab.
Las promesas del tío Mariano.
Polvo en las copas de cava.
Ala...vete a tomar por el culo y ponte una equis.
No te voy a echar de menos.

martes, 27 de diciembre de 2011

Revolucionaría

Es capaz de poner el mundo cabeza abajo con un par de trazos.
Pintar del color oportuno el momento más triste y convertirlo en una cama suspendida entre nubes.
Trata de elegir el tono para que todo sea mejor y se esfuerza en no estar quieta...tampoco puede, ella es así.
Ahora la plaza está llena y se siente un poco más tranquila.
Hay talleres, charlas, conferencias...asambleas.
Despliega un enorme lienzo donde entramos todos y hace hueco en él para todos aquellos que están por venir.
Con lo pequeñita que es, hay que ver que corazón más grande.
Se sienta a dibujar una sociedad en la que la injusticia es algo así como un animal mitológico, la corrupción, la avaricia, el abuso de poder, la discriminación...todo apartado a una especie de bestiario imaginario, como los de Tolkien.
Dibuja despacito, repasando cada trazo antes de plasmarlo, tarareando algo de Silvio, o de ACDC.
Esta tan concentrada que no se da cuenta de que los cuervos rodean la plaza.
No escucha los graznidos que brotan desde el interior de los furgones.
Las piernas cruzadas, posición de Loto.
Un lápiz en cada oreja y otros muchos desperdigados a su alrededor.
Imagina consignas con forma de gaviota, redecora abrazos en tonos sepia y sus personajes siempre, siempre sonríen.
Comienzan las carreras, los cuervos se despliegan amenazantes, batiendo bien fuerte las alas, amedrentando a los soñadores.
Pero ella como si nada.
Quizás por eso odio a los cuervos, porque ella era feliz allá donde estaba, en el mundo ideal que vive en su pecho y en su cabecita, y la han traído de vuelta.
Levanta los ojos al ver una bota negra pisoteando un lápiz rojo.
Tiene tiempo para pensar en que es una hermosa combinación de colores.
Después se indigna y se pone en pie.
Los ojos brillan sobre un colchón de pecas, se fue la mirada tranquila y en su lugar asoma la rabia del que sabe que es suficiente y que el valiente ha sido valiente hasta que el cobarde ha querido.
El cuervo es consciente de quien es ella y por eso no se atreve a descargar el golpe, porque es inútil golpear una ola...al final te engullirá.
Formamos junto a ella, los que decimos basta ya, los que estamos cansados de pagar con nuestras lágrimas las vacaciones de tanto hijo de puta, los que podemos recibir el golpe en su lugar...y devolverlo.Los que tampoco tenemos miedo. Los que no sabemos dibujar, pero entregamos una carta directa a la conciencia cada vez que nos empujan.
Cada vez somos más y ellos más negros.
Entonces ella avanza y él cuervo no sabe que hacer, solicita órdenes al jefe de la bandada, asustado al ver refulgir la mirada de una muchachita que apenas levanta un palmo.
Yo cierro los puños y aprieto los dientes, el corazón me late como si corriera en mi una manada de caballos salvajes.
No os atreváis, porque seremos tantos los que os devolvamos vuestra cosecha que no tendréis a donde ir ni donde esconderos.
Ella sigue avanzando, ellos ven su luz y se repliegan.
Ilumina toda la plaza, toda la ciudad, todo el planeta.
Ilumina millones de almas y en todos los continentes se van encendiendo otras como ella.
Los cuervos pierden las pupilas en la carrera y se golpean entre ellos.
Ha terminado.
Sencillamente vuelve a sentarse, recoje los pedazos de los lápices y retorna a su dibujo.
Entonces me doy cuenta de lo bonita que es su calma.
Y solo puedo admirar su presencia.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Oh Happy Day!!!

Ya ha hablado su majestad, aunque a la mayoría de la gente le importe tres cojones lo que tenga que decir alguien tan ajeno a ellos. Campechano, eso si.
Langostinos, lombarda, pularda, lechazo, tostón y merluza.
Cava.
Los niños buscando debajo de la chimenea, o en la caldera, por estimación... la factura.
Caritas sonrientes, chistes de cuñados, botellas de crema de orujo.
La baraja para el cinquillo, el continental o la escoba.
La versión navideña del tren de la bruja, que te golpea el careto en cada curva del circuito cerrado.
Navidad.
Los que están fuera casi siempre vuelven a casa cargaditos de ilusión y de buenos deseos. De besos y de abrazos, de anécdotas oportunas.
Algunos seguimos esperando mirando por la ventana, pero no vuelve nadie.
Se nos calienta el cava, se va a echar a perder si no brindamos rápido.
Felices fiestas y tal.
Las cosas siempre duelen más en navidad, pero puedes disimular cantando villancicos y pegándole ostias a la pandereta.
Sopa de almendras, tradición, recuerdos de la infancia.
Esta noche es nochebuena y mañana navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar.
Hasta caerme de culo y perder lo que me quede de cabeza.
Me toca ser super feliz.
Es la noche.
Os deseo lo mejor.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Pequeñita

Insignificante, chiquitita como un botón, mínima.
Yo también me he sentido así, amiga, pero te aseguro que no es verdad.
Crees que no vales nada y si que vales, vales mucho, lo que sucede es que no eres capaz de verlo porque hace tiempo alguien te dio el cambiazo cuando estabas dormida y el cristal por el que observas tu vida no es el adecuado.
Te sientes torpe, "viejuna" y fea...vamos por Dios.
Con esos ojitos y esa sonrisa.
Te sientes ridícula teniendo detalles con él, y el ridículo es él si no sabe apreciarlos.
Piensas que has perdido el tren y no sabes que las estaciones están llenas de sorpresas y de tipos con mochila que aunque pierden uno detrás de otro al final se subirán al que les llevará al destino que llevan soñando toda la vida.
Hay billetes para ti, no seas boba.
Piensas también, que el amor es un fraude y te mueres por amar y por que te amen, pero de verdad, sin control, sin cortapisas sin barreras.
¿Se puede amar de otra manera?
Yo nunca supe querer a medias y aunque eso me rompió en sesenta trocitos chiquitinos y muy bien dobladitos y amontonados unos encima de otros, me niego a hacerlo de otra forma.
No puedes dormir, te falta el aire, solo piensas en que algo no funciona.
Respira amiga, duerme, todo va bien, creeme...yo nunca te mentiría.
Deja ya de hacer más y más grande el remolino de tu pelo,eso no va a arreglar las cosas.
Empieza por ser feliz.
Te va a parecer una estupidez, pero al final lo de ser feliz, es más fácil, mucho más fácil de lo que parece.
Solo necesitas creer en ti un poquito, lo demás viene solo.
Cuando crees en ti y te quieres, aprendes a recibir el cariño de los demás y a ver las cosas en color y a distinguir fragancias.
De repente la vida se vuelve un anuncio de compresas y ya sabes a que coño huelen las nubes.
Huelen a que ya está bien de pasarlas putas, a que ya vale de ir con la cabeza gacha, a que las farolas se van a encender todas para ti.
Creeme amiga, a eso mismo huelen las nubes.
Date una oportunidad, yo me la he dado.
Todo esto, te lo digo porque tienes una expresión demasiado dulce como para empañarla con esa tristeza con la que ultimamente te maquillas.
No voy a consentir que desaparezcas debajo del edredón de la nostalgia, no es tan calentito como parece, es mentira.
Al final pasas un frió horroroso así que te voy a sacar de ahí.
Dejaré que vuelvas a meter las manos en mis bolsillos y que te agarres fuerte, que me grites a través del casco, mientras esquivo coches y trato de entender que coño me estás contando, como la última vez.
Cualquier cosa con tal de que sonrías.

martes, 13 de diciembre de 2011

El jardinero Fiel

A esta planta la tengo que cuidar con especial atención, porque entre otras cosas y aparte de ser la más hermosa de entre todas las plantas de mi jardín, si no se tiene cuidado se marchita poco a poco y se pone mustia.
Da mucha pena cuando pasa esto, porque en sus mejores momentos, cuando se dan todos los requisitos, es tan bonita, tanto, que uno puede pasarse horas y horas contemplándola.
Es complicado, porque aunque la hablo todos los días, en ocasiones siento que no necesita escuchar aquello que le digo, sino más bien parece que quisiera taparse los pistilos y no oír nada más allá de su propia pena o de su rabia contenida.
Hay veces en las que rechaza el calor y notas como sus hojas amarillean por minutos y uno no sabe que le pasa y se desespera, porque no sabe que hacer.
Dar más calor no es posible, no lo resistiría.
Es una planta dura, me consta y una superviviente, pero me da cada susto...
Hay que tener mucho cuidado porque ejerce una atracción especial sobre los ácaros y los pulgones, que embriagados por sus vivos colores se abalanzan en tropel sobre ella y aunque tiene sus propios mecanismos de defensa, alguno la ha llegado a hacer mucho daño...demasiado.
Yo me paso el día con el pulverizador en la mano, pero eso no es bueno porque aunque quisiera protegerla siempre, tampoco es bueno entrometerse en lo que la madre naturaleza tenga destinado para ella.
No necesita demasiadas horas de luz, al contrario, es feliz cuando bajo las persianas y puede descansar, porque está muy cansada.
Han ido llegando otras plantas hermosas, pero ninguna puede competir con ella, en nada.
Digamos que es perfecta.
Se que las demás la envidian y lejos de volverse altanera veo en ella una especial disposición para ayudar al resto de plantas y flores.
Teníais que verla en plena fotosíntesis.
Tiene tanto que aportar...
Siempre la he llevado conmigo, a donde quiera que yo he ido ella también ha venido, porque la vida sin ella es triste y gris, vacía.
Mi planta no es mía, ni lo será nunca, pero me permite en ocasiones, silbarle alguna canción.
Ultimamente la veo un poco arrugadilla, quizás debería cambiar de tiesto o de abono.
Creo que en el fondo, ella sabe que yo siempre estaré ahí, para regarla, para añadirle nutrientes, para decirle cada mañana :"hojas verdes tienes, preciosa".

lunes, 12 de diciembre de 2011

Comprar en "los chinos"

En esta entrada no voy a añadir fotos o ilustraciones de ningún tipo.
Y os explicaré porqué:
Mi madre (como todas las madres) es sabia y no suele equivocarse y en una ocasión me dijo "lo barato sale caro".
Cuanta razón tenía la jodia, pero los jóvenes somos atrevidos (si...37 tacos es ser joven) y desoímos los consejos de nuestros mayores, bien por ese conflicto generacional que nos arrastra a hacer justo lo contrario, bien por completa y absoluta ignorancia.
El caso es que dándome una vuelta por uno de esos enormes badulakes orientales, en busca de pinzas para la ropa económicas, me encontré con una hermosa máquina de esas que lo mismo te rapan la cabeza, que te perfilan las patillas, barba y bigote.
Diez euros, un chollete.
-Por diez lereles me ahorro peluquero, barbero y tiempo, con lo que "pa la saca"-me dije ufano y orgulloso de mi saber comprar.
Hasta ahí todo bien.
El horror llegó hace un par de días, cuando me dispuse a estrenarla rebajando un poco el matojo del bigote, que de frondoso que estaba, parecía que me había pegado un gatico acostado encima del labio superior.
Tan contento yo, con mi maquinita llena de luces de colores.
Gradué el peine que cubre la cuchilla al cuatro y con la "segadora" a máxima potencia, comencé la operación "guapete te pongas".
En el preciso instante en que apliqué aquel invento del maligno al amigo bicolor (o sea, mi hermoso y original bigote) la mierda del peine graduador se retrotrajo como un miembro viril tras un baño en el Cantábrico.
Antes de que pudiera evitarlo, me llevé por delante la mitad de mi personalidad.
Ahí estaba yo, cual Mackulain Culkin, gritando como un poseso con ambas manos pegadas a la cara.
Diez años sin afeitarme, diez años manteniendo una imagen que dotaba de personalidad y seña de distinción a este humilde titiritero.
¡¡A euro por año de alegría bigotil!! que barato he pagado esta infamia.
No me quedaron más cojones que afeitarme por completo, entre lágrimas e hipos.
No os podéis hacer ni idea de lo espantosamente horrible que me encontré al terminar la faena.
No me reconocía ante el espejo, ese imberbe pusilánime no era yo.
Que gran putada, que jodienda, justo ahora, que vuelvo "al mercado", justo en sábado, sabadete.
En fin, consolándome con la idea de que todo crece y hay cosas por las que estar más preocupado, me subí en la moto y me fui a ver a "Campanilla".
Su grito de horror se escuchó en toda la comunidad.
Entiendo que el cambio es radical, pero mi alma sensible y mi autoestima malherida, hubieran agradecido algo de comprensión y un par de mentiras piadosas.
Del espanto a la risa, hay una delgada linea roja, como del amor al odio.
Y os aseguro que adoro a esta mujer, pero por un momento imagine más de setenta y dos maneras de ayudarla a dejar este valle de lágrimas.
Cómo se reía la muy perrer!!!
Ahí estaba el pobre Juan, cubriéndose el rostro con una máscara de "Anónimus".
Esta tampoco fue la mejor de las ideas, porque nada más salir a la calle con mi máscara, dos agentes de paisano me solicitaron amablemente la documentación y procedieron a realizar un registro "preventivo" que termino con la consabida incautación de sustancias psicotrópicas y la correspondiente sanción administrativa por importe de 301 euros.
Que bien, 311lereles la puta máquina, y la voz de mi madre volviendo una y otra vez desde el pasado repitiendo "lo barato sale caro, lo barato sale caro".
Lo peor llegó cuando un grupo de niños comenzó a hostigarme con palos mientras me llamaban monstruo, deforme y cosas por el estilo.
Tuve que salir corriendo, pero iniciaron una persecución que solo finalizo cuando me acogí a "sagrado" en la Iglesia de Santa María de la Antigua.
Por culpa de la puta máquina de los chinos, terminé encaramado en el campanario, mientras mis paisanos acudían en tropel desde todos los rincones de la ciudad, con antorchas y horcas, arrojándome piedras y restos vegetales con bastante buena puntería.
Un helicóptero de la policía nacional se aproximó por un costado y antes de que pudiera tratar de derribarlo a manotazos, como aquel simpático mono con nombre de hamburguesa gigante, un tirador de élite logró colocar un dardo anestésico justo en el centro de mi glúteo derecho.
Se me nubló la visión y la realidad comenzó a distorsionarse.
Cuando me desperté, enormes correas de cuero sujetaban mis muñecas y tobillos a una camilla instalada en el interior de una jaula para leones.
Aún sigo aquí y científicos de todo el mundo se acercan a visitarme.
Me han realizado todo tipo de pruebas y mientras las doctores introducen artefactos metálicos por mi recto, yo recuerdo aquél sabio consejo de mi madre y me cago mentalemente en la gran muralla y en la puta que parió al "último emperador", a Mulán y a la prima de Chank-kai-chek.

Sábanas blancas.

Siempre tan limpias,un día tras otro.
He pasado meses observando como hacían y deshacían la cama una y otra vez.
Ahora, mientras empaqueto las pocas cosas que  quedan de ella, me doy cuenta de que ya no volveré a ver tanta asepsia en mucho tiempo.
Me será fácil acostumbrarme.
Pero este es un pensamiento demasiado absurdo.
Los primeros días fueron los peores. Todo estaba tan reciente, el accidente, la llamada de la policía municipal, las carreras por los pasillos del hospital buscando a alguien que pudiera informarnos de su estado.
Poco a poco fuimos tomando conciencia de la realidad.
Sin embargo yo sentí una desazón especial.
Es inevitable sentirse culpable.
Quizás si no hubiéramos discutido aquella noche, si no me hubiera comportado como un auténtico gilipollas, ahora estaría viva.
Lo cierto es que no necesitaba tomarme esa copa, pero me negué a marcharme a casa. Todos mis amigos se quedaban a tomar "la última" y me dejé convencer, aún a sabiendas de que ella estaba cansada.
La ofrecí pagar un taxi, pero ella era así, cuando se trataba de orgullo era una campeona.
Prefirió llevarse la moto y que el taxi lo cogiera yo...y permití que lo hiciera.
El psicólogo del hospital me ha explicado una y otra vez que no fue culpa mía que aquel conductor perdiera el control y se la llevara por delante, pero yo se que de haber insistido un poco más, quizás se hubiera quedado, o al menos habría retrasado un poco su partida. Lo justo para haberla evitado coincidir con la trayectoría aquel coche descontrolado.
Está muerta y se que de alguna manera, yo la maté.
Entró en coma en el acto, el casco salió disparado y el impactó contra el asfalto fue tremendo.
Al principio los médicos nos aconsejaron tener fe,esperanza... pero la fe y la esperanza se fueron marchitando con el paso de las semanas.
Al cabo de cuatro meses me encontré solo con ella en la habitación 207.
Sus padres ya eran muy mayores y además vivían en una ciudad de la costa, por lo que no fue excesivamente difícil convencerles de volver a casa, a descansar, al menos hasta que hubiera algún indicio de mejoría.
No tenia hermanos y los amigos comunes, terminaron por ir espaciando las visitas hasta que estas se volvieron inexistentes. Eso si...las llamadas y los sms eran constantes, por lo que cansado de dar siempre las mismas respuestas, decidí apagar el teléfono.
Perdí mi trabajo, ningún jefe es tan comprensivo, pero no me importó demasiado.
El comatoso es un estado muy extraño.
Algunos pacientes que regresaron de comas prolongados, juraban haber escuchado en ocasiones las voces de los parientes que velaban junto a sus camas.
Leí todo lo escrito sobre comas y comatosos.
Cada mañana me despertaba con la sensación de que ella aguardaba los buenos días y yo se los daba, acompañados de un beso en los labios.
Las enfermeras sonreían al verme hacerlo, pero eran sonrisas tristes, de esas que se esbozan desde la certeza de que todo está perdido.
Cada día le hablaba durante horas, le decía lo mucho que la quería y lo mucho que sentía no haberme marchado a casa con ella.
Cada día lloré en el baño, para que ella no me escuchara hacerlo.
Que injusta es la vida, que tan solo en unas pocas ocasiones te permite segundas oportunidades.
Hubiera dado cualquier cosa por un abrazo, por un beso, por una sonrisa suya.
Todo, mi vida entera,.Cada uno de los días que me quedan por vivir y que no necesito para nada sin tenerla junto a mi renegando del despertador, de las vecinas chismosas y del cabrón de su jefe, que además de ser un pijo insoportable, se pasaba el día mirándola las tetas.
Ya no habrá más conciertos, ni más paseos por el campo, ni más minutos perdidos en la cola del supermercado.
Ya no habrá más escarceos en los probadores del centro comercial, ni más "cine palomitas" en el sofá del salón, los domingos por la tarde.
Su cepillo de dientes. Lo traje para el día que despertara, siempre tuvo un aliento fresco.
Coloco el cepillo dentro de la caja, junto al vestido de lana verde, el cortito, el que la regale el día de nuestro segundo aniversario.Estaba preciosa con el y lo sabía.
Meto también su perfume, el kit de manicura y las zapatillas.
Una enfermera ha venido a decirme que en breve tendrán que trasladar un nuevo paciente a la habitación, así que tendré que darme un poco más de prisa.
Pero no es fácil.
Hay algo que me retiene aquí, es como si supiera que en el momento en el que abandone la 207 se habrá terminado todo y no quiero que termine.
No quiero ir al tanatorio, ni quiero asistir a su funeral.
No me quiero despedir de ella.
Lo llevo haciendo en silencio casi un año y todavía no estoy preparado.
No quiero acostumbrarme a vivir sin su calor.
Me consta que peleó hasta el final.Era una tipa dura, fuerte, pequeñita pero fuerte y, estoy seguro de que todo este tiempo se agarró a la vida con uñas y dientes.
Así era ella, una luchadora.
Me despido del equipo del hospital y trató de mantenerme sereno estrechando manos y repartiendo abrazos.
El tiempo aquí me ha unido a muchos de ellos, que se han comportado como auténticos amigos, mejor que muchos de los "amigos oficiales".
Son una gente estupenda, profesionales muy preparados y tan humanos que es imposible saber como no se vuelven locos trabajando en este ala del hospital.
De cualquiera de las formas, ellos se quedan y yo, me marcho.
Hace un día precioso ahí fuera,el sol de agosto ilumina mi primer día sin ella.
Aprieto el paso y no miro hacia atrás.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mirando al mar

soñé, que estaba junto a ti.
Mirando al mar me di cuenta de que no era más que un sueño y de que cuando despertara, todo seguiría igual, ni mejor, ni peor...igual.
Mirando al mar me sorprendí recordando todas las cosas que quisiera olvidar. Una a una, todas las cosas.
Así que hice lo que hago cuando me entra un ataque de angustia, encender un pitillo y fumar despacito.
Seguí mirando al mar, porque yo soy así de gilipollas y que coño ¿porqué me voy a privar de este ratito de nostalgia?
El murmullo de las olas es la banda sonora perfecta para lo que se ha marchado y no ha de volver.
El sol se está poniendo y es un momento increíblemente bonito.
A lo lejos un pescador se adentra despacio en el mediterraneo, el timón en una mano y en la otra una taza de café.
Dibujo con el dedo sobre la arena mojada y lo cierto es que una y otra vez le doy forma a algo parecido a tu ausencia.
Nunca he dibujado bien. La verdad es que casi nunca he hecho nada bien.
Lo que mejor se me da es perder, pero eso no se lo cuento a nadie porque tampoco es algo para ir presumiendo.
Cierro un momento los ojos y descubro asombrado que el mar sigue ahí cuando los vuelvo a abrir.
Que grande, cojones, que lleno de historias.
La costa está salpicada de pequeños puntitos en la arena y tengo la certeza de que cada uno de ellos es un tipo bajito y nostálgico que fuma despacito y dibuja estupideces con el dedo.
Una gaviota, dos tres. De repente esto parece un congreso del PP.
Cuanto bicho.
Hace calor y me despojo de la camiseta.
La gorra de flores no me la quito, que se me riza el cabello con el salitre y luego es un coñazo.
Me gusta sentir la brisa en el pecho, me gusta sentir en el pecho. Me gusta sentir.
Me gusta mirar a los ojos a las personas con las que hablo y me gusta mirarme a los ojos cuando hablo solo, como ahora.
Trato de hacer "ranas" sobre el agua, arrojando piedras planas y no lo consigo, así que hago otro intento arrojando los restos de unas cuantas historias de amor.
Saltan y rebotan creando unas ondas concéntricas con forma de corazón que enseguida desaparecen.
También arrojo siete millones de botellas con mensajes dentro, todos para mi.
Me hace ilusión irlos encontrando más tarde, en otras playas, en otros momentos tristes.
Me apetece sumergirme un poco, así que fuera bañador y fuera gorra.
El agua está estupenda, como un abrazo oportuno.
Hago "el muerto", es fácil desde que no me quiere la más bonita de todas las mujeres que me han dicho que no me quieren y que casualmente no eres tu chata, no te atrevas a pretender ostentar ese título porque a ella no la llegarás nunca a la suela de los zapatos.
Solo tengo que tumbarme de espaldas, extender los brazos y flotar.
Me mece...memeces.
Ahora vuelvo a ser el niño rubio en la cuna, quedándose dormido entre arrullos y olores familiares.
Que sensación más placentera.
Lo que daría por volver al útero eterno del que se siente feliz.
Tarareo algo, creo que es un tema de Janice Joplyn, "Samertime" se llama. Que oportuno es el DJ que vive en mi cerebro, que bien escogida.
De no ser porque se me termina poniendo la piel como a la Duquesa de Alba, podría pasarme horas y horas en el agua, haciendo nada.
Flotar.
Se marchó el sol, ya se ha ido a acostar pero ha venido mi amiga la luna, que me seca con su calor.
Yo debería marcharme a casa, pero es que no me apetece demasiado, así que buscaré una excusa para llamar a la puerta donde los ojos miran más felinos y las uñas cortan el acero.
Entiendelo, contigo me siento seguro, querido. Contigo aún encuentro motivos para reír y para sentirme todavía Juan.
No me juzgues por ello, no me culpes.
Te prometo que estoy buscando la forma de derribar los últimos miedos y te aseguro que mis viejos amigos, los monstruos del armario y yo, hemos iniciado conversaciones de paz y el día menos pensado aparecerán en todos los telediarios, con pasamontañas y boinas, declarando el abandono de la lucha armada en todo el territorio de mi dormitorio.
Solo cuidame un poco más, que lo estás haciendo muy bien y ya casi no bajo a la playa.
Solo cuídame un poco más.
Solo un poco más.
Solo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mujeres

Para mi sois absolutamente imprescindibles.
Me gustáis todas, las pequeñitas, las de sonrisa pícara, las de los ojos verdes, las que no recuerdo siquiera el color de sus ojos.
Las malas muy malas que te clavan mil bastones afilados en el pecho.
Las pecosas de sonrisa tierna.
Las que son como una ola, que se acercan y te mojan un poquito los pies y luego se retiran enseguida, cuando te habías acostumbrado al salitre en los dedos.
Las que se ríen, las que lloran, las de nariz respingona, las que esperan fumando con impaciencia.
Las que te piden que eches el freno, las que no saben frenar.
Las que siempre han sido madres, las que tiraron a la basura su reloj biológico, las que defienden lo suyo, las que se rinden enseguida.
En cada mujer hay algo intrínsecamente bello.
Hay ternura, hay pasión, hay cien mil millones de gestos bonitos.
También hay tizones que te abrasan y te dejan las cejas chamuscadas.
También.
Las hay tan bonitas que te quedas bobo perdido y no sabes que decir, porqué estás tan agustito mirándolas, que tu cerebro entra en una especie de coma momentáneo.
Las hay tan duras que se alimentan con tu sufrimiento y eso las hace grandes y poderosas, aunque cuando se van a la cama se sientan pequeñitas y débiles.
A todas las he querido más que a mi vida, aunque eso es sencillo.
A todas las respeto, porqué tienen demasiadas cosas que enseñarme.
Con todas he flirteado, una a una las he dicho hasta la saciedad lo especiales que son y no he faltado nunca a la verdad, porque no hay dos iguales.
Con algunas he llorado, deseando que me acariciaran el cabello y me abrazaran.
Con otras no he sabido donde mirar, porque leían perfectamente en mis ojos y lo entendían demasiado.
Unas me hicieron crecer, otras me rompieron los huesos de las rodillas con bates de injusticia.
A esas las sigo amando en silencio.
Alguna se ha instalado en mi pecho y no se va, ni se irá nunca.
Bastantes me regalaron noches interminables donde me disfracé de placer sin límite.
Solo unas poquitas, me han permitido dormir con ellas sin necesidad siquiera de rozarnos. Absolutamente adorables.
Me gusta observarlas y tratar de entenderlas, con todo lo que eso conlleva, con la de neuronas que se me mueren cada vez que lo hago.
Me gusta casi más hacerlas reír, porque creo que no hay nada más hermoso que la risa franca de una mujer.
Ellas se ríen y yo me enamoro en el acto.
Me gusta también cuando se despojan de la armadura y se te agarran fuerte, dejando brotar las lágrimas y sabiendo que estás ahí, que en ese momento eres el que escuchas, el que ayuda, el que lo daría todo para que se sintieran un poquito mejor.
Porqué lo daría todo.
El día que me falte una mujer, me iré despacito y no volveré jamás.
No se vivir sin ellas.
No me apetece.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Calor

Anoche, entre vespas y escoces con cola light, una amiga me dijo algo que me resultó muy curioso.
Según ella, tiene un problema porqué no puede dar calor. Su cuerpo no transmite calor humano.
Obviamente pensé que debía tratarse de un error, ya que la temperatura media corporal es de treinta y seis grados y en ocasiones, cuando has vaciado unos cuantos tragos, termina la ropa por el pasillo y al abrazarte en la cama, entre besos y caricias se dispara y es como si te encendieran una estufa dentro.
Recorres cada poro buscando el interruptor y descubres el botoncito muy abajo, escondido entre pliegues deliciosos.
A no ser que seas un puto vampiro, lleves muerto doscientos años y te alimentes con la sangre de seres vivos, todos podemos dar calor.
Yo al igual que vosotros me enciendo, y podría derretir una plancha de amianto en algunos momentos.
Me encanta esa sensación tan increíblemente animal que se da cuando pretendes unirte por completo a otra persona.
Buscar el origen de cada beso, de cada movimiento de cadera, de cada gemido.
Sudar y dejarse llevar por el placer.
Regalarle lo más profundo y lo más salvaje que puedes regalar, dejarte ir una y otra vez y volver enseguida, porque aún quieres que la noche no termine nunca.
Observar su rostro, la forma en que entreabre los labios, el trazado que dibuja su lengua.
Escuchar, aplicar todos los sentidos a un momento sublime en el que desaparecen por completo tu ser y el suyo y se convierten en una fiera hambrienta.
Arañarnos, mordernos, arrancarnos la piel a tiras.
En ese momento hay algo más que calor, hay un sol, una supernova entre las sábanas elevando al infinito la temperatura de la habitación.
Otra cosa, es que mi amiga no haya encontrado la persona adecuada a la que calentar.
Pero la conozco, es una buena chica y seguirá buscando.
Mira por donde, hoy es una buena noche para ello.

martes, 29 de noviembre de 2011

Lo bonito del dolor.



Esta mañana, una amiga y lectora, o una lectora muy especial, o un amiga muy especial que lee las movidas que escribo, me ha dicho que hay una gran diferencia de unos textos a otros.
Que aunque estén mejor o peor escritos, aquellos que hablan directamente desde el dolor son más interesantes. ¡¡Nos han jodido!!
Es mucho más divertido ver como alguien se desangra delante de los demás, de ahí el gran éxito del circo romano, de las corridas de toros y del "Sálvame de luxe".
Admito que es mucho más sencillo escribir desde los propios sentimientos, vaciándote el alma y dejando que fluya todo lo que llevas dentro, que hacerlo sobre una temática más mundana, donde solo tienes que preocuparte por encontrar la palabra adecuada y no por reconstruir la presa que lo contenga todo. Abrir la espita es muy complicado, es como aflojar un torniquete, si te relajas se te muere el herido.
Supongo que desde pequeños se nos educa para quejarnos lo justo, no vaya a ser que demos demasiada turra, pero en el fondo lo que han hecho ha sido reprimirnos los instintos. A ver si te os crees que cuando un zorro mete la pata en un cepo exclama disgustado: " oh, cielos, que contrariedad". Si uno permite que afloren los sapos, afloran y se traen toda la ciénaga de fiesta, que se va a terminar liando gorda y no podemos permitir que se lo pierdan las babosas, que son unas cachondas.
Arranca desde lo más profundo del interior. Al principio crees que son gases, o que te han sentado mal los últimos dieciséis whiskis, pero luego te das cuenta de que no, de que lo que pasa es que el viento comienza a correr alrededor jugando con tus recuerdos y se te está preparando una indigestión de la ostia. Los calambres te duermen la conciencia y de repente todo vale, disparas sin apuntar, como un recluta en el frente, acojonado porque te parece un arma poderosa y el retroceso te va a tumbar en el suelo con un hematoma en el hombro. Y así es. Poco a poco tratas de pillarle el punto y con el tiempo te conviertes en un francotirador que dispara proyectiles de nostalgia contra mujeres y niños, y perritas salchicha y amigos con los que te bebías las cervezas de siete en siete y ahora se han ido un poquito más lejos de "a tomar por el culo, ciudad de vacaciones".
¿Hablamos de dolor? Yo no tengo ningún monopolio. Tu también tienes el tuyo princesa, pero no seré yo el que te pida que bajes a esa bodega a buscarme una botella. ¿Crees que me apetece bucear ahí? No me apetece una mierda, porque el agua está congelada y no se ve tres en un burro. Da bastante miedito porque sientes sombras a tu alrededor, buceando junto a ti, y no sabes quien o que coño son.
Te falta el aire desde que entras y la putada mayor te viene cuando te das cuenta de que hay un punto complicado, en el que no sabes si asciendes o desciendes, pero descubres una placidez extraña.
No me jodas cariño, déjame que escriba sobre lo bonito que es leer, sobre lo bien que se está con un libro y una manta, evadiendote de todo. Déjame que hable de las hojas que alfombran las largas avenidas, iluminadas con adornos navideños, o del ridículo de su majestad dándose con el marco de la puerta, ciego como un piojo.
No me pidas que vuelva ahí, porque me acojona. Si quieres, si tienes huevos, te vienes conmigo. Me coges fuerte del brazo y me alumbras con tus ojos, pero esta vez no me sueltes la mano, aguanta como una machota porque es el puto y frenético tren de la bruja, donde lo que más querías te sacude con una escoba de nauseas a cada vuelta de circuito. Verás que riseras...como nos lo vamos a pasar.
¿Te apetece ver como me crecen los colmillos y me arranco la carne a bocados? Alimentemos a todos con los restos de un pasado mejor, que es rico en calcio y en fósforo. ¡¡De excursión al límite de la locura!! Tu puedes hacer una tortilla de patatas, no olvides la fiambrera, que yo pongo la bota de vino, los porros y la petaca de sueños. En verano hay un tren especial, como el tren playero que ponen para trasladar ovejas hasta la arenita del Sardinero.
No mi amor, no me pidas que vaya, porque nunca regreso siendo el mismo y estoy deseando reconocerme.
Déjame que hable de la fecundación de las amapolas, aunque no pueda dedicarte una selección de lágrimas y de noches sin dormir.
Me duelen los pies de caminar entre los dos mundos.












lunes, 28 de noviembre de 2011

Un café caliente

Y un buen libro.
La luz adecuada, una manta de viaje, cálida y ligera, por si se prolonga en exceso la lectura y la noche se nos echa encima, cosa bastante frecuente.
Apago el teléfono, desconecto el portátil, busco entre los discos y escojo uno de Duke Ellinton.
Acerco un cenicero, el paquete de muerte y las cerillas, porque mientras leo me gusta más encender los pitillos con cerillas.
La lectura implica entre otras cosas, disfrutar de los aromas que siempre acompañan los ratos de evasión.
Para mi desgracia, el aroma del tabaco rubio y el de los fósforos están demasiado presentes en todo lo que hago.
El café natural, sin azúcar, quizás con una gotita de coñac o de whisky, pero caliente, muy caliente esos si.
Ropa cómoda que me voy de viaje y no se cuando volveré.
Antes tenía una perrita cariñosa y tranquila que se recostaba en mi regazo mientras leía, pero ahora ocupo esa ausencia con un pequeño cojín.
Tengo que comprar otro cojín para la cama, uno más grande.que no se me olvide, aunque no se si será suficiente para suplir el calor que se ha escapado con ella.
Al menos si el espacio.
En fin...
Digo que me voy de viaje y es tan cierto como que estoy respirando ahora.
Abro por el capítulo dos del Vellocino de oro, de Robert Graves.
Embarco con Jasón y el resto de los argonautas y de repente el salón de mi casa se llena de océano.
Hay temporal y mis compañeros se afanan en los remos, yo no voy a ser menos así que me escupo en las manos y aferro con fuerza el madero.
Ayer las arenas del desierto me cubrieron casi por completo hasta que Quattermain me rescató en el momento justo, cuando ya no daba un duro por mi vida.
No hace tanto que un pequeño príncipe me hablaba de su planeta, poco más grande que él, con el espacio justo para cuidar de un jardín de rosas.
Cada tarde es una aventura increíble.
Cada tarde me enamoro, sufro, lloro, río, peleo con algún villano o me adentro en lo más profundo de la mente de un autor.
Leer es uno de los placeres más grandes de los que puedo disfrutar, porque mientras leo vivo algunas de las vidas que nunca tendré.
He recorrido el mundo entero, he viajado de la tierra a la luna, he descendido a los infiernos, he perseguido una enorme ballena blanca.
He cabalgado con seiscientos hacia el valle de la muerte y he abrazado a Miguel Hernandez, mientras escribía eso de "menos tu vientre, todo es oscuro".
He besado una y otra vez a Angélica de Alcázar.
Traté de distraer a aquellos tipos de la Gestapo, para que Ana pudiera escapar, pero por desgracia terminaron deteniéndola.
Ocupé mi puesto en la trinchera y también intenté decirle adiós a las armas.
Cuando "dardo" brillaba, me estaba advirtiendo de que había orcos muy cerca y cerré los ojos para no ver como Artax se hundía en el pantano de la desesperación.
Mi caballo, tan veloz, tan fiel.
Tuve que levantarme y desconectar unos minutos, porqué lo que hizo Trujillo con los hombres que planearon el complót, deja un cuerpecito de lo más frío.
Es un regalo, es una maldición, es apasionante y adictivo, es sorprendente siempre.
Verso o prosa. Ensayo, novela, tratado...todo me vale, todo me hace sentir vivo.
Es el legado que tenemos los pobres, es mi herencia, y la recibo por derecho.
Es el jardín eterno y hermoso de las bibliotecas.
Ahora, pretendo formar parte de la legión de valientes que se enfrentaron al mundo, a su mundo, desde unas páginas en blanco.
La instrucción ha sido buena, la mejor, desde que tengo uso de razón, desde que puedo recordar.
Me he entrenado toda la vida para esto, para intentar descubrir el arte de la palabra, para contaros lo que significa para mi.
Os invito a leer.
Os recomiendo leer, porque es la mejor manera de sabernos eternos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Campanilla

Campanilla se quita los guantes de fregar.
Para que nos vamos a engañar...hoy no tiene el chocho para farolillos que diría aquel.
A campanilla le escuece muchísimo que siga siendo tan tremendamente infantil. Y es que Peter es como un niño grande.
No puede ser que siga reclamando su atención, como si ella aparte de todo su amor, tuviese que entregarle un manual completo e ilustrado de como tratar a un hada.
Es un gilipollas, lo bueno es que Peter también lo sabe, eso la consuela.
Campanilla está dispuesta a pasar por ciertas cosas, como por ejemplo enjugar su lágrimas cuando no puede más y todo se le viene encima.
Para eso estamos...piensa ella.
Pero estamos más que para eso.
Campanilla es preciosa, es maravillosa, es la belleza en un cuerpo pequeñito, con alas y con la paciencia rozando el límite.
Ultimamente Peter está desconocido, bebe demasiado y vuelve a casa apestando a grasa de caballo, a pipa de la paz y a sirena.
A Campanilla se le está terminando el fairy y como no reponga pronto, los platos quedarán grasientos y sucios.
Lo cierto es que Peter cada vez se fija menos en estos detalles pero ella es muy celosa de sus cosas.
Que le den por el culo...¿quien necesita un mocoso llorón para alegrar las noches de "Nunca jamás"?
Ella.
Porque aunque despotrique del hombre, o del niño que le ha tocado en suerte, no puede evitar quererlo más que a su vida.
Sabe que ya no es lo mismo en la cama, que ultimamente él forcejea con el amor hasta que se rinde en un estertor meramente físico y carente de cualquier otra cosa.
Ella cierra las piernas y resopla enfadada.
Campanilla no desperdicia ninguna ocasión para llamarlo al orden.
-No llores- le dice.
Pero Peter no puede evitar llorar porque se sigue sintiendo solo y desubicado.
Campanilla tiene los ojos verdes más bonitos dle reino de la fantasía, pero se llenan de cólera en cuanto Peter sale de casa con cualquier escusa.
Prepara la cena con esmero y enciende las velas del candelabro.
Cada noche piensa que será la buena y cada noche arroja la cena fría a la basura.
En ocasiones Peter llega a tiempo de sentarse a la mesa y en ocasiones también, agradece el bocado entre dientes.
Al principio lo fue todo...como en la Biblia, pero ahora no es más que un muchacho malcriado que no es capaz ni de sufrir en soledad.
¿Qué fue del deseo?
Cualquiera de esas fulanas de la laguna se lo harían con él por el mero placer de contarle entre sus clientes.
Campanilla se muerde los labios para que sus vecinos no noten que ha vuelto a llorar.
Segura del resto de sus virtudes, Campanilla se pregunta si no estaría mejor en su mundo, rodeada de los suyos, preparando los papeles del divorcio.
Claro que si...Campanilla no es estúpida y tiene una buena letrada a su disposición.
Campanilla se ha alisado el pelo y se ha puesto sus mejores galas.
Abre la puerta y ve brillar el sol.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Peter Pan

A Peter Pan le duele la cabeza, así que ha decidido abrir las ventanas de par en par y respirar un poco de la fresca brisa de Londres.
La luna está muy baja hoy, eso quiere decir que seguramente desde otras ventanas cuatro o cinco personas soñarán que pueden volar como él, y saltarán emocionados sin pensar demasiado en las consecuencias.
Qué mundo más absurdo el de los humanos.
Busca en sus bolsillos con impaciencia y la sonrisa que le había reportado el pensar en esos estúpidos reventando contra los adoquines se le esfumo rápidamente al comprobar que la petaca no aparecía por ningún lado.
-Estúpida Campanilla-
Ultimamente Campanilla le esconde la petaca cuando se queda dormido, y sabe perfectamente que eso a él le revienta porque necesita un trago al despertar.
Lo suyo con Campanilla se está yendo a la mierda y no precisamente por la diferencia de estatura, hace años que solucionaron ese pequeño problema.
Ella es un hada. ¡¡Un hada coño!! ¿qué hombre atrapado en un cuerpo eternamente adolescente podría hacer feliz a un ser como Campanilla?.
Al principio todo eran besos y batir de alas, polvos de hada y polvos salvajes y arrebatados, pero el tiempo y la rutina fueron apagando las lucecitas y Peter comenzó a visitar con demasiada frecuencia el poblado indio y la laguna de las sirenas.
Volvía a su árbol haciendo eses y en más de una ocasión Campanilla tuvo que apartarle la daga de la garganta de algún niño perdido.
Putos niños perdidos.
Bendito Herodes.
Se podían haber ido a perder a otra parte.
Y no es que Peter haya dejado de querer a Campanilla...claro que la quiere joder, mucho, muchísimo, más de lo que puede soportar, pero ella es tan...mágica y el vive entre un sempiterno acné, inmerso en el festival de las hormonas.
Tiene más de doscientos años y aún no se afeita.
Ha visto guerras, ha envidiado demasiadas vidas comunes, ha deseado tantas veces la vulgaridad de los mortales.
Donde coño habrá escondido la petaca esta vez. Vale que en ocasiones abuse demasiado del grog que le roba a Garfio, pero si no echa un trago la vida se le presenta demasiado difícil.
Garfio es un buen tipo, hay demasiadas leyendas en torno a su relación con el viejo capitán.
Para Peter fue una sorpresa escuchar a Garfio confesar entre chupito y chupito su homosexualidad.
Tan rudo, tan fiero, tan asesino... y mira tu por donde, enamorado como una colegiala de un marinero enclenque cubierto de tatuajes.
Como lloraba Garfio, que puto es el amor.
Más de dos y de tres veces tuvo que llevarlo en volandas, rescatándolo "in extremis" de las mandíbulas del cocodrilo al que se había arrojado desesperado, enfermo de melancolía.
-No vuelva usted a hacerlo, Garfio- y en cuanto se emborracha comienza con la misma cantinela, primero llora y grita como un demente, luego dispara sus pistolas francesas de perrillos contra la marinería que corre asustada por cubierta y al final siempre el mismo numerito, tambaleándose, borracho como un comanche por la tabla de la borda.
- Se va usted a matar capitán, no sea chiquillo, ningún amor merece tanto la pena como para regalarle la vida-
Pero Garfio erre que erre, que si la vida es una mierda, que si no existe la felicidad sin su amor, que si lleva tatuado su nombre de presidiario en el pecho...
Ahí es cuando Peter, cansado de lo de siempre, sale volando.
Campanilla espera en casa, sentada a la mesa, con la cena fría y las velas del candelabro a punto de consumirse.
Una mirada de reproche, un beso con desgana,la cama fría y vacía.
Peter sale pegando un portazo y comienza a ascender como una flecha, alto, muy alto, hasta donde las nubes resultan el único cobijo para un corazón desesperado.
Está maldito, no puede envejecer, no puede morir.
"Toda una vida me estaría contigo", cantaba Machín y él, sentado en una estrella, llora.
Maldice el momento en el que lo imaginaron, desea con todas sus fuerzas que aquel maldito escoces jamás lo hubiese escrito y se caga uno por uno, en todos los muertos de Walt Disney.
Cuando está a punto de perder la razón, recuerda la verde mirada de Campanilla, sus caricias, sus besos, el latido frenético de su corazón al hacer el amor.
Que injusta es la vida.
Que falso es Dios, que todo lo puede, todo, menos dejarle morir.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cajas



Es curioso observar la de cosas que caben en una caja de cartón.

Sus cuadros, los libros de aquella librería de viejo de una rambla de Barcelona.

El cargador del móvil desde el que me mandó los primeros mensajes, aún tímidos y con cierta malicia mal disimulada.

Una figurita de barro, de un artesano de no se que pueblo de montaña.

Las copas con las que brindamos la noche en la que el cielo y el infierno se dieron un poquito de tregua, para que pecáramos alegremente.

Una flauta rota, que no suena...más bien maulla.

La medalla que me puse el día que conocí a sus padres y conseguí no meter la pata.

Ropa...mucha ropa, aquella con la que estaba preciosa y también la que detestaba.

Recuerdos, por kilos, por toneladas, de los buenos y de los malos, pero más de los buenos porque la mayoría de los malos recuerdos han anidado detrás del mueblecito del cuarto de baño, los escucho reírse por las noches cuando no puedo dormir.

Un antifaz negro.

La correa de mi perrita, que ya no va a volver a hacer ruido con las uñas por el parquét del pasillo.

Me mata esa ausencia.

Caben un montón de proyectos, que terminarán en la escombrera aunque ahora aún de pena deshacerse de ellos.

Un pedacito de mi corazón, que putada que sea justo el que estaba más sano, el resto me lo quedo yo, con las aurículas llenas de moho verde y blanco.

El cuento que no terminé nunca porque no se me ocurría un final perfecto y mira tu por donde, ya lo ha escrito ella.

La canción que decidimos hacer nuestra, con el mayor de los respetos al señor Sinatra y que desde hace unos meses tiene otro significado.

El álbum de fotos de la boda, tan sonrientes los dos, tan emocionados.

La maqueta de una vespa blanca con su sidecar y todo.

Tantas cosas que resulta increíble.

Pero lo mejor de todo esto es lo que me queda.

Me queda un montón de espacio, de huecos por llenar.

Me queda sitio para llenarlo con lo que yo quiera, incluso podría meter un mamut disecado en el vacío del salón.

Un mamut al que arrojarle un palito a ver si va corriendo a buscarlo.

A no...que está disecado.

De todas formas puedo ponerle nombre de pecado y un pañuelo al cuello, como si fuera un bailaor de flamenco.

Y sentarme todas las noches un ratito a su lado, a contarle que tal me ha ido el día.

También puedo llenar la casa de luz, de mi luz que ya es hora de que brille y va a brillar más que nunca porque es como una bombilla de bajo consumo, que ahora la enciendes y no ves ni torta, pero seguro que enseguida le dará a alguien una luz muy cálida bajo la que leer el mejor de los libros ( a ver si soy capáz de escribirlo).

Tengo sitio para alguien que sepa querer, no me vale la que diga que me quiere mucho, sino solo una que sepa querer de verdad y eso implica saber cuando has matado la ilusión y no dejar que se gangrene y luego tengan que amputártela.

Que duele mucho, cojones y tal y como está la seguridad social no me la quiero volver a jugar.

Quizás acoja un galguillo de esos con los ojos tristes, que ya está bien de cazadores hijos de puta que en cuanto el perro baja la zancada le pegan fuego en un pinar castellano, o lo dejan morir de hambre atado a un árbol.

No se como se llevarán el galgo y el mamut, pero me encantan las parejas extrañas.

Puede ser el principio de una hermosa historia de amor animal anacrónico.

Pensándolo mejor podría adoptar ciento un galgos, que para un apartamento de cincuenta metros cuadrados promete ser una fiesta continua y hoy tengo el corazón de fiesta...creo.

Hay que ver, que juego dan unas simples cajas de cartón.







sábado, 19 de noviembre de 2011

Levantarse

Y eso es lo que hay que hacer,  es lo que tengo que hacer.
Imagino, queridos lectores de "laespinilla", que estos últimos meses habréis notado en los textos cierto poso de amargura, una buena dosis de indignación, de rabia, de tristeza, de dolor.
La vida, muchas veces nos sacude de forma salvaje, y de un día para otro todo nuestro mundo se puede venir abajo.
Te levantas una mañana siendo el tipo más feliz del universo y en cuestión de segundos te encuentras preguntándote si todo lo que has vivido ha sido mentira, si los valores sobre los que has cimentado tu vida eran falsos también y si realmente merece la pena seguir luchando.
Particularmente he pasado un infierno que me ha dejado al borde de lo que más miedo me ha dado siempre: rendirme.
Me abandoné al lamento y a la autocompasión, cosa bastante fácil y en ocasiones inevitable, ya que no encuentras fuerzas ni ilusión en nada.
He utilizado este blog como mi particular diván de psiquiatra y he volcado en él todas mis miserias.
Me ha ayudado, no os voy a mentir, ya que dentro de lo complejo de mi ser, siempre he sentido una gran necesidad de comunicarme, incluso con aquellos que no conozco.
Poco a poco, a base de vomitar la frustración cada día, me he ido limpiando.
Tengo la suerte, de contar con una familia maravillosa que ha cerrado filas junto a mi y me ha demostrado que siempre habrá alguien para escucharme en silencio y para secarme las lágrimas, para darme la colleja oportuna y hacerme ver que aunque en muchos momentos todo parezca oscuro, siempre habrá una luz.
Tengo la suerte también, de tener unos amigos incondicionales y fantásticos, que desde la prudencia, el respeto y el cariño, me han ayudado a disipar las nubes más negras.
Un sofá blanco, donde dormir las noches en las que no era capaz siquiera de abrir la puerta de mi casa, porque estaba llena de monstruos deseando hacerse un bolso con mi piel.
Un ángel de mirada profunda y hermosa, que aún a costa de contagiarse de mi amargura me recogió del suelo y me acompañó de nuevo a mi vida.
Un duendecillo cargado de sanación que alternó las malaquitas con los abrazos.
Un guerrero de la palabra, con quien realizar rituales atávicos y orinar sobre las cenizas de los malos recuerdos.
La vieja guardia, los amigos de la infancia que siempre han continuado en la brecha.
Una veintena de chalados en sus locos cacharros vesperdidos.
La voz más cálida y elegante, que sale desde el corazón y se cuela en tu casa a través de la radio.
El tipo más largo que Chile, que se viste de negro en ocasiones y canta la canción más bonita del mundo para que yo pueda bailar con mi ángel.
Mi querida amiga que se fue muy lejos y a quien siento siempre tan cerca, con sus pecas y sus lunares.
Espejo de Tera, Arconada, mis nuevas patrias siempre dispuestas a acogerme.
Todos, todos vosotros, todos ellos.
Hoy vuelvo a ser yo y las últimas lágrimas las lloro ahora mismo, al escribir este post y darme cuenta de lo afortunado que soy por poder dar las gracias a tanta gente.
Por sentirme tan querido por tantos y por poder volver a montar mi caballo.
Supongo que habrá muchas noches en las que los monstruos intenten volver a adueñarse de todo, pero esta vez ya no estaré solo, estaréis conmigo para hacer fuerza, para empujarlos hasta la calle, para arrojarlos de vuelta al armario de donde nunca debieron salir.
Hoy vuelvo a ser yo, hoy comienza de nuevo mi vida, hoy me siento lleno de fuerzas y de ganas de todo, incluso de encontrar a la persona a la que regalar lo que llevo dentro.
Hoy limpiaré mi casa de penas y de nostalgia, de resentimiento y de angustia.
Por eso quería hablaros, porque he vuelto.
Puede que vuelvan a hacerme caer, pero he aprendido que siempre hay que estar dispuesto a levantarse.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Descansa

Bajo un damasquinado palio de dudas.
Con el ceño aún por desfruncir de un día eterno como el de ayer y el de antes de ayer.
Respira pausadamente, cediéndole espacio a la morfina de lo que ya es pasado.
Tan cansada, tan bonita, que yo ahora me deslizo por el teclado de su ordenador sigiloso y furtivo, porqué me siento como aquel pintor que se debía al encanto de lo necesario y de lo indiscutiblemente bello, que es plasmar en un lienzo lo que no puede describirse con palabras.
Descansa.
Sobre un colchón de buenos deseos, repleto de plumas de ave fénix,para levantarse mañana siendo de nuevo la que es siempre.
Y mi mejor regalo es este: al despuntar el día, con las primeras luces ya me habré ido,con mi saco de cosas que no necesita, y mi música y mis versos a otra parte.
Pero la debo todo lo que ahora se me ha devuelto y la semilla de quien quisiera llegar a ser.
Aun sabiendo que nunca podrá amarme, por primera vez en mucho tiempo me he sentido feliz.
Supongo,que de alguna manera desde el faro esmeralda de sus ojos, me ha devuelto a mi hogar.



viernes, 11 de noviembre de 2011

A la mierda

Y eso.
A la mierda todo.
A la mierda las ganas de ser una persona como Dios manda.
A la mierda la educación, la autocontención y el derecho de admisión.
A la mierda el renunciar al puñetazo perfecto en el momento preciso y con la fuerza necesaria.
A la mierda soplar en el cotrol de la policia municipal.
A la mierda decirle no a las drogas, porque es mentira que sean malas, son peores, mucho peores de lo que quisieras saber.
A la mierda susurrarle palabras bonitas a una señorita que con la derecha te acaricia la entrepierna y con la izquierda cuenta el fajo de billetes.
A la mierda todo.
A la mierda plantearte que cojones vas a hacer con el resto de tu vida, te quede mucho o poco, que para el caso nos viene dando lo mismo porque mucho o poco va a ser todo una puta mierda llena de mentiras y de mentirosos.
A la mierda seguir contestando sus mensajes.
A la mierda la humanidad tan vacia de humanidad y tan cruel y tan injusta y tan dañina y tan asquerosamente humana.
A la mierda todo lo que no tenga menos de cuarenta grados de alcohol.
A la mierda los tipos con bufanda de cuadros, con el pelo rizado y con las manos bonitas de serpientes traidoras y de mecha de cañón.
A la mierda las muchachas pequeñitas y embusteras, preciosas, sublimes, insuperables.
A la mierda mi cabreo infantil y mocoso.
A la mierda, joder, a la mierda ya.
Vamos...irse a la mierda todos...si me quereis irse.
Irse ya.
Por favor...que no puedo más.
Que no puedo.
Que me escuece el pecho de todo lo que ya no me aguanta.
Que no son las cinco de la tarde, las cinco en punto de la tarde, pero tiembla la plaza y huele a muerte, a sangre y a toros.
A la mierda yo, con mi debilidad.
Qué puedo hacer si no, mandarlo todo a la mierda.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cerca de las nubes.

Se construyó un refugio en lo más alto de las montañas, muy cerquita de las nubes, con la absurda idea de que allí estaría siempre a salvo de todo.
A salvo de un mundo podrido, de los amigos traidores, de las mentiras y de la pena.
Se construyó un refugio donde poder inventarse una vida mejor y cada mañana se levantaba siendo el Dios de su propio y vacío universo, el amo de su destino, el guardián de lo que no habían podido arrebatarle.
Pintó de blanco la cerca, para que se confundiera con la nieve y prefirió reventar a pedradas el neón que señalaba su presencia entre los vivos.
Labró la tierra vecina para plantar una hermosa historia de amor, pero el clima pudo con todo y no llegó a florecer.
Y plantó otra y otra y después otra.
Pero todas se morían de frío.
Entonces un buen día dejó de hacerlo y decidió no cortar sus cabellos, ni volver a sonreír.
Los meses fueron pasando y luego los años. Entonces comenzó a soñar con ella.
Era tan bonita y tan dulce, tan llena de vida que solo podía ser un sueño y la prefirió así, porqué de esa manera nunca podría hacerle daño.
Cada mañana despertaba suplicando que volviera la noche para dormir junto a ella.
Cada noche se entregaba al sueño enfermizo de contemplarse en los ojos de su propia ilusión, pero eran tan hermosos, tan claros, tan felinos, tan repletos de planetas y galaxias, que no había un lugar mejor donde perder la razón.
Y realmente la perdió.
Se volvió completamente loco y su refugio de montaña albergó otro refugio mejor, más profundo y más cálido.
Un lugar donde podía observarla dormir junto a la chimenea, con una manta diminuta que apenas si alcanzaba para cubrirla los pies.
En su locura se sentaba junto a ella y le hablaba de un futuro imposible, en el que ambos serían felices, los amantes más felices.
Se abandonó por completo y poco a poco fue rechazando su insulsa humanidad para ir convirtiéndose en un fragmento de su imaginario paraíso.
No soportaba los momentos de lucidez y cuando estos le sobrevenian, la emprendía a cabezazos contra las paredes hasta que la sangre resbalaba espesa y cálida por su rostro, hasta que perdía el conocimiento.
Entonces y solo entonces, volvía a sumirse en su anhelado letargo donde ellá lo aguardaba para serle siempre fiel y susurrarle al oído lo que toda la vida había querido oír.
Lo encontraron unos excursionistas, apenas unos harapos cubrían su cuerpo congelado.
Nada en él recordaba al hombre que un día fue.Muerto se asemejaba demasiado a una persona feliz.
Allí, en su refugio de montaña.

domingo, 30 de octubre de 2011

Ironías de la vida

Como por ejemplo que todo cobre sentido cuando ya nada lo tiene.
Que me plante en medio del camino para hacer dedo, a ver si alguien me puede acercar hasta el sitio más lejano de todo esto y de mi mismo.
Que me des fuego con esas dos llamas inmensas y  me haya olvidado el tabaco en el bolsillo trasero de una noche que no se va a repetir.
Que seas la "bien pagá" y me haya quedado sin saldo en la cuenta de tu amor, y los bancos no dan crédito.
Yo tampoco doy crédito...la verdad.
Que uno se descubra cepillando el pelo de la mentira más peluda de la historia de las mentiras gordas peludas.
Que me quede sin palabras, sin aliento, sin recursos y sin lágrimas.
Que empiecen a aburrirme los soliloquios y termine mandándome callar y pidiendo la última, Manolo, que mañana te la pago.
Que abra la puerta con sigilo, sin hacer el menor ruido, porque nadie va a despertarse ni va a preguntarme que horas son estas de llegar.
Me resulta tan irónico descubrir que soy el que quería ser, que me taladra el silencio, que me persiguen las sombras y me ponen la zancadilla todas las canciones de amor.
Que en aquella ocasión, realmente me importó una mierda aquel cazador disparando a la madre de Bambi, yo lloré porque lloraban todos los niños del cine.
Que E.T. siempre me pareció un mierdas carente del más mínimo encanto y que  Drew Barrymore apuntaba maneras y de alguna manera yo ya sabia que terminaria siendo una adicta a las emociones fuertes...y a todo lo demás.
Pero me he despistado, porque resulta que apesto a humo y cada vez que intento poner ojitos termino haciendo el más espantoso de los ridículos, y las mujeres me preguntan si me encuentro bien.
¡¡Que coño me voy a encontrar bien!!
 Me encuentro como el ojete.
Pero tampoco te lo voy a decir porque me queda muy mal la ropa de triste y la gente prefiere que te pongas colores cuando sales de casa.
Que joderse, como son las cosas.
Creo que si rebusco puedo encontrar en algún armario mi viejo traje de bufón, y si no lo encuentro, puedo pedir prestado uno a mi corte de bufones.
Que sea pacifista y que lo que más me apetezca en la vida sea patearle el culo hasta que se me caigan las uñas de los pies.
Y que cojones...voy a tener que hacerlo.



















miércoles, 26 de octubre de 2011

Frio






La cama está helada.
Trato de compensarlo subiendo la calefacción pero hay una especie de escudo anticalor en mi dormitorio.
Creo que este condenado frío sale de mi interior, se nutre de mi propio ser.
No puedo dormir.
La almohada es de hielo y encogido bajo el edredón me siento como un gatito abandonado en medio de un pinar.
Me abrazo a mi mismo, pero no sirve porque solo consigo tener más frío.
Respiro y el vaho empaña los cristales de la ventana.
Pruebo a cantar, a rezar a maldecir y a mandar la vida al carajo.
Pruebo a barrer los recuerdos y los deseos, los escondo debajo de la alfombra, los tamizo, los arrojo por el fregadero pero siempre terminan volviendo para congelarlo todo.
Me abrigo con sus ojos, pensando que será más que suficiente y al final resulta que lo único que hago es tropezarme...y hacerla tropezar.
Soy el equilibrista de nieve que camina sin red por la cuerda floja de todo lo que no quiero y de tantas cosas que querría decirle y no puedo.
Abajo hay un jardín de estalactitas.
El sol no termina de salir, y me prometieron que saldría, me convencieron de que si miraba fijamente al horizonte todo sería mucho más fácil, pero el sol no sale.
Golpeo el suelo con las plantas de los pies, salto, enciendo cerillas entre los dientes.
Lloro cristalitos blancos con los que hacer un collar y unos pendientes a juego.
No consigo entrar en calor, aunque me coja de la mano, aunque me bese en los labios, aunque me grite su rechazo una y otra vez, aunque me diga que me quiere con la boquita pequeña.
Solo me sirve esto.






























sábado, 15 de octubre de 2011

Bajo la almohada

Duermo con una pistola bajo la almohada, para dispararte en sueños, para vaciarte un cargador de reproches entre los ojos.
Duermo acariciando sus formas labradas, imaginando lo hermoso que sería volarte la conciencia y desperdigar tus errores por toda la habitación.
Y los míos, los míos también.
Los míos sobre todo, porqué tengo siete carromatos blancos cargados hasta los topes y no se que hacer con ellos.
Una hoguera que se levante hasta el más allá del cielo, hasta donde no podamos ni imaginar, hasta donde no ha querido ir nadie.
Que ardan con todo, que se consuman con los malos recuerdos y con los buenos, y con los que no he podido posicionar.
Duermo con una pistola debajo de la almohada porque quizá nunca más volveré a dormir con nadie, ni tan siquiera contigo, ni tan siquiera con todas las ellas.
La noche avanza entre niebla y sobresaltos.
Los molestos ruiditos que producen los xilófagos que viven entre mis uñas no me dejan dormir, o quizás tampoco es eso.
Un día llegará el viento cargado de vida nueva y entonces enterrare mi pistola, como en la canción de Dylan.
Mamma put my guns on the graund...















miércoles, 12 de octubre de 2011

Tantas cosas

Por ejemplo una puesta de sol desde la ventana de tu habitación.
Un segundo de calma.
Un instante junto a ti, así sin más, sin necesidad de mirarnos a los ojos, sin necesidad de acariciarnos, ni de decirnos otras cosas.
Una lágrima en la ocasión más difícil.
Una carrera absurda por el pasillo de mi vida, donde se agolpan los trastos viejos, los muebles que nadie quiso y la bicicleta que me llevó hasta tu sonrisa.
Un abrazo distante pero sincero.
Pelos negros en el jersey blanco y algún día pelos blancos en el sudario negro.
La mejor de las conversaciones en el peor de los momentos.
Humo, pitillos compartidos, caladas frescas.
Tortilla de patatas y pescado y arroz enrollados en un alga.
Una copa de vino de la botella que te reservabas para el día en el que consiguieras ser absolutamente feliz.
Un mensaje en el móvil cuando todo está perdido y la noche es más negra que nunca y los monstruos que viven en el armario se me juegan a los chinos.
Un disgusto...o dos.
Media docena de buenos consejos, de esos que ni tu misma has escuchado nunca.
Una cuerda donde tender la ropa húmeda y mi alma empapada.
Un café, dos cafés, tres cafés.
La seña de duples y la de tres reyes.
Un paseo por la playa, un concierto, un detalle del paisaje más hermoso.
Un hombro donde apoyarme y llorar hasta quedarme exhausto y después seguir llorando un ratito más.
Un poquito de ayuda, un montón de recuerdos.
Esperanza.
Por favor, no digas que no tienes nada que ofrecerme.

domingo, 9 de octubre de 2011

La canción más bonita



 La canción más bonita la cantaba un tipo muy alto vestido de negro.
Cuando mi corazón reconoció el primer acorde decidió que era el momento de pegarse una ducha, de vomitar el vino o de hacer cualquier cosa en cualquier otro sitio.
La luz de la sala se volvió tan espesa, tan densa, que los contornos de todo dejaron de existir y solo estábamos la música, las penas, tu y yo.
La canción más bonita la he bailado contigo, que tuviste la delicadeza de derrumbarte en el acto, para que no se escuchara el ruido que produjo mi alma al reventar en pedazos.
Apoyaste la cabeza en mi pecho ¿o fue al revés? y muy despacito empujaste mis pies con los tuyos, y entonces sucedió el milagro.
La canción más bonita volvió a ser la canción más bonita, cuando todo estaba perdido, cuando los buitres se jugaban los despojos al mus, cuando desde el punto más lejano acudió un escuadrón de recuerdos, cuando el suelo se volvió etéreo bajo nosotros.
Cuatro minutos de negras y corcheas, doscientos cuarenta segundos latiendo entre los dos.
Y en ese momento comenzaste a llorar y yo, que creía tener la exclusiva del llanto me encontré consolándote, porque he sido tan estúpido de acariciar mi dolor sin pensar en el tuyo, que también es inmenso.
Lo sentí tanto, tanto. Lo sentí tan profundo que entendí tu tristeza como parte del antídoto y la dejé fluir.
Y fluyó arrastrando a su paso cada resto de lodo.
La canción más bonita la he bailado contigo, y bailando descubrí lo difícil que es apartarte el cabello del rostro y evitar que se empape.
Lloramos los dos, mientras el tipo alto vestido de negro entonaba la última estrofa.
Tu llorabas por lo que hemos perdido, yo lloraba al descubrir que has sido capaz de curarme de todo.
Entonces se terminó la canción más bonita del mundo.
Aplaudimos, nos secamos las lágrimas y sonreímos por fin.

viernes, 7 de octubre de 2011

El alquimista





¿Qué pasa?

Me da bastante rabia y me enfado.

Trato de ser yo, pero tengo un alquimista alojado detrás de los ojos, donde no llego con las pinzas, que se entretiene transformando en lágrimas todos mis intentos por ser el que era.

Lo siento dentro, con su bata blanca, sus guantes de goma, su pelo alborotado, escaso en la frente y eterno sobre los hombros.

No para de reír y de gritar cosas absurdas, como "es lo que te toca" o "inténtalo de nuevo".

Ha montado su laboratorio muy cerquita del cerebro y anda trasteando con mis recuerdos, descolocándolo todo y mezclando los hermosos con los más horribles.

Me aprieto muy fuerte las sienes, pero las lágrimas siguen ahí, no cesan.

He probado a pasar la noche debajo del chorro caliente de la esperanza, pero según se va acercando el amanecer, la esperanza se torna más y más gélida y siento tanto frío que tengo que arroparme con un edredón de súplicas.

Me está convirtiendo en un fantasma gris que se cuela en otras vidas en busca de consuelo.

Llevo tanto tiempo en esta sala de espera que me se de memoria todas las revistas y quiero salir, quiero salir.

No se quien da la vez, pero se me ha colado una señora bastante antipática con una bata horrorosa.

Vaya...por un momento ha vuelto Juan, pero era solo para decirme que se va a entretener por el camino, que vaya tirando, que me alcanza luego.

Y no quiero caminar solo.

También quiero gritar, quiero saber donde cojones se esconde el sol cuando se esconde, para que me haga un huequecito.

En un rincón de donde sea, abrazándome las rodillas y supurando pena, hasta que me limpie por completo de esta enfermedad que es sentirse despojado de todo.

Solo me quedas tu, con lo tuyo, para recordarme quien he sido toda mi vida.

Voy a dejar un rastro de besos, por si me pierdo y no se volver, así solo tengo que ir recogiendo los que he derrochado hasta que llegue otra vez al punto de partida.

Allí estarán la tortuga y la liebre, preparadas para salir corriendo, calentando motores como poligoneras

Juda Ben Hur y Messala se han ido de cañas después de la carrera. Ben Hur empuja la silla de ruedas con gesto resignado y Messala no para de manosearle el culo a las camareras.

Me voy situando poco a poco donde sabía que me iba a tocar estar, pero desde aquí no se ve nada.

Tan solo quiero encontrar un motivo que me devuelva la alegría, por supuesto al margen de ella, que sin saberlo consigue que me apetezca sonreír.

Pero ella no cuenta.

Regla número uno, ya os lo dije ayer.

Llegará un día en el que el alquimista cometa un error y abra la puerta sin haber mirado antes quien llamaba, y entonces le voy a arrancar las entrañas y me voy a hacer con ellas unos zapatos de gamuza azul, un carcaj para cien flechas y un preservativo infalible.

Estaré ahí, cabronazo, con las manos llenas de serpientes. No podrás correr, ni esconderte de lo que te deseo.

Las lágrimas comienzan a fluir al contrario, inundando su puta guarida y en el momento en el que el caudal llegué a afixiarlo, se que gritara "lo siento", pero ya será demasiado tarde, porque soy tan humano que no se perdonar, ni quiero.



































miércoles, 5 de octubre de 2011

Reglas

Se sentó con los pies colgando justo, justo, donde termina la luna.
Como es muy pequeñito, no se atreve a abrir los ojos, porque le dan miedo las alturas, porqué le da miedo darse cuenta de que todo se ha estrellado contra el suelo, ahí abajo.
Entonces, decide romper con el pasado y ponerse nuevas reglas, porqué es necesario ceñirse a unas normas, porqué es necesario estar sujeto al arnés de la razón, que aprieta muy fuerte con correas de cuero y llanto.
La regla numero uno es hacer justo lo contrario de lo que ella le diga, pero como esa es una regla que estableció ella misma, por lógica no puede cumplirla.
La número dos es tratar de explicarla de la manera más natural, que por encima de la luna, de otras lunas y de otros muchachos pequeñitos, él, estará ahí siempre, pase lo que pase y sufra quien sufra.
La número tres es no desviar la atención, porqué es muy peligroso, porqué si desvía la atención, se pierde, o se puede caer.
La regla número cuatro habla de querer hacía adentro, como en una implosión, de tal forma que cuando estallé todo, solo se lleve por delante su propio corazón, en silencio, sin hacer el más mínimo ruido.
Que nadie sepa cuanto ama, que nadie entienda cuanto ha amado, que nadie pueda señalar con el dedo el rastro que dejó todo cuando consiguió emerger.
Tiembla, porque la luna acaba de estremecerse y ha estado a punto de venirse abajo.
Rápido...necesita más reglas, que se muere el principio de una vida mejor.
Regla número cuatro bis: apurar hasta el último trago cada copa de vino que amanezca en sus pechos, porque siempre será la última.
La número cinco no piensa cumplirla, pero está más que dispuesto a acatar el castigo por ello.
La número seis es bastante sencilla, siempre, dibujar en la arena cada palabra, antes de abrir la boca, para que cuando ella pregunte ¿qué has dicho?, cuando vaya a responder, ya se las haya llevado una ola.
La número siete es no dedicarla poemas, ni canciones, ni lágrimas, ni lugares especiales, ni muertos, ni suspiros, ni animales disecados, ni suspiros disecados, ni lágrimas muertas.
Es fácil.
Abre un ojo, ahora tiene menos miedo y se atreve a echar un vistazo rápido.
Ahí abajo está ardiendo un planeta.
Qué más da todo.
La regla número ocho es volver a ser el que fue, para que nada cambie, o cambiar completamente para que todo siga como está.
El fin justifica los medios, y los medios casi siempre, son los lugares más visitados.
Regla número nueve: no muerdas las manos que te oprimen la traquea, porque podrías envenenarte.
Necesita una más para que su mundo se llene de pájaros, de putas mariposas, de fiestas en la playa, de auroras boreales que se recargan por detrás, con un bote de gas azul.
Necesita una última regla para escanciar los años venideros.
La regla número diez es la que lo arreglará todo cuando todo sea tan insoportable que le apetezca masticar despacio los dolores y las penas.
Regla número diez: abre el otro ojo y mira a Dios a la cara.
De esa forma, el muchacho pequeñito se ha transformado en un gigante con las pupilas en do menor, y los cabellos de gónadas y almizcle.
Camina arrasando a su paso cada recuerdo doloroso y creando sin saberlo, un universo de ego.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Dulces sueños



El niño rubio que llora se quedó dormido debajo de un millón de plumas sintéticas.

Mientras, la mano amiga y cálida, llena de responsabilidades, de inseguridades, de bufidos y de amor, le acaricia la cabeza.

El niño rubio que llora, sueña con un mundo lleno de pieles rojas, de dulzainas, de botellas de Chivas, de muchachitas pequeñas colgadas de un trapecio, de títeres y de voces aterciopeladas que se mueven por el aire y que entran por las ventanas de las casas.

El arco iris es de importación y se sirve con mucho hielo. La luna, está llena de gaviotas con las alas extendidas y al levantar el vuelo todas a la vez, nos permiten ver la realidad...la luna siempre ha sido negra, como los niños que pasan hambre con la tripa hinchada, como los dientes de los mendigos, como la pena que se acuesta junto al niño rubio que llora.

El niño rubio que llora se siente menos solo porque a lo lejos escucha maullidos y decide comprar una recortada y atracar un estanco de whiskas.

Sueña también, con un pez delator, que le susurra al oído donde ha escondido sus huevos el esturión, quien ha vaciado el cofre del tesoro y a que hora termina de trabajar la sardina, para ir a recogerla.

El pez chivato, se pasea por el fondo del estanque con una caja de cartón en la cabeza, señalando con el dedo a los culpables de todas las cosas.

Lo mejor que puede hacer el niño rubio que llora es sacar la cabeza del agua.

La noche es perfecta ahí fuera, el cielo está estrellado de inmensos ojos verdes y al ver caer una sonrisa profident, pide un deseo.

Alguien ha puesto a girar un disco de no puedo quererte así en la gramola que hay junto a la mitad de su vida.

Le apetece bailar y se agarra a un clavo ardiendo que lleva el compás maravillosamente y le hace dar vueltas y más vueltas.

Todo es una mezcla de luz y de toxinas.

La fragancia de ella que se aloja en la almohada, los pies descalzos que abandonan el lecho sin hacer ruido y se marchan a dormir al otro lado de una pared de espuma y sal.

Le hubiera gustado tanto escucharla cantar canciones de madre, verla parir las ideas más bellas y azotarla el trasero pequeñito con un cinturón de tabús y religiones, que está a puntito de despertarse y volver al participio pasado.

Pero aunque todo pasa y todo queda, como decía aquel señor, lo nuestro es pasar de todo.

Se da la vuelta y relincha, orinando hierba fresca en lo alto de una cima que se viene abajo y se promete a si mismo que estará siempre dormido, para soñar que es un elfo cobarde escondido en el bosque, aterrado ante la sola idea de entrar en combate con el Nazgull.

Hace un pequeño agujerito en la membrana del mundo y por él, puede ver como se viste la mujer más hermosa que jamás ha dejado de soñar. Y es muy chiquitita, y se está quedando muy flaca, y no sabe que ponerse.

Al niño rubio que llora se le enfría la sopa, porque tiene la manía de apoyarse el plato en el pecho mientras ojea unas sonrisas despreocupado de todo.

Pero no volverá a pasar, basta con no tener que sorbela de la cuchara de palo.

Es tan placentero dormir, como copular despacito con una estatua de bronce.

Al niño rubio que llora le ha sonado el despertador de la realidad y todo se vuelve otra vez tan cercano, que no hay manera de que se levante y vaya a la trinchera.

La mañana en que su padre le llevó a conocer el hielo, el ya sabia perfectamente que olia a mujer.







lunes, 26 de septiembre de 2011

Sonrisas de conejo.

Comienzas a andar, con la mirada fija en un punto que sorprendentemente, se ve cada vez más lejano.
Pero no importa.
Un pitillo en los labios, una herida en el pecho, mil recuerdos en los ojos.
Caminas.
La gente pasa a tu lado,como en un videoclip de los ochenta, alienizada e indiferente.
Te cruzas con todo tipo de personas y con un montón de seres humanos que son de todo menos personas.
Te cruzas con un vampiro, con una madre, con un señor de Cuenca.
Te cruzas con alguien que en una ocasión lo fue todo, pero prefieres ignorar su falsa placidez, su alma traidora, su voz grave, su música suave y sus manos de mentiras.
Sigues caminando mientras aprietas los puños hasta que los nudillos se tornan blancos, casi inertes.
Pateas una lata.
Un perro te sigue, esperando a que lo acaricies, o a que le cuentes por que han pintado en tus ojos, la flor del lirio real.
¡¡Ay campanero!!
¿Por qué será?
Las nubes pasan rápidas en un cielo lleno de cometas en llamas.
Los ángeles, como en el anuncio del desodorante, se van desplomando sobre los coches, sobre los toldos de las terrazas, sobre las niñas con gafas de pasta.
Uno de ellos cae sobre un enorme sofá blanco lleno de luz y calor.
Te tumbas junto a él y te desmayas cada vez que te pierdes en los ojos más verdes y más llenos de amor.
Pero tienes que levantarte y seguir andando en busca de tu propio infierno, porque ese paraíso no es para ti, no es más que otra ilusión.
El ángel te despide con la mano y se levanta a poner una lavadora. Tu sonríes porque jamás hubieras imaginado que los ángeles roncaran.
Sigues caminando, hasta llegar al bordillo del mundo y te das cuenta de que ella está muy lejos, al otro lado de la calle.
Los camiones embisten constantemente y no te atreves a cruzar.
Hay un conejo muerto en la calzada.
Te sientas a esperar y te enciendes otro pitillo, mientras te preguntas que coño estás haciendo allí, porqué te toca hacerte mayor así y cuando leches va a reponer "Barrio Sésamo".
Ahora solo hay mierda en horario infantil y claro, estamos criando hermosos mojones fornidos y lustrosos.
Te llega un mensaje al móvil, lo sabes porque ha sonado una musiquita de lágrimas ascendentes, gravedad cero y gotitas en el aire.
-Hola...t mndo enrgias.
-Hola, x favr, n djes d hacrlo.
El cigarro se ha consumido en tu boca hasta quemarte los labios, naciendo una ampolla sobre las ampollas de sus besos.
Pruebas a ponerte trocitos muy pequeños de papel higiénico, como cuando te cortas al afeitarte, luego pruebas a meter la boca en agua caliente con sal,que lo cura todo menos el dolor del pecho.
Al secarte te das cuenta de que tienes el bigote de dos colores y la gente te va a preguntar si te has teñido.
¿Por qué coño te importa tanto lo que piense la gente?
A lo mejor es porque siempre has sabido que no eras como ellos...y te gustaría ser normal.
Vas a cruzar, estás decidido. Bueno, no. Bueno si, que cojones, total ¿qué más puedes perder?
Te levantas y cierras los ojos, comienzas poniendo un pie delante del otro, extiendes los brazos y empiezas a sentir que estás vivo mientras las enormes moles de acero pasan a doscientos por hora junto a ti, arañándote los tobillos y oscureciéndote el cabello con su hollín de vidas sucias.
Pasas junto al conejo, puedes oler su muerte, tan simpática. Abres los ojos y lo miras y el abre también los suyos y te sonríe, y te dice en voz muy bajita: "vamos...que ya llegas".
Y en efecto, has llegado al otro lado.
Y en el otro lado resulta que te espera un montón de gente que te quiere y que te lleva al cine y te invitan a sentarte y descansar.
Y jamás, jamás habrías imaginado lo bien que puedes llegar a sentirte siendo realmente tu.
Te das cuenta de que no eres pequeñito y miserable, sino grande y especial.
Y ya no quieres seguir caminando.
Te preguntas en que parte del camino se ha quedado el ángel y si algún día te armarás de valor, y volverás a buscarlo.