lunes, 27 de septiembre de 2010

Que país.




Hoy llegan a León, con los pies doloridos, el alma cansada y la mirada perdida.
A las puertas de la ciudad les esperan vecinos, amigos, familiares y miles de personas que se solidarizan con su causa, con la causa eterna del trabajador indefenso y despreciado.
Hoy como todos estos días, se tumbarán en una colchoneta, sobre el frió suelo de un polideportivo,a mesarse las barbas mientras piensan si va a servir para algo, o si por el contrario hay un hijo de puta descojonándose de risa delante de la tele, viéndolos caminar con el mono de trabajo y la mochila a la espalda.
Algunos caerán reventados del camino y se quedarán dormidos enseguida, extenuados. Otros pasarán unas horas haciendo cábalas sobre como pagar la letra del coche, la hipoteca, el cole de los niños o la factura del veterinario, porque el perro tiene lismaniosis, para terminar de joder la marrana y el pobre animalico no merece que lo abandonen a su suerte...como a ellos.
Mientras tanto, en la otra punta de España comienza el proceso por el caso Malaya.
Hay más de noventa imputados.
Noventa chorizos que se han forrado a costa de meter la mano en el errio público, en las alforjas del borrico del constructor o en el coño de la Bernarda, o en el de la tonadillera.
Y uno se pregunta que cojones está pasando para que un señor se levante a las cuatro de la mañana para bajar a la mina a partirse la espalda jugándose la vida y tenga que calzarse unas chirucas para reclamar el pan que se ha ganado honestamente con su esfuerzo mientras un montón de hijos de puta acarrean los billetes de quinientos en bolsas de basura ,los envían por mensajero a un paraíso fiscal cercano (Gibraltar mismo, que esta lleno de monos británicos, y de monos y de británicos)y se sientan tranquilamente en la terraza del chalé a tocarse los cojones mientras la fulana de turno les prepara un mojito.
Hoy comienza el juicio, con a absoluta certeza de que a la inmensa mayoría de estas sanguijuelas no los van a condenar, y si les condenan van a cumplir en la trena tres cuartos de hora, y en el patio.
Hago zapping y salto de las lágrimas de emoción de un minero abrazando a su hija, al final de una dura jornada, al bigote caciquil y socarrón del payaso de Cachuli.
Que injusta es la vida, pienso.
Roca cuelga un Miró en su cuarto de baño, la Pantoja cocina pollos especiados con comisiones y los mineros se ponen tiritas en las ampollas.
No se cuando, ni como...pero esto debería cambiar.
Harto de contemplar el cachondeo de esta mierda de sistema, vuelvo a hacer zapping y me encuentro con la sorpresa de que si se presentara, Belén Esteban conseguiría escaños en el parlamento.
No se si cortarme las venas o dejármelas largas.