domingo, 28 de noviembre de 2010

Cora.


Adiós perrita.

Gracias por haberme regalado dieciséis años de cariño desinteresado y verdadero.

Gracias por haberte tumbado junto a mi, por haber lamido mis manos, por haber acompañado tantos momentos, buenos y malos.

Adiós perrita, has sido un animal noble y bueno, con tus pequeñas manías, como todos, pero con esa ausencia de maldad que hace que envidiemos lo puro que esconde la palabra "perro".

Me gustaría volver a verte.

Tengo que preguntarle al Papa, o a un Pope, o a un Lama, adonde vais las almas limpias, y si yo podré ir también algún día,aunque seguro que me van a soltar alguna cantinela que no me va a gustar.

En fin, tengo la desgracia de haber nacido "Ser Humano", ya ves, con todo lo chungo que trae de serie.

Te vamos a echar mucho de menos, pero te toca marcharte, como me tocará a mi en su momento.

Que faena, porque dejas un vació que va a ser muy difícil de llenar, aunque muchos no lo crean, o no lo entiendan,pero eso es porque no te conocen.

Que gran putada que exista la muerte, aunque en ocasiones nos viene muy bien.

Sería estupendo que solo se fueran aquellos que no merecieran quedarse, pero como yo no pongo las reglas, me tengo que aguantar.

Y eso, que te he querido mucho y no te voy a olvidar.

Adiós, perrita...joder, como duele despedirse de ti.


lunes, 22 de noviembre de 2010

Ana Marquina.



Managua once de abril de dos mil tres


Muy señores míos:

Me llamo Ana Marquina y tengo trece años.
Desde los once, estoy viviendo en un lugar maravilloso, con otras chicas de mi edad.
Aquí me han ayudado mucho, ya que cuando llegué, no era capaz de relacionarme con otros muchachos y muchachas, solo quería morirme y encima hasta eso no me salía demasiado bien.
Intenté quitarme la vida en tres ocasiones, la primera arrojándome al paso de un auto de esos grandes, americano, con nombre de presidente antiguo.
Para mi desgracia entonces, el piloto era formidable, y pudo esquivar con soltura mi pequeño cuerpo lleno de moratones.
Desde el suelo vi cómo se alejaba, enojado, blasfemando en no sé cuántos idiomas.
Me levanté y tras sacudirme el polvo del camino, volví a mi casa.
Allí papá se puso furioso porque regresé sucia y a él nunca le gustaron las niñas sucias, por lo que esa tarde me azotó bien fuerte con la correa.
Mientras me dio esa tremenda golpiza, yo imaginaba como hubiese sido sentir el peso de aquel enorme auto sobre mí.
Quizás hubiese sido una muerte rápida, aunque bien pensado puede que me hubiera dejado lisiada, o vegetal.
Entonces no habría podido volver a intentarlo.
La segunda intentona la copie de una película que vi una vez al colarme en un autocine de la ciudad.
También era americana, como aquel auto grande.
No sé qué tienen los americanos con la muerte, son unos expertos, siempre saben cómo matar o como matarse de la mejor manera, de la más efectiva, de la más rápida.
El protagonista se introdujo en la bañera y cuando estaba relajadito, dejó caer dentro un secador de pelo conectado a la red eléctrica.
Se frió en el acto.
Mientras caminaba hacia mi casa pensé en cómo hacerlo.
No tenemos bañera en casa, nos bañamos en un balde enorme que papá hizo traer de una taberna.
Tenemos que acarrear muchos cubos de agua cada vez que nos lavamos y solo se entra de pies.
Tampoco tenemos secador de pelo, lo único eléctrico que hay en la casa es la heladera y de ninguna manera entra en el balde.
Aun así lo intenté, pero fue un fracaso estrepitoso, ya que el cable no alcanzó y ahí estaba yo, desnuda y mojada como una gallinita, con el balde junto a la heladera desconectada.
Así me encontró papa y el muy golfo aprovechó la ocasión para forzarme.
Todavía recuerdo con exactitud el olor a alcohol y el roce de su barba sucia y hedionda.
Mi último intento fue justo antes de venir aquí, al Albergue.
Durante semanas fui preparando un plan minucioso que no podría fallar.
Era muy sencillo, tan sencillo que no sé cómo no lo pensé antes.
Consistía simplemente en plantarme delante de mi papá cuando estuviera muy borracho y escupirle en la cara todo mi odio y mi desprecio.
Elegí con esmero cada una de las palabras, estudié cada uno de los gestos y esperé la ocasión adecuada.
No tardó en llegar el momento oportuno, porque mi papá siempre fue un borracho y un mal hombre, que antepuso el alcohol a la familia y dejó que mamá se marchara lejos harta de una vida miserable al lado de un hombre miserable.
Me puse reguapa, con mi vestido de la Eucaristía, un vestido blanco con mucho vuelo que me hizo mamá antes de fugarse con aquel señor del flequillo rubio.
Me trencé el pelo y me puse la medallita de oro que me dejo la abuela al morir y que no me pongo nunca porque si la viera papá me la quitaría para cambiarla por botellas.
Llegó a casa prácticamente arrastrándose y me planté ante él.
Estaba segura de que me mataría a palos, pero tampoco funcionó.
Le grité, deje salir todo el odio acumulado durante años.
Le dije que era un desgraciado, un poco hombre, un miserable que solo se pone macho con niñas indefensas, porque no es capaz de conseguir una mujer de verdad para que lo ame.
Le escupí en el rostro e incluso lo abofeteé.
El muy asqueroso solo me miraba fijamente, con los ojos turbios y la baba cayéndole de la boca lentamente, hasta quedar en su chompa sucia.
-Ahora si me mata-, pensé, pero entonces sucedió lo que jamás imaginé que sucedería.
De repente dio un paso hacia atrás y se agarró con fuerza el brazo izquierdo.
Comenzó a respirar muy fuerte, como un chancho cuando lo meten el cuchillo en el cuello.
Al mal nacido le dio un infarto y se murió ahí mismo, delante de mí, y no fue justo, porque la que se quería morir era yo.
Hasta en eso lo hizo mal, el borracho de mi papá.
Estuve varios días deambulando por las calles, sin comida, sin nadie con quien poder estar.
Me vendí en alguna ocasión a los hombres de la taberna y hacia con ellos lo que hacía con papá, mientras pensaba en otro plan para irme al cielo con la abuelita, a preparar pollo asado y a jugar con otros niños que vivieran en el paraíso del que nos hablaba tan bien el padrecito de la parroquia.
Pero ya no hizo falta, porque un día que llovía mucho y me estaba empapando el vestido blanco de la Eucaristía se me acercó una mujer y me pregunto muchas cosas y me cogió de la mano y me trajo aquí, y entonces ya no me quise morir.
Estoy segura de que la abuelita me mira desde las nubes y me esperará paciente al día en que me muera de viejita o de una enfermedad.
Y eso es lo que les quería contar, que ahora empiezo a vivir, y pienso que a lo mejor fue mi abuelita la que desvió aquel auto, la que arrancó el enchufe de la heladera y la que detuvo el corazón de mi papá.
También pudo ser mi abuelita, la que guió a esa mujer hasta mí, porque para hacer lo que ha hecho conmigo, tiene que recibir las órdenes del cielo.
Les dejo, porque me llaman para ir a las clases.
Siempre de ustedes.

Ana.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los misteriosos crímenes del parquímetro.

El inspector Gutiérrez, del cuerpo nacional de policía de Valladolid, sección homicidios, se llevo una mano a la cabeza e incoscientemente, en un gesto mecánico, se masajeó las sienes.
Era el tercer cadáver en menos de una semana.
Dos hombres y una mujer, todos españoles, caucásicos y de edades comprendidas entre los veinticuatro y los cuarenta y dos años.
El único nexo común: los tres fallecidos trabajaban como controladores de la zona horaria en la capital castellano leonesa.
Aunque los tres cuerpos aparecieron en lugares diferentes y se presuponían tres métodos distintos para acabar con su vida, a saber: diversas heridas de arma blanca en el primer caso, agresión con un objeto contundente, un bate de béisbol quizás, en el segundo y asfixia, estrangulamiento más bien, en el tercero, el inspector Gutiérrez acababa de corroborar su teoría, al encontrar por tercera vez, el resguardo de una multa de "la hora" en el interior de la cavidad bucal de la última víctima.
En todas las ocasiones, el asesino se ensañó a conciencia con los controladores de la zona azul, aunque fue lo suficientemente precavido como para eliminar huellas y otras pruebas circunstanciales de los cuerpos.
La ciudad respiraba miedo y los controladores horarios habían iniciado una huelga que se preveía fuera a durar al menos, hasta que los cuerpos de seguridad del estado dieran con la identidad del criminal.
Sin embargo, entre los ciudadanos que se afanan por encontrar estacionamiento en el centro de la ciudad, se podían descubrir caras alegres, sonrisas cómplices y porque no decirlo, cierta complicidad con el asesino, una especie de simpatía que poco a poco se iba extendiendo por la población vallisoletana, que con está tercera víctima veía de alguna forma como se hacían realidad muchos oscuros deseos.
Era el caso de su vida.
Al inspector Gutiérrez le quedaba apenas un año para prejubilarse y desde luego hacerlo con una mención especial y el reconocimiento de las fuerzas vivas de la ciudad, sería un colofón de lujo para su expediente digamos "aceptable", por denominarlo de alguna manera.
Las llaves de la ciudad y quizás convertirse en asesor de seguridad de Javier León De la riva, podrían permitirle unos cuantos años más de ingresos decentes, ya que la jubilación de un policia, apenas alcanza para pagar la hipoteca y una escapadita a Benidorn en los meses estivales.
Mientras estaba inmerso en estas cavilaciones, se percató de algo que atrajo poderosamente su atención: la corpulencia del cadáver.
Era una mujer realmente grande, a ojo calculó un metro ochenta de estatura y unos doscientos kilos de peso.Quien quiera que hubiera estrangulado a aquella mujer debería ser especialmente fuerte.
Dos uñas rotas y un zapato caído junto al cuerpo daban a entender claramente que la víctima había ofrecido resistencia.
Gutiérrez trató de recrear en su imaginación el momento del crimen. El hecho de que apenas a veinte metros se encontrara una discoteca bastante frecuentada, obligaba a que el crimen hubiera sido cometido de forma rápida, de lo contrario cualquier cliente de los muchos que suelen frecuentar ese establecimiento los fines de semana, sin duda habría presenciado el altercado. Y ayer fue sábado.
Según el estudio preliminar, la mujer llevaba muerta menos de ocho horas, es decir: el crimen se debió cometer entre las dos y las tres de la madrugada.
Tenia que haber algún testigo, por fuerza, era imposible que nadie se hubiera percatado de aquello.
Se interrogó a los porteros de la discoteca y a muchos de los clientes habituales, pero fue absolutamente inútil.
En sus declaraciones, todos los interrogados declararon encontrarse dentro del local en la franja horaria en la que se cometió el asesinato.
Muy difícil de creer, ya que es un local angosto y con muy mala extracción, que acumula varias denuncias por incumplimiento reiterativo de las medidas municipales de seguridad.
Había algo en todo aquello que no terminaba de encajar.
Cuatro días después, un controlador horario apareció ahorcado colgando del pendón de la estatua del Conde Ansurez, fundador de la ciudad, que se encuentra instalada en pleno centro de la paza mayor, junto al ayuntamiento.
Alguien clavó con una estaca en el pecho del joven muerto un letrero de cartón con un funesto mensaje: "se acerca el día del juicio, arrepentios pecadores".
Según el dictamen del forense, el cuerpo fue colocado en aquella posición alrededor de las veintidós horas, y aquello era inaudito, puesto que un jueves a aquella hora y en plena semana internacional de cine de Valladolid, era imposible que nadie hubiese visto u oído nada.
A partir de aquel momento, los pocos controladores horarios que se habían incorporado a su puesto para cubrir los servicios mínimos, comenzaron a recibir anónimos donde se les amenazaba de muerte, si persistían en llevar a cabo su trabajo.
De igual manera, en pocos días las amenazas se extendieron a los trabajadores de los parkings privados de la ciudad e incluso algunos policías municipales, conocidos por su "exceso de celo" en las sanciones de tráfico, fueron también amenazados.
Los parquímetros amanecían quemados o arrancados de sus bases y todas las barreras de los parkings de la ciudad desaparecieron misteriosamente.
Aunque el polémico y poco acertado alcalde de la ciudad, relevó de la investigación a Gutiérrez, e hizo traer investigadores de todos los rincones del planeta, jamás se descubrió al autor o autores de los crímenes.
Gutiérrez cobra una pensión de setecientos cincuenta euros y en alguna ocasión, se le ha escuchado comentar delante de un chato de vino, a viva voz y para el que le quiera oir, que aquellos horribles crímenes de los últimos meses de dos mil diez, los cometió "Fuente Ovejuna".
Lo cierto es que hoy Valladolid, es de las pocas provincias españolas donde se ha erradicado por completo la plaga de la zona azul, las sanciones por infracciones de tráfico han disminuido en casi un noventa por ciento y los aparcamientos que en otra hora fueron privados, están abiertos a quien los quiera utilizar, de forma completamente gratuita.
Es cierto que ha aumentado el paro, pues más de cien mil controladores de la zona horaria han pasado a formar parte de las listas del Inem.
¿No es maravilloso?

lunes, 8 de noviembre de 2010

Una máquina perfecta.

Por los cojones una máquina perfecta.
Es uno de los tópicos más habituales y que todo el mundo lleva siempre en la boca: "el cuerpo humano es una máquina perfecta".
Yo me miro al espejo y me da la risa.
Vamos a ver, un metro sesenta y cinco escaso, setenta y nueve kilos (eso ahora, porque esta máquina perfecta alcanzó la asombrosa cifra de noventa y siete kilazos) repartidos al tun tun, porque no tengo culo, ni muslos, pero sin embargo luzco unos hermosos asideros laterales, con efecto salvavidas y tengo unos pectorales de bailarina de barra americana que levantan pasiones entre mis amigos más guarretes.
Cuando voy a comprarme unos vaqueros, con lo que sobra de arreglarme los bajos la del cosetodo, me hace una chupa y un sombrero a juego.
Para leer las señales de tráfico me tengo que asomar por encima del manillar de la vespita y la mayoría de las veces tienen que llamarme dos veces, porque a la primera no lo suelo oír.
Mi estómago ha evolucionado de tal forma que solo contempla dos tipos de procesos digestivos, a saber: con alcohol y sin alcohol.
En caso de haber ingerido la más mínima dosis de alcohol, no quisierais ni imaginar lo que sale de mi y cuando no he ingerido ni una gota, es como ir a una tombola de pueblo, que o no te toca nada, o te toca un muñeco horroroso.
Si se me cae una moneda y me agacho pueden suceder varias cosas, por supuesto ninguna buena, lo más normal es que me crujan las rodillas con un estruendo tal, que en ocasiones ha venido la policía municipal a medir decibelios. Hay veces en que me agacho y recojo la moneda sin crujido de rodillas, ahí es cuando la espalda decide que se está muy agustito en esa posición y que para qué volver a caminar erguido.
Suelo llegar a casa caminando como un gorilita, con el cuerpo doblado, el andar torpe y balanceando los brazos de una lado a otro buscando mantener el equilibrio.
Una vez hice un abdominal, que ataque de risa, entre dos enfermeros bastante cachas me trasladaron al hospital completamente contracturado y tratando de explicar de la mejor de las maneras que no estaba tratando de autofelarme, que era un deportista.
El otro día eché un pulso con mi sobrino y casi me rompe la muñeca...tiene diez años.
La barba me crece como se le pone, de tal manera que entre otras peculiaridades, tengo medio bigote blanco y medio bigote rubio, absolutamente simétrico.
Debajo del ojo derecho tengo una mancha que en cuanto recibe algo de sol se torna de color rosa intenso.
Y no hablemos del tamaño de mi pene, es absolutamente desproporcionado (no crean que es cómodo,dada la longitud de mis piernas) al menos si la inmobiliaria se va a pique y el grupo de teatro decide dejar de pagarme la logopeda, se que podré ganarme la vida dignamente en el mundo del cine o en una barraca de feria.
Los pies han decidido dejar de hablarse y ni tan siquiera se miran, por eso al andar desgasto los zapatos por el exterior.
Si entramos en terreno sicológico ya es de "apaga y vámonos": tengo ansiedad crónica, claustrofobia, agorafobia, personalidad múltiple....y aunque no venga al caso, aerofagia.
El cuerpo humano es una máquina perfecta.
No se que publicista le hizo la campaña a Dios, pero seguro que era Argentino.
Al margen de todo la anterior, les aseguro que soy un tipo terriblemente atractivo y entre otras virtudes, el señor decidió obsequiarme con el don de la palabra, aunque al muy cachondo se le olvidó dotarme de la capacidad para pronunciar correctamente las erres y las eses.
No se hagan ilusiones, señoras, señoritas y caballeros dispersos, mi última pareja era una mujer psicológicamente sana y físicamente proporcionada.
Creo que he sido su penitencia particular y se quiere ganar el billete al paraíso a mi costa.
De todas maneras, cuando alguien vuelva a decirme que el cuerpo humano es una máquina perfecta, le voy a meter un cabezazo en los dientes.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Créditos ICO

Harto de ver a Viriato llorar como una nenaza en Antena3, probé a buscar algo interesante en el resto de los canales.
Saltando de cadena en cadena, me encontré con un anuncio nuevo sobre los créditos ICO.
Era precioso: un señorín trata de levantar la persiana metálica de su negocio y no puede pero varias personas, de forma desinteresada, se acercan a ayudarle y, entre todos, lo consiguen.
Mientras, una voz en off iba contando lo chupi que es pedir un crédito ICO liquidez de hasta 200000 pepinos, porque con la que está cayendo "papá estado" no va a dejar que los pequeños empresarios y los autónomos lo pasen mal, que coño.
Se me caían las lágrimas.
Así que abrí los ojos y vi la luz y me dije -eso es justo lo que necesito- y al día siguiente me puse todo lo guapete que pude, me corte las uñas y me eché colonia detrás de las orejas y, con los balances anuales de mi empresa y el resto de la documentación pertinente, me encaminé a por mi ICO liquidez.
En el banco, un señor muy amable me pidió que me sentara y que le explicara el motivo de mi visita.
Muy ufano yo, dije -vengo a solicitar un ICO liquidez.
La carcajada del empleado fue tal, que comenzaron a asomarse sus compañeros desde los despachos contiguos.
No paraba de reírse el cabrón y le caían unos lagrimones de aupa, empapando los papeles de la mesa.
-Sólo quería veinte mil euros- aproveché a esgrimir entre risotada y risotada, y aquello fue la gota que colmó el vaso.
Que convulsiones, oiga. El tío estaba completamente desencajado y empezó a ponerse rojo y todo.
Se desaflojó la corbata y, conteniendo la risa, me pidió que pasara al despacho contiguo, a explicárselo a su compañera Pepi, que es la que lleva créditos a empresas.
No veas la Pepi, se retorcía de la risa la muy asquerosa.
Yo lo estaba pasando fatal porque, como no pronuncio la "r" y seseo un poco, pensé que a lo mejor no me habían entendido alguna palabra, se había originado alguna absurda confusión y por eso se me estaban descojonando todos en la cara.
Pero no, tras pasar por varios departamentos de la entidad a alegrar la mañana a diversos empleados, al fin uno accedió a explicarme que los créditos ICO son como los manatíes, todos sabemos lo que son, pero casi nadie ha visto uno en la vida real.
Así que ahí estaba yo, humillado por un montón de pazgüatos para los que las ilusiones y las esperanzas del ciudadano de a pie son como chistes de Arévalo.
Entonces no sé que me sucedió en el cerebro, fue como una especie de "clic", como si saltara un resorte oculto que me desquició y me llevó a hacer lo que su señoría y el ministerio fiscal han calificado como asesinato múltiple.
Cogí el abrecartas del escritorio más cercano, me abalancé sobre un empleado y lo atraje hacia mi tirando de la corbata con la mano izquierda mientras que con la derecha le hundí el afilado objeto en el cuello media docena de veces.
Todo sucedió muy deprisa, cuando el vigilante de seguridad se percató de lo sucedido era demasiado tarde ya que, de un solo golpe, le clavé el abrecartas entre los ojos.
Luego lo que ustedes ya conocen, armado con el revolver reglamentario del guardia de seguridad, disparé sobre el resto de los empleados y los fui eliminndo uno a uno, incluida la señora de la limpieza, cosa de la que estoy arrepentidísimo, porque lo tenia todo impoluto.
Recargué el tambor del arma con la munición que encontré en el cinturón del vigilante, salí por la puerta como si tal cosa y pedí un taxi.
Pagué al taxista que me dejó a la entrada del palacio de congresos y esperé allí fumando un pitillo tras otro, hasta que vi salir al ministro de economía y, lo demás, ya saben, lo mismo.
La primera bala le entro por el ojo derecho, las dos siguientes se alojaron en un pulmón y en el bazo, según ha explicado el forense aquí presente.
Había mucha gente corriendo y gritando a mi alrededor y, es curioso, recuerdo el olor a palomitas de maíz que emanaba de un kiosco de chuches, como dice Rajoy, situado a mi espalda.
Casualmente aquel día había huelga de brazos caídos de la guardia civil, con lo que los agentes que custodiaban el edificio, se dieron la vuelta, subieron el volumen del aparato de radio y me dejaron marchar tranquilamente.
Yo que siempre he sido una persona honrada y temerosa de Dios, recapacité sobre lo sucedido y media hora después acudí a la comisaría de policía más cercana a entregarme, aunque de nada sirvió, puesto que por falta de recursos técnicos, no pudieron atenderme y me solicitaron que volviera pasados unos días.
Tres semanas después, se presentaron en mi casa los geos, armados hasta los dientes, llamando con muy malos modos y, al derribar la puerta, me rompieron el jarrón de porcelana inglesa que me regaló mi tía Puri antes de morir, cosa que me puso frenético y, de no haber sido por esto, le prometo señoría, que no hubiera abierto fuego contra los agentes.
Se que he dejado tres viudas y un viudo en el cuerpo, y también lo lamento mucho, pero aquel jarrón tenía un gran valor sentimental.
Me desarmaron, me esposaron con las manos a la espalda y se negaron a rascarme la nariz que me estaba picando horrores y yo no alcanzaba, figúrese usted, con las muñecas a engrilletadas.
Fue un gesto muy feo el suyo, porque el picor persistía y no hubo manera de convencer a ningún policía de que me rascara y eso, en un estado de derecho, es inadmisible.
Se que el ministerio fiscal ha solicitado mil doscientos años por mis delitos, pero viendo como salen los presos de ETA, libres a los ocho o nueve años, a mi como si pide tres millones de lustros, porque con todos mis respetos señoría, además de cagarme en el Instituto de Crédito Oficial, me cago en la justicia española.
He terminado mi alegato, buenos días.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Perpetuar mis genes


He decidido ignorar el clamor popular y no voy a tener hijos.
En su lugar, he pensado comprarme un hamster con todos sus accesorios: la rueda que gira, el bebedero- nigt club, el comedero de comida rápida y, cada dos martes, una hamster esterilizada para que le de alegría a las largas noches enjaulado.
En cuanto me despisto ya tengo alguna amiga preñada (quiero decir, que sucede con asiduidad, que se embaracen, no que las preñe yo) y, en la típica cena de colegas, sale la consabida frasecita "animaros...que os va a cambiar la vida".
¡Claro, como ya se te ha jodido a ti, ahora quieres que se nos joda a nosotros!
Lo siento, tengo el mismo instinto paternal que el Dios ese del cuadro, que se comía a sus hijos (¿Saturno?) y más de diez minutos seguidos con un bebé desemboca en ataque de ansiedad (para mi y para el bebé).
Se que soy algo repetitivo con este tema, pero no entiendo porque cuando insisto en decir que no me gustan los niños, todos lo toman por una pose e insisten en que sería un padrazo.
¡Que no cojones! soy un irresponsable, egoísta, narcisista, hedonista y con un enorme complejo de Peter Pan.
Quiero todo mi tiempo libre para mi, y no quiero compartir la atención de mi mujer con un bulto blandito que se caga y se mea cada cuarto de hora (claro que ella no notaría la diferencia).
Voy por la calle y solo veo excompañeros de clase empujando carritos con críos sobrealimentados y llorones.
Que horror.
Encima han suprimido el "cheque bebé", único aliciente por el que cometería semejante barbaridad.
Gasto fortunas en métodos anticonceptivos y los uso todos a la vez.
Mi postura favorita es "por teléfono" y la sola visión de un predictor me produce nauseas, vértigos y desmayos fulminantes.
Una noche soñé que, tras cometer un terrible crimen, el juez me condenaba a mil años de trabajos para la comunidad en una guardería. Me desperté empapado...perdí el control de los esfínteres.
Agradezco mucho que queráis que amplíe mi familia, pero buscaros a otro para que os pague las pensiones.
No tengo espacio en el trastero para setecientos artilugios innecesarios y carísimos.
No quiero un miniyo deambulando por mi habitación y detesto el olor de los potitos.
Un hamster es el compañero ideal... no hace preguntas, come poco, sus cagaditas son mínimas y cuando te cansas de él lo puedes aplastar con un martillo corriente, de los que hay en cualquier hogar.
Si señor...un hamster.
Me parece genial que la gente tenga hijos y todo eso, y me alegro si se alegran, porque al fin y al cabo disfruto con la felicidad de mis amigos, pero que no me den palmaditas en el hombro ni me hagan guiños cómplices, que yo paso.