viernes, 3 de abril de 2009

La condición humana

Uno no sabe que pensar.
Por un lado, a menudo encuentro personas maravillosas llenas de vida y creatividad, dotadas de arte en cada gesto, en cada palabra.
También hay muchas personas buenas, simplemente eso, personas que no quieren destacar por nada, que únicamente ansían llevar una existencia tranquila, vivir y dejar vivir, ayudar en la medida de lo posible, pero con una especial dedicación a pasar lo más desapercibidos que se pueda.
Es importante ser una buena persona, o al menos tratar de serlo.
Cuando sabes que te has comportado correctamente, te vas a la cama con un regusto especial, feliz y satisfecho.
Sin embargo, cuando eres plenamente consciente de haberle jodido el día a alguien, al meterte en el catre te acompaña una sensación de culpabilidad casi dolorosa, y te sientes una rata.
A media noche notas como tu cuerpo se va recubriendo poco a poco de un pelaje espeso y duro, grisáceo, impermeable.
Las garras, afiladas y poderosas, mesan unos prolongados bigotes a ambos lados de las fauces.
Los ojos rojos, inyectados en sangre.
Te desplazas por los rincones y el subsuelo, olfateas en busca de alimento, agazapado, prudente.
Un ruido, te detienes, pasan varios minutos y sigues inmóvil, con la tripa pegada al suelo, enseñando los colmillos.
Entonces sucede.
Una presa desprevenida se aproxima sin saberlo hacia ti.
Preparas con cautela el ataque, vas a hacer mucho daño.
La larga cola enroscada sobre el lomo, para no llamar la atención, los músculos de las patas listos para el salto.
El tiempo se detiene y antes de que pueda reaccionar tan siquiera, ya has hundido tus colmillos en su cuello, desgarrando carne y músculo, arrancando tendones y venas.
La sangre te inunda la boca con un sabor dulzón.
La venganza es un plato que se saborea frió.
Te das una vuelta en la cama, arropándote con el edredón nórdico, disfrutando ese momento de ilusión en el que como una animal salvaje has dado cumplida venganza a aquella afrenta horrorosa, o a ese favor que te negaron, quizás te has vengado de la persona que te robo a tu pareja ,o que se llevó tu puesto de trabajo.
Ha sucumbido ante ti aquel desgraciado que te corto la luz, la señorita de movistar que te cuelga después de media hora de reclamación y tienes que volver a empezar.
Masticas con deleite la carne aun caliente y chorreante, del hijoeputa que jugo con tus esperanzas, que dio alas a tus sueños y luego los arruinó.
Todos somos ratas al caer la noche y lo peor es que nos gusta ser ratas.
Quisieramos morder, destrozar, masacrar al que nos aflige algún mal.
La condición humana es asquerosa, hasta tal punto que la persona a la que amabas ayer, podrías arrancarla hoy el corazón y masticarlo lentamente mirándola a los ojos.
No somos mas que alimañas nocturnas, que se transforman al salir el sol y se encaminan con forma humana a los trabajos diarios.
Es por eso, que al caer la noche se suceden las peleas, los crímenes mas horrendos, las venganzas más sangrientas.
Somos ratas.

2 comentarios:

quincho dijo...

se perfectamnete como te sientes , pero el mayor desprecio es no hacer aprecio
besote

lacantudo dijo...

ya ves.
Que haya días en los que te sientas así...
Desde luego somos una especie de lo más particular.