martes, 10 de marzo de 2009

Habia una vez...

Un niño rubito que cada noche, le pedía a su madre que le leyera un cuento , porque le gustaba quedarse dormidito con el sonido de su voz.
Había una vez una vida llena de tigretones y clics de playmobil, de paseos por el campo y excursiones a Segovia, y a Toledo y viajes sin aire acondicionado y cintas de Serrat.
Había una vez un colegio donde si te portabas mal, los curas repartían ostias sin consagrar, pero que te transportaban al éxtasis más feroz de igual manera.
Un montón de cuentos donde los buenos eran buenos hasta el final y los malos en ocasiones se arrepentían , eso si, segundos antes de morir.
Cuentos amables a veces y temibles otras, pero siempre comprensibles, sin vericuetos ni reversos.
El niño iba aprendiendo a vivir a través de esos cuentos, descubriendo los valores más hermosos y las felonías más terribles, imaginando los lugares más recónditos y apetecibles, las playas más blancas, las montañas más altas, los bosques más verdes.
¿Qué fue de todo aquello?
Aquel niño rubito se hizo mayor y aunque siempre trato de ser de los buenos, y hasta acabó encontrando a su princesa, se percató de una forma bastante dolorosa de que los cuentos no son más que eso, cuentos.
En la vida real no sabes quien coño es el bueno, y en muchas ocasiones, comprendes los motivos que tuvo el malo para hacer lo que hizo, e incluso te apiadas de el, y en ocasiones, te cambiarías por el.
El bueno en algunos momentos, no es más que un pusilánime sin fuerza ni carisma.
La chica por norma se suele ir con el que tiene la moto más grande, el coche más caro o el culo más duro.
Los dragones no echan fuego por sus fauces, simplemente te suspenden con un 4,95, te mandan fregar los baños al final de un turno de once horas o firman cartas de despido sin pestañear lo más mínimo.
La bruja está siempre cotilleando a través de la mirilla y cierra de prisa la puerta del ascensor cuando te ve llegar al portal, con las llaves en la mano.
El mago, es generalmente tu padre, que cuando crees que ya no te quedan indirectas que puedas enviarle, desliza en tu bolsillo un billete o dos de cincuenta y consigues terminar el mes.
Los caballeros de la tabla redonda siguen llamándote los sábados para tomar cervezas y aliñar pitillos, aunque algunos ya tienen que contar con el permiso de sus damas o con el de las canguros , que se quedaran con las criaturitas hasta no mas de las dos de la mañana.
Los animales no hablan ni por supuesto te aconsejan en nada, y cuando se van (porque no viven felices para siempre) te dejan un vacío que es muy difícil de llenar.
La armadura es muy pesada y poco puede hace contra los mandobles del malvado "hipotecon" o el terrible "pagaplazuel".
Una vez un hada de piel muy blanca y ojos tan tristes como verdes, me ofreció una felación por veinte euros y un completo por cincuenta.
El ogro de la discoteca de moda no me deja entrar con zapatillas y los trasgos se pasan el día desviándome de un operador a otro, imposibilitando mi puta baja de telefónica.
El rey no es más que un gilipollas con corona y se deja torear por cualquier consejero o bufón o presidente.
El héroe no ha conseguido la paz para el reino.
Los bosques van desapareciendo poco a poco, y en los zorros mueren en las cunetas.
En definitiva, que los hermanos Green se pueden ir a tomar por el culo, cogiditos de la mano de Crhistian Andersen.
Que yo si algún día no freno a tiempo, le leeré a mis hijos las memorias del Dioni, el único cuento que se hizo realidad.




No hay comentarios: