jueves, 7 de enero de 2010

Regalos



Ayer fue un día muy especial, el día de Reyes.
Desde que tengo uso de razón (está bien, admito bromas al respecto de cuanto tiempo hace de eso)la noche de Reyes siempre ha sido una noche mágica ya que en mi casa, Melchor, Gaspar y Baltasar, siempre hacían escala, y menuda escala.
Los pobres se pasaban horas y horas colocando regalos por toda la superficie útil del salón.
A mi de pequeño me daba mucha rabia no poder darles las gracias y siempre me prometía que al año siguiente, trataría de verlos para explicarles lo feliz que me hacían cada seis de enero.
Por supuesto nunca coincidimos, ya que son unos grandes profesionales.
Año tras año, los reyes magos se han ocupado de nutrir a la familia de hermosos presentes, de ilusión y de magia.
Un día, no hace demasiado tiempo descubrí la verdadera identidad de sus majestades (al igual que los ladrones de bancos o los traficantes de coca, los reyes magos de oriente utilizan identidades falsas para dar el gran golpe cada 365 días).
Al contrario de lo que podéis pensar, no perdí la ilusión, ni se me cayó la magia, todo lo contrario...aquel matrimonio de mediana edad que operaba en el salón de mi casa desde hace más tres décadas, adquirió de golpe y porrazo el mayor de mis reconocimientos y cada año, son más y más reyes.
Mis reyes magos no entienden, ni han entendido nunca, de crisis, ni de enfermedades, ni de castigos ni suspensos, ni rebeldías ni discusiones.
Cada noche del cinco de enero han curado sus dolencias para acudir solícitos al salón de casa, han hecho magia y en algunas ocasiones han sido capaces de sacar de donde no había, o de donde no Debian sacar, para poder cargar los camellos hasta arriba y disfrutar viendo las caras de todos, pequeños y grandes en la familia al abrir las puertas del salón.
Mis reyes se han pasado por el forro las prescripciones facultativas y han apurado siempre las copitas de anís.
Nunca han equivocado un zapato ni han olvidado un regalo.
Mis reyes esa noche vuelven a ser jóvenes y se acuestan a las cuatro de la mañana, henchidos del placer que proporciona la seguridad de que a la mañana siguiente, a más de un pequeño se le va a escapar una lágrima de felicidad al ver que lo que escribieron en la carta se ha materializado ante ellos como por encantamiento.
Mis reyes aun te preguntan ¿ y a ti qué te han traído? como si tal cosa, disimulando.
Siempre he creído en los reyes, y siempre creeré en mis reyes, porque necesitamos creer en la bondad y en el amor, porque es lo único que nos hace realmente humanos.
La única espina que tengo es que contra mi voluntad, algún día heredaré la corona y no se si sabré estar a la altura.
Lo que se es que esa noche, cuando sea yo el que coloque los regalos, no estaré solo, mis reyes estarán conmigo.

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